La vicepresidenta Francia Márquez se presentó al encuentro ‘Juntas por la Restauración de Nuestra Dignidad’ este 25 de julio, en el auditorio de la Universidad Libre, sede Valle del Lili, de Cali, por la conmemoración del Día Internacional de las Mujeres y las Niñas Afrodescendientes.
En este evento, al que estuvieron invitadas lideresas afrodescendientes de Colombia y el mundo, dio un discurso en el que resaltó la importancia de las negritudes en Colombia y a nivel internacional.
“Hoy no vengo a hablar solo de mí. Vengo a hablar desde un cuerpo afrodescendiente, un cuerpo de mujer negra que ha sido celebrado, instrumentalizado, desgastado y desechado
Porque sí, esta historia empezó con una celebración. El día que ganamos la segunda vuelta fue un día que se nos permitió la presencia, pero no se nos reconoció”. afirmó.
“Hace algunos años fui la voz que recorrió el país, fui la cara de la esperanza. la mujer afrodescendiente que traía el eco de los ríos, de las casas humildes, de los saberes populares, de las manos callosas, de las mujeres que limpian las casas ajenas mientras sueñan con una vida digna”, anotó.
“Pero pronto pasé de ser el fenómeno político, la heroína, a ser la ‘traidora'”, sostuvo en el auditorio de la Universidad Libre, sede Valle del Lili, en el sur de Cali.
También señaló: “Porque en este país, cuando una mujer negra asciende, la sospecha la persigue. El sistema no se pregunta por sus capacidades, sino por si está en el lugar que se merece. Si se sale del margen asignado, entonces es “arrogante”, “desleal”, “torpe”, “incapaz” y “peligrosa”.
Sostuvo, además: “Estamos viendo a líderes afrodescendientes participar en las dinámicas del poder, en gobiernos que se llaman progresistas, pero que aún cargan las marcas de un Estado racial.
Como decía James Baldwin, no todo lo que se enfrenta se puede cambiar, pero nada puede cambiar hasta que se enfrenta. Y eso estamos haciendo hoy: enfrentando”.
Quiero ser clara: no estoy aquí para quedarme callada. No voy a fingir que no duele, que no cansa, que no desgasta. Tengo ganas de gritar, tengo ganas de www.vicepresidencia.gov.co contarles cómo este país nos arrastra en sus narrativas de exclusión, nos asfixia
en su desconfianza, y luego nos culpa por no respirar.
¿Cómo se elimina a una mujer negra del poder en una democracia
contemporánea? Con narrativas que sirven de antesala para los explosivos o las balas. Narrativas que repiten: “torpe”, “incapaz”, “desconfiable”, “desleal”, “traidora” crean el terreno perfecto para que alguien considere que eliminándonos hace patria.
Para hacer evidente las consecuencias que tiene cultivar el odio racial en contra de quienes nos atrevemos a ocupar estos espacios, quiero mencionar dos casos que fueron conocidos por el país, en los que unas personas terminaron enfrentados a la justicia por haberse dejado cegar por el odio. Un odio cultivado por otros que, con intereses mezquinos y desde tarimas políticas, sembraron en ellos expresiones racistas en contra mía y en contra de todos los negros de este país. El país aún no olvida cuando una mujer de avanzada edad, quien en Bogotá y desde la plaza de Bolívar, animada por las arengas que políticos hacían en medio de una marcha contra el Gobierno, terminó negando la condición de ser humano a los negros y nos equiparó con un animal, al tiempo que gritaba que era inconcebible que una negra pudiera hacer parte del gobierno. Claro que eso es racismo y claro que el racismo es delito, tanto que una Juez de la República así lo decidió y la condenó por hostigamiento y actos de discriminación.
Agregó: “Esta fue una pena simbólica pero poderosa por el mensaje que dejó: ¡Odiar por el color de piel no es una opinión, es un delito! También recordamos el caso de un joven, paradójicamente víctima de la violencia en este país, quien embriagado del odio que se destilaba en las redes sociales, resultó deseando que a la sede de la Vicepresidencia le pusieran una
bomba y de esa forma acabar con mi vida. Esa rabia no le pertenecía, era la rabia de quienes buscaban borrar del espectro político a una negra que, para ellos, no merecía estar usando las herramientas que el Estado dispone para proteger a sus funcionarios. Es valioso recordar este caso, porque la amenaza nos demuestra cómo el racismo y la discriminación les hace creer a quienes lo practican que no merecemos ni la dignidad, ni la vida”.
También aseguró: “Desde la campaña hasta hoy, he vivido muchos episodios de deslegitimación, sabotaje y exclusión. Les cuento solo algunos: me dieron la misión de crear una institución sin estructura, sin recursos, sin apoyo. Me dijeron: “Hazlo tú”. Y cuando argumenté que tres viceministerios eran muchos, me exigieron cinco. Lo hice, a pesar del bloqueo sistemático. Me acusaron de no ejecutar, cuando jamás me entregaron el instrumento para hacerlo. Se promovió la idea de que como soy negra, seguro robo. Sin haber tocado un peso, me trataron como criminal. Porque el color de mi piel, tristemente, para muchos, ‘me hace culpable'”.
“Me exigieron ser sumisa. Cuando exigí respeto, me llamaron arrogante. Poco a poco, lo que se me dijo en privado se va haciendo público. Ahora que guardo prudencia, se me acusa de complicidad por guardar silencio”, agregó. “Esto no es solo personal. Esto es estructural”, manifestó ante más de 1.500 asistentes en el auditorio de la Unilibre en el escenario del encuentro ”Juntas por la restauración de nuestra dignidad’, lideresas de ciudades del territorio nacional y de 60 países del mundo, donde se elevó el clamor de libertad y restauración para las comunidades y, sobre todo, las mujeres y la niñas afrodescendientes.
“La narrativa que justificó la esclavitud, esa que decía que las personas africanas no eran humanas sino animales de carga, no ha desaparecido. Solo ha mutado. Hoy se manifiesta en argumentos que indican qué puede o no decir una persona
afrodescendiente. Hoy, la carga es simbólica: somos útiles para ganar elecciones, pero no para gobernar. Así como en el período republicano nuestras ancestras y ancestros fueron útiles para participar, en primera línea, en la gesta de la Independencia,
pero no para obtener su libertad y participar en la naciente República”, aseveró la vicepresidenta Márquez.
“Se nos quiere en la foto, pero no en la toma de decisiones.
Se nos quiere como símbolo, pero no como un pueblo con voz.
Se nos quiere obedientes. Y si no obedecemos, entonces viene el castigo: la violencia política, la cancelación y la deshumanización pública. Hoy entiendo por qué tantas personas afrodescendientes que han llegado al poder se silencian. No porque no tengan ideas y capacidad para gobernar, sino porque el precio de hablar es alto. No se nos permite la irreverencia, y nuestros errores se magnifican. ¡Pero aquí seguimos!”, dijo contundente.