El Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA Internacional) es un organismo intergubernamental con 35 estados miembros de todas las regiones. Por casi 30 años ha apoyado los procesos democráticos de estos países a través de su centro de investigación, hoy especialmente enfocado el impacto de las tecnologías digitales. Cada año, además, mide el desempeño de la democracia en el mundo.
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Durante este 27 y 28 de agosto, su secretario general, Kevin Casas-Zamora, estuvo en Colombia participando en reuniones con autoridades políticas y electorales del país. En entrevista con EL TIEMPO, Casas-Zamora se refiere a la salud de la democracia en Colombia y la crisis política de Venezuela.
¿Qué lo trajo a Colombia?
El interés de reforzar la relación entre IDEA internacional y Colombia como un país muy importante en América Latina y como una democracia muy importante en América Latina. Creo que hay posibilidades reales de establecer formas de cooperación en los temas que tienen que ver con la democracia que le sirvan a Colombia. Colombia no es Estado miembro de la IDEA. Nosotros tenemos ocho Estados miembros en América Latina y el Caribe. Yo estaría muy contento de que Colombia tomara la decisión de vincularse al Instituto.
¿Cuál es la visión de IDEA del estado actual de la democracia en Colombia?
Colombia, como una buena parte de los países de América Latina, es una democracia de desempeño medio. Nosotros cuando medimos el desempeño de la democracia lo medimos en torno a cuatro grandes factores. El funcionamiento de las instituciones representativas, Estado de Derecho, la protección de los derechos y participación, y el aspecto participativo de la democracia. En general, a Colombia le va bastante bien en los temas de representación. Es decir, Colombia tiene una democracia muy vibrante. Yo de alguna manera fui testigo de eso cuando me tocó ser jefe de la misión de veeduría electoral de la OEA.
Nuestro sistema electoral ha sido cuestionado por el presidente Petro…
Colombia hace elecciones en general y las hace bien. Este país tiene una institucionalidad electoral robusta, que proporciona los resultados con una velocidad inusual. Realmente se ha hecho un esfuerzo importante en eso, no está exenta de problemas, sobre todo en el tema de las elecciones legislativas que siempre hay más fricciones, pero tiene una institucionalidad electoral en particular robusta, una institucionalidad destinada a la protección de derechos que es muy, muy impresionante, verdaderamente es una democracia de larga data. La tradición democrática en Colombia está muy arraigada. Obviamente eso ha coexistido con una larga historia de conflictos, pero el país de manera realmente extraordinaria ha sido capaz de mantener funcionando su sistema democrático en condiciones que en casi cualquier otro país lo hubieran hecho colapsar.
¿Qué falta por fortalecer para tener una democracia más sólida?
De alguna manera en América Latina en general hay un pendiente muy grande en temas de inclusión social, en temas de acceso a los derechos económicos y sociales que, si no se atiende, inevitablemente termina socavando el funcionamiento de las instituciones democráticas y termina generando inestabilidad política. Entonces yo creo que la gran asignatura pendiente es alrededor de los temas de desigualdad e inclusión social, que son temas que en última instancia son de acceso a derechos. Por otro lado, la otra gran asignatura pendiente en el caso de Colombia es la proliferación de las economías ilegales.
Precisamente, con la idea de garantizar derechos que no se han podido cumplir el presidente ha planteado la necesidad de ir a una Asamblea Nacional Constituyente. ¿Cómo ven esta propuesta?
IDEA como instituto no tiene una posición sobre eso. Francamente no conozco los detalles de las sugerencias que haya hecho el presidente Petro. Ahora bien, yo creo que en América Latina siempre hemos erigido a las constituciones y a las asambleas constituyentes en una especie de talismán que va a cambiar la suerte de los países y que va a resolver todos nuestros problemas, pero yo advertiría contra la tentación de esperar que una asamblea constituyente resuelva por vía de un texto legal problemas muy profundos, muy estructurales, que tienen los países. Yo creo que en general, si se me permite decirlo, la experiencia de Colombia con la constitución de 1991 ha sido una experiencia positiva. ¿Qué tiene problemas? Seguramente los tendrá. ¿Podrían resolverse esos problemas de una manera que no implique la convocatoria a una nueva asamblea constituyente? Capaz que sí, capaz que reformas parciales. La longevidad de las constituciones es un signo de madurez política.
El mandatario ha llamado a un gran acuerdo nacional para avanzar en reformas sociales. ¿Eso sí es un buen signo para la democracia?
Sin duda, sin duda. Y vuelvo a un cabo suelto que quedó de la pregunta anterior. En América Latina estamos viendo en este momento una proliferación de sistemas políticos altamente polarizados que militan contra la formación de acuerdos, donde los adversarios políticos se ven como enemigos. Y realmente las asignaturas pendientes de naturaleza estructural que tienen estos países demandan una conversación muy amplia y demandan una convergencia de parte de los sectores políticos e incluso de los sectores sociales. No obstante, y esto ya es una inclinación personal, yo tengo desconfianza de cuando se habla de un gran acuerdo nacional porque es muy complicado. Tiendo a pensar que lo que es posible, lo que es viable, sobre todo en sistemas políticos altamente fragmentados como es el caso colombiano, son acuerdos en torno a temas específicos. Temas específicos que realmente le faciliten la vida a la gente.
Hablando de consensos específicos, usted se reunió con miembros del Consejo Nacional Electoral. Varios sectores políticos han intentado reformar su composición para que deje de ser de origen partidista. ¿Cómo evalúa esto?
Hay modelos diferentes y los países adoptan soluciones distintas. En términos generales los países de América Latina han optado por un modelo en el que las instituciones electorales son neutrales desde el punto de vista partidario. Ese es el caso de mi país, Costa Rica, y es el caso en la mayoría. Persisten, sin embargo, algunos ejemplos de países que han adoptado un modelo en el cual los partidos políticos son parte de la autoridad electoral, sobre la premisa de que tener a los partidos metidos ahí induce a una especie de mecanismo de control mutuo. Eso funciona bien en algunos países, yo te puedo decir por ejemplo que en el caso de Paraguay que con seguridad es el país que tiene los niveles de confianza de la autoridad electoral más altos en América los partidos políticos están metidos ahí.
Lo paso al tema de Venezuela. ¿Cuál es la principal preocupación de IDEA?
Lo de Venezuela es una tragedia por muchos lados. La disfuncionalidad política es una de las causas del éxodo humano más grande que haya visto la región posiblemente en toda su historia. En la medida en que esa crisis política persiste y se agudice, ese éxodo humano será mayor. Es una tragedia además porque lo que ha ocurrido en Venezuela, que es un fraude descarado, y hay que decirlo con todas sus letras, se había convertido en una cosa absolutamente excepcional en América Latina. O sea, América Latina, como decía antes, hace elecciones y las hace bien. El fraude en gran escala se ha convertido en una rareza en América Latina. Eso hace tan chocante de alguna manera lo que ha pasado en Venezuela. Pero, además, me parece a mí, la reacción de los países de América Latina frente a ese fraude es tan importante como el evento mismo.
¿Por qué?
Si América Latina no es capaz de decir a una sola voz que la única vía legítima para acceder al poder es la vía electoral y que el fraude no es aceptable, si no somos capaces de decir a una sola voz que el fraude no es aceptable, hay que temer por el futuro de la democracia en América Latina. Esta historia no ha terminado, esta historia de alguna manera apenas está empezando, pero hay que ponerle mucha atención a la reacción de los países frente a los eventos de Venezuela.
Me obliga a preguntarle por la reacción de Colombia. ¿Cómo la ha visto y qué recomendaría al canciller Luis Gilberto Murillo?
No voy a ser tan presuntuoso de ponerme a hacerle recomendaciones al Canciller a menos que él me las solicite. Evidentemente uno entiende que la relación de Colombia con Venezuela es una relación con una gran cantidad de aspectos muy, muy complejos, que deben ser manejados con gran delicadeza. Colombia, al igual que Brasil, han manifestado una intención de jugar un papel de mediación. Celebro que hayan sido consistentes en el mensaje de pedir transparencia, de pedir que se exhiban las actas del proceso electoral. Todo eso está bien y es más que entendible. Ahora bien, ya a estas alturas es claro que las actas no se exhibirán y es inusual en cualquier parte del mundo que, un mes después de las elecciones, la autoridad electoral no haya podido mostrarlas. No pasa en ninguna parte del mundo donde funcione una democracia digna de ese nombre. Entonces, a estas alturas seguir insistiendo en que la autoridad electoral exhiba las actas nose cuánto efecto vaya a tener y nose cuánto ayude. Mi preocupación es si se llega a la conclusión incontrovertible de que lo que sucedió en Venezuela fue un fraude en gran escala -yo ya llegué a esa conclusión, pero admito que otra gente pueda tomarle más tiempo- uno esperaría que eso se diga y que eso no es aceptado.
Y aquí la pregunta que yo hago es, ¿por qué a los venezolanos se les trata diferente que a los guatemaltecos? Resulta que hace unos meses, cuando hubo una crisis post electoral en Guatemala, cuando hubo un intento muy evidente de subvertir el resultado electoral en Guatemala, de subvertir la voluntad popular expresada en las urnas, los presidentes de las grandes democracias de América Latina, entre ellos el presidente Petro, López Obrador y el presidente Lula, tomaron una posición muy beligerante, de defensa de la voluntad popular expresada en las urnas. El presidente Petro en su Twitter feed salió pidiendo una convocatoria urgente de la OEA para discutir el riesgo de que se conculcara la voluntad popular en Guatemala. Ojo, esa reacción del presidente Petro y de los otros presidentes los honra. Así debe ser, pero uno quisiera que así fueran todos los casos.
Petro propuso repetir las elecciones y un proceso de cohabitación similar al Frente Nacional. ¿Qué soluciones viables ve la IDEA para este caso?
Este es un tema extremadamente complejo, que va a implicar decisiones muy difíciles, sobre todo en torno a la impunidad por muchos actos. Todos los procesos de transición implican una dosis de eso e inevitablemente implica un espacio en el cual el poder es compartido ¿Cuán probable sea eso? Si usted me pregunta en este momento, muy poco probable. Todo lo que veo es una evidente intención de Nicolás Maduro de atornillarse en el poder al modo que lo ha hecho el presidente Ortega en Nicaragua. Da la impresión de que el régimen actual en Venezuela está dispuesto a convertirse en Corea del Norte si eso es lo que necesita para seguir en el poder. No veo ninguna señal de que eso vaya a cambiar. La comunidad internacional tiene muy poca capacidad de determinar lo que pasa en Venezuela.
Volviendo a Colombia, usted mencionaba al principio que uno de los factores con el que miden el desempeño de una democracia es la protección de los derechos. Este gobierno no ha podido bajar las cifras de asesinatos de líderes sociales, ¿eso mina la confianza en una democracia?
Bueno, eso evidentemente es un problema. La violencia, sobre todo si esa violencia tiene ribetes políticos, es una luz roja en el funcionamiento del sistema democrático. Más allá de las especificidades del fenómeno de violencia en Colombia, yo creo que la violencia criminal en América Latina se está convirtiendo en un problemón para la democracia. Lo estamos viendo en muchos países que han tenido históricamente tenían niveles muy bajos de violencia como Chile, Uruguay o Costa Rica. La presencia del crimen organizado introduce la posibilidad de que penetre en las organizaciones partidarias, de logre elegir funcionarios y que le ayuden a expandir sus actividades criminales.
JUAN PABLO PENAGOS RAMÍREZ
Periodista de Política