El Sambingo, ubicado en Mercaderes, en el sur del Cauca, fue declarado como el primer río en desaparecer en Colombia a causa de la minería ilegal, en 2016. Tres años después, en 2019, los habitantes de este municipio se unieron para frenar la extracción criminal a través de una consulta popular. Hoy siguen firmes en su compromiso de defender su territorio y proteger su fuente vital de agua.
Conforme a los criterios de
Hace unas semanas, en agosto, durante la conmemoración del quinto aniversario de la Consulta popular legítima por el agua, allí se llevó a cabo una audiencia pública en la que se expusieron las nuevas amenazas que enfrenta el río.
La comunidad hizo un llamado a las autoridades ambientales, territoriales y Fuerza Pública para que se comprometan con acciones frente a las economías ilícitas como la minería ilegal y los grupos que están detrás del daño al ecosistema y la pérdida de biodiversidad, y así garantizar la protección efectiva.
No obstante, el trabajo en conjunto de los pobladores, hoy el Sambingo sigue siendo tan solo un hilo de agua en medio de playas blancas y rezagos de las dragas. No es ni una décima parte de lo que alguna vez fue.
“Lo primero es que generemos una conciencia ambiental, porque si destruimos los recursos naturales, destruimos la vida. Todos debemos hacer contención, porque las instituciones sin la ayuda de las comunidades, que son las que están en los territorios, no pueden hacer nada”, señala una persona de la zona.
Un líder afrodescendiente añade: “Velamos por que propios y extraños cuiden el agua, y se lo inculcamos a los niños”.
El descubrimiento
En el macizo colombiano, también conocido como el nudo de Almaguer y catalogado como reserva de biosfera por la Unesco, se desprende la cordillera Oriental de la Central y se forma la estrella fluvial donde nacen los ríos Magdalena y Cauca, que van al norte del país; el Caquetá, hacia el oriente amazónico, y el Patía, hacia el occidente.
El río Patía forma parte de la gran cuenca hidrográfica que lleva el mismo nombre con un área de influencia de 288.035 hectáreas hacia la cual fluyen los ríos Mayo, San Jorge, Hato Viejo y Sambingo. Fue en 2016, en una operación contra la minería ilegal, cuando militares del Ejército Nacional en un sobrevuelo hicieron el impactante hallazgo: el Sambingo había desaparecido por completo.
Según indicó la Policía, hombres extraían oro con retroexcavadoras y vertían altas cantidades de mercurio, lo que causó daños ambientales irreversibles.
]“Obtenían cuatro kilos de oro en 10 días, a expensas de erosionar la ribera del río Sambingo, afectar su curso y contaminar las aguas, lo que, sumado a las altas temperaturas del fenómeno de El Niño, terminó por llevarlo a la desaparición”, afirmó el entonces director de Carabineros de la Policía Nacional, general Rodrigo González Herrera.
En el lugar fueron encontradas cinco retroexcavadoras, una clasificadora y otros elementos para hacer la actividad ilegal. Según las investigaciones, esta generaba ingresos mensuales de casi 1,1 millones de dólares, y se había realizado entre 2013 y 2017. Para ese entones, la restauración del ecosistema se estimó en 176.000 millones de pesos.
Meses después, en 2019, más de 8.000 personas en Mercaderes votaron “sí a la vida” en una consulta popular, rechazando las actividades minero-energéticas en sus territorios. Sin embargo, este mandato ha sido ignorado, y la maquinaria amarilla sigue operando sin control.
Minería ilegal sin freno
La minería ilegal sigue afectando este río. Recientes denuncias de la Red por la Vida y los Derechos Humanos del Cauca revelan que la extracción ilegal de minerales, especialmente de oro, no se ha terminado y continúa impactando al Sambingo y otros ríos. “Denunciamos actividades de minería ilegal en el río Micay (municipios de Argelia y El Tambo), el río Timbío (municipios de Timbío y Patía), el río Quilcacé (municipio de Patía y El Tambo), y el río Ruiz (municipio de Almaguer)”, expresó la organización.
Imágenes recientes captadas por la Corporación Integral Social Mercadereña (Cisme) han revelado la presencia de maquinaria amarilla, utilizada para extraer minerales de manera clandestina y sin control.
“Exigimos a las autoridades competentes adelantar las acciones prioritarias para erradicar la minería ilegal, preservar, conservar y recuperar las fuentes hídricas y ecosistemas afectados, así mismo garantizar los derechos a la participación y denuncia de las comunidades”, agregó la red.
Líderes señalan que, sin que ninguna autoridad interviniera, se abrió una carretera de forma ilegal, por la cual se llevaron las máquinas hasta el río.
“Tal y como sucedió en el 2016, hay permisividad de las autoridades. Esto lleva varios meses y estamos haciendo la denuncia pública, esperando que se haga lo pertinente”, dice Camilo López, del Comité de Integración del Macizo Colombiano (Cima).
Además, critican la falta de acción de la Corporación Autónoma del Cauca y la señalan de ser “permisiva”. EL TIEMPO intentó comunicarse con Amarildo Correa, director de la entidad, pero no hubo respuesta. Según información del Ejército Nacional, se sabe que el Eln es el responsable de la explotación que aún permanece en la zona.
Un río vital
Un líder afro, que prefirió no dar su nombre por seguridad —porque en esta zona del país defender la naturaleza muchas veces significa arriesgar la vida—, cuenta que este río es importante para la zona.
“Este es un territorio habitado por comunidades negras cuya vida depende del río. Son poblaciones que no tienen sistemas de acueducto ni de irrigación y no tienen cómo conseguir agua sino a través del río, entonces este afluente es una columna vertebral. Pero además del consumo, es importante para el tema productivo, porque provee peces y sirve como eje de los ecosistemas”, explica.
También indica que es importante porque sirve como medio de transporte: “La gente a través de la balsa transporta insumos, materiales”. Y agrega: “Los pobladores tienen una relación espiritual con el río, la gente va y libera sus energías, hace acuerdos con la naturaleza”. Por eso es que las comunidades locales y organizaciones ambientales han insistido en monitorear y denunciar lo que no ha dejado de ser una noticia del pasado.
Museo del agua
Una de las soluciones que se ha intentado gestar desde la Gobernación del Cauca es que el macizo se convierta en un museo del agua. El principal objetivo es proteger esta zona.
Según Victoria Santander, gerente de la COP16 en el Cauca, “se está trabajando para lograr este reconocimiento, para que el mundo vea y se concientice sobre la importancia del agua”. Y agrega que este proyecto busca resaltar la biodiversidad: “Queremos que este sea un Cauca turístico y sostenible”.
Uno de los beneficios de la declaratoria como museo del agua sería la suspensión de exploraciones mineras en esta área, lo que tendría importantes implicaciones medioambientales. “Este reconocimiento ayudaría a frenar daños a los ecosistemas y funcionaría para impulsar cooperación internacional”, enfatiza.
MICHEL ROMOLEROUX
Especial para EL TIEMPO
Popayán