El final del año 2022 fue triste para la juvenil atleta Paola Andrea Loboa Lastre. Su rendimiento había bajado. No era la misma deportista que irrumpió con ganas a bajar marcas y a ganar medallas en la prueba de los 400 metros planos.
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Llegaba a su casa en medio de las lágrimas, poseída por la desesperación y la tristeza, pero no solo porque sentía que con sus zancadas no avanzaba, y que el cronómetro no era su mejor aliado en cuanto a mejorar sus tiempos, sino porque estaba destrozada por la situación que vivía.
Un cambio brusco
Asegura que estaba en decadencia, estaba liquidada mentalmente porque el ambiente que la rodeaba no era el mejor y su estado de ánimo estaba por el piso.
Ese problema venía desde meses atrás. Era parte de la Liga del Valle del Cauca de Atletismo, pero lo que comenzó como un ‘romance’ poco a poco se fue apagando, tanto, que llegó a pensar en tomar una decisión drástica con el atletismo, y era dejar su carrera como deportista.
“Llegué a un punto máximo y colapsé. Pensé en dejar el atletismo, estaba muy aburrida. Es clave para los deportistas tener una buena comunicación entre el atleta y el entrenador, no son solo los planes, sino lo que se hable con ellos”, le contó la joven atleta a EL TIEMPO.
Y agregó: “Creo que debe existir una comunión y eso faltaba en mi entorno. Los compañeros eran factor para que a uno lo impulsaran, pero yo no lo tenía. Me sentía aburrida y triste. Cumplí 10 años ahí en el Valle y me tocó cambiar”.
Nacida el 22 de abril del 2005 en Cali, en el hogar de Ecar Loboa y Maritza Lastre, Paola Andrea ya había sido sondeada por el técnico de la Liga del Magdalena, Miguel Angel García, quien le tendió la mano, le ofreció irse.
Ella habló con sus padres, tomaron la determinación de cambiar y ahora vive en Santa Marta, estudia tercer semestre de profesional en deporte de la Universidad del Magdalena y ha recuperado su mejor nivel y es feliz.
Fue duro para ella dejar la casa, la familia, su entorno, pero fue una película la que le ayudó a tomar la decisión. Vio Nadadoras y eso la inspiró. La historia real, el drama de dos hermanas que tomaron la determinación de irse de su país, Siria, dejando atrás todo y huyendo de la guerra en Damasco. En una barca cruzaron el mar Mediterráneo, llegaron a Grecia y pidieron asilo antes de competir en los Juegos Olímpicos del 2016.
La historia inspiró a Paola Andrea, quien le dio el ‘sí’ a García, a quien conoció en los Juegos Suramericanos de la Juventud en Argentina, cuando era el DT de la velocidad de Colombia. Le dijo que fuera un mes a Santa Marta, que probara, pero en esa ocasión ella desistió, pero dejó la puerta abierta.
En noviembre del 2002, en los Juegos Departamentales, Loboa se lo volvió a encontrar y tras contarle que se había desgarrado el músculo isquiotibial izquierdo, él le insistió que se fuera para el Magdalena y ella aceptó.
Sus comienzos
Ecar y Martiza siempre vieron por Paola y por María Alejandra, la hermana mayor de la casa. Él, trabajando en el transporte privado y ella como auxiliar de enfermería, sacaban adelante a sus hijas que estudiaban e incursionaban en el deporte.
Se levantaron en el barrio Ciudad Córdoba de la capital del Valle del Cauca. Paola Andrea estudiaba en el Colegio Ciudad Córdoba. Desde los siete años, incursionó en el atletismo y encontró poco apoyo en ese claustro, cambió y se graduó de bachiller del colegio Rodrigo Lloreda Caicedo.
Dice que no era mala estudiante, al contrario, era muy buena, pero cuando conoció el deporte, al atletismo, pues los estudios pasaron a un segundo plano.
“Me divertía, corría, no era dedicada al estudio, pero tampoco perdí ningún año. Tuve problemas en el primer colegio porque se me recargaba el estudio, poco me ayudaron con eso de las concentraciones, los viajes y las competencias y por eso decidió cambiar”, relató Loboa Lastre, quien fue oro en el relevo mixto del Suramericano sub-20 de Bucaramanga.
“Tenía compañeros que les tocaba salir a trabajar y eso para uno es un golpe duro, porque uno siempre lo ha tenido todo”.
Cuando le tocaba ir a representar al departamento en los Juegos Supérate no le colaboraban y el estudio se le recargaba. Cuenta que le tocaba estar encima de los profesores para que la inscribieran en las competencias y casi nunca le ayudaron.
Su papá conoció, en medio de su trabajo, a una cliente que le contó que la hija hacía natación, que estudiaba en el colegio público Lloreda Caicedo y cuando él le comentó a Paola tomaron la decisión del cambio.
“Fue brusco por los niveles de enseñanza, de exigencia, del ambiente escolar. Es un colegio público, me tocaba cuidar los objetos personales porque se perdían y la gente no era la misma. Mire, yo venía de un colegio privado y los públicos son otra cosa, pero al mismo tiempo conocí la vida, supe qué era la vida. Tenía compañeros que les tocaba salir a trabajar y eso para uno es un golpe duro, porque uno siempre lo ha tenido todo”, comentó la deportista.
Llegó al atletismo ‘gracias’ al velocista jamaiquino Usain Bolt. María Alejandra y Paola no se perdieron las competencias del deporte base de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, allí donde Bolt fue la gran estrella.
María le dijo a su padre que quería entrenar, que le ilusionaba ir a la pista y un día las llevó a las canchas Panamericanas de Cali. Primero, Paola Andrea fue a acompañar a su hermana al lado de su papá y su mamá. Mientras ellos hacían la inscripción de María Alejandra, Paola bajó las escaleras, se metió a la pista, se unió a los niños que corrían en el lugar.
“Mi papá le dijo a mi mamá que a mí me iba a gustar más el atletismo que a mi hermana y eso pasó. María Alejandra duró poco. Hizo 100 metros con vallas y 400 metros, pero fue poco el tiempo que estuvo, mientras que yo seguí”, relató Paola Andrea.
Sus piernas largas y lo delgado de su cuerpo le venían como anillo al dedo para ser la velocista destacada que es. Le decían que se parecía a una gacela y ganaba en los entrenamientos y en las competencias locales.
En los Juegos Supérate del 2018 quedó de última y volvió destrozada a Cali. Pensó en no seguir. Iba bien preparada y los resultados no fueron los mejores, pero luego de varios días cambió la decisión, la mentalidad, y volvió con toda a los entrenamientos.
“No hacía las cosas en serio, pero un día cambié y comencé a tomarme con más dedicación los entrenamientos y eso me sirvió porque mejoré. Es que un año antes había ganado medalla en el Programa de Talento Atléticos Colombianos (TAC), quedé de tercera, ese fue mi primer nacional. Viajé sola, como selección del Valle a Bogotá 2017 y eso fue lo que me motivó para volver a recuperar mi nivel”, declaró.
Su primera entrenadora fue Mirtha Brock, atleta de mucha experiencia, campeona en los Juegos Bolivarianos, Suramericanos y Centroamericanos y del Caribe y con dos participaciones en los Juegos Olímpicos: 1996 y 2000.
Sus metas
“Vivo en Santa Marta desde enero del 2023 y estoy bien, feliz, contenta. No fue fácil adaptarme, pero superé todo y poco a poco me fui adaptando. Tuve un desenfoque, pero fui creciendo. Siento que me costó acoplarme. Estaba lejos de mi familia, tenía que hacer las cosas por mí misma. Me tocó sola, pero me puse a la tarea de aprender, de defenderme sola. Cocinaba, lavaba la ropa, eso lo sabía, pero me hacía falta la compañía, el hotel mamá que llaman”, contó.
En el pasado Campeonato Mundial de Atletismo sub-20 de Lima, Loboa logró una marca de 52,81 segundos, cerca del récord nacional en poder de Norma González de 52,39s, lo que le da a entender que va por el camino correcto.
Para los entendidos en atletismo del país, Paola Andrea es una atleta que se asemeja a lo que era Ximena Restrepo, la medallista de bronce de los 400 metros planos en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992.
Restrepo, mantiene la marca vigente en la categoría mayores de los 400 metros con 49,64s, registro que marcó ese memorable día en Barcelona.
“Como todo atleta uno tiene motivo y el mío es ir a unos Juegos Olímpicos. Quiero ir a correr y dar buenos resultados allá, ese es mi sueño y para eso me sacrifico”.
Entiende que tiene mucho futuro, pero al mismo tiempo sabe que le resta carrera y mucho por mejorar. No es fácil lograr lo que hizo Restrepo, pero entiende que su carrera apenas comienza y que sus tiempos son buenos y la pueden llevar lejos.
Admira a Allyson Michelle Felix, quien ha ganado 11 medallas olímpicas, siete de oro, tres de plata y una de bronce.
Tiene en su mente lo que ha hecho una de sus referentes, la dominicana Marileidy Paulino, quien en los pasados Juegos Olímpicos de París obtuvo la medalla de oro en los 400 metros planos con tiempo e 48,17s, nueva marca mundial.
“Muchas son las competencias a futuro a las cuales quisiera asistir. Como todo atleta uno tiene motivo y el mío es ir a unos Juegos Olímpicos. Quiero ir a correr y dar buenos resultados allá, ese es mi sueño y para eso me sacrifico”, sentenció Paola Andrea Loboa Lastre, quien está tras los pasos de Ximena Restrepo.
Lisandro Rengifo
Redactor de EL TIEMPO
@lisandroabel