“Colombia”. Esa fue la última palabra que pronunció el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay la tarde del 7 de junio, antes de que un sicario de 14 años le disparara durante un mitin político en el barrio Modelia, occidente de Bogotá. El parlamentario, quien se perfilaba como uno de los protagonistas de la contienda presidencial del 2026, falleció el 11 de agosto, después de dos meses de lucha por su vida en una unidad de cuidados intensivos de la Fundación Santa Fe.
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Ese crimen en plena capital de la república revivió para los colombianos el fantasma de los magnicidios, que no se veían desde hace 30 años, cuando fue asesinado el líder conservador Álvaro Gómez Hurtado, y dejó una profunda herida en la democracia colombiana de cara a una de las elecciones más trascendentales de los últimos años.
La vida de Uribe Turbay, nieto el expresidente liberal Julio César Turbay, estuvo marcada por la violencia. “¿Por qué no tengo mamá? ¿Por qué mataron a mi mamá?”, eran sus constantes preguntas de infancia, recordó su padre, Miguel Uribe Londoño.
Cuando tenía apenas 4 años, su madre, la reconocida periodista Diana Turbay, fue secuestrada y asesinada por orden de Pablo Escobar, el capo del cartel de Medellín. La tragedia lo forjó.
Miguel Uribe Turbay y su madre, Diana Turbay Quintero. Foto:ARCHIVO PARTICULAR
“ ‘Mi mamá se hizo matar por la paz. Yo quiero trabajar por Colombia para que esto no vuelva a suceder’, decía Miguel”, dijo Uribe Londoño en conversación con la revista Bocas.
Fue precisamente desde el mismo lugar donde las balas de la mafia asesinaron a su madre donde anunció, en octubre de 2024, su intención de llegar a la Casa de Nariño por el Centro Democrático.
“Hoy, desde el sitio donde todo comenzó para mí, desde donde aprendí el verdadero valor de la vida y donde mi más profundo dolor, mi propósito y mi vida se unen, quiero anunciar que he tomado la decisión de ser candidato a la presidencia”, dijo desde las montañas de Sabaneta, al sur de Medellín.
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Una vida dedicada al servicio
La vida política de Miguel, como todos lo llamaban, comenzó en el Concejo de Bogotá, siendo el más joven, en ese entonces, en haber ocupado una curul en el cabildo distrital. Desde allí le hizo oposición al entonces alcalde Gustavo Petro, un capítulo que habría de repetirse una década después, siendo él senador y Petro, presidente de la República.
En 2012, fue elegido Concejal de Bogotá por el Partido Liberal. Foto:EL TIEMPO
Fue secretario de Gobierno de la administración de Enrique Peñalosa, buscó, sin éxito, la alcaldía en 2019, y en 2022 llegó al Senado de la mano del Centro Democrático y del expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien lo identificó desde el principio como una de las mayores promesas de la política colombiana, incluso por encima de varios de sus más fieles escuderos.
Miguel decía que su intención de estar en la política no era por la herencia familiar ni, mucho menos, por poder. Aseguraba que su única misión en la vida, herencia de su madre, a quien conoció por sus diarios y entrevistas, era servir a Colombia.
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“Desde que asesinaron a mi mamá, cuando yo tenía 4 años, hasta hoy –que estoy próximo a cumplir 40 años, la misma edad que tenía ella cuando la mataron–, su memoria me ha acompañado, guiado e inspirado. Si mi mamá no hubiera tenido ese final, tal vez mi camino hubiera sido otro. Podría haber sido músico, empresario o algo completamente distinto. Pero su violenta muerte marcó mi vida de una forma particular. En medio del dolor y el duelo, con el paso de los años, fui comprendiendo algo profundo: ella no murió buscando su éxito profesional, sino la paz de su país, para el bienestar de sus hijos y de todos los colombianos. Su vida y su sacrificio me enseñaron que el propósito puede surgir del dolor, que la tragedia puede transformarse en servicio y que el recuerdo de aquellos a quienes amamos puede impulsarnos a cambiar la realidad”, escribió Miguel en el libro Mi causa: Colombia, que dejó prácticamente terminado antes de su asesinato y que ya está en librerías.
En 2018, One Young World lo reconoció como uno de los 10 políticos jóvenes más influyentes. Foto:EL TIEMPO
Por dos meses, de la mano de su esposa, María Claudia Tarazona, el país mantuvo la esperanza de un milagro. Pero las balas disparadas casi a quemarropa cumplieron su cometido. En medio de uno de los escenarios políticos más polarizados en décadas, sin la protección que exigían tanto su condición de precandidato como la de cabeza de la oposición, Miguel Uribe Turbay fue asesinado.
“Iba a ser presidente, y por eso lo mataron. Así, con esa certeza, lo afirmo. Lo asesinaron para silenciar sus ideas, por eso lo eligieron como blanco, porque sobresalía, era el mejor de su generación, creyendo que iban a crear una situación que finalmente no les resultó”, dijo su padre, Miguel Uribe Londoño.
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¿Quién dio la orden?
El nombre de Miguel Uribe Turbay se inscribió en la lista de aspirantes a la presidencia de Colombia asesinados. Una lista en la que figuran los nombres de Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo. Una lista que no se movía hace más de 35 años. El crimen prende las alarmas por unas elecciones en medio de una escalada de violencia en distintas regiones y que incluso ha tocado a las ciudades capitales con actos terroristas que no se veían hace décadas.
El parque El Golfito, en Modelia, donde ocurrió atentado el senador Miguel Uribe. Foto:CÉSAR MELGAREJO
“El que reviva el fantasma de los magnicidios solo significa que el Estado y la política han perdido su papel como reguladores de las tensiones y los conflictos sociales”, dice el analista Pedro Medellín. Y es que, agrega, el crimen no solo fue contra un hombre, un candidato, un padre, sino que fue un atentado directo contra la sociedad colombiana y su democracia.
“El regreso de los magnicidios es gravísimo para el país. Con el asesinato de Miguel Uribe Turbay, que era el senador más votado y por tanto el líder natural de la oposición en el Legislativo, ya se puede afirmar, sin medias tintas, que el actual proceso electoral quedó manchado. Fue eliminado físicamente uno de los principales candidatos de la oposición al Gobierno. Ese es un hecho muy grave en cualquier contexto”, advierte Thierry Ways, columnista de este diario.
Miguel Uribe Turbay siguió la trayectoria política de su familia, a pesar del dolor vivido. Foto:EL TIEMPO
Los analistas hacen una pregunta que ronda a todos los candidatos, no solo a los presidenciales: si los violentos se atrevieron a matar a uno de los principales líderes políticos en Bogotá, en pleno acto político, ¿cuáles son las garantías que tienen quienes pretenden hacer proselitismo en departamentos como Cauca, Guaviare o en la región del Catatumbo? Con el orden público en sus peores momentos desde la firma de la paz con las Farc, en el 2016, y el poder de los ilegales creciendo en medio del fracaso de la ‘paz total’, el riesgo de unas votaciones amenazadas o condicionadas por los ilegales es evidente
Así va la investigación
La investigación de la Fiscalía por el caso de Miguel Uribe apunta, de hecho, a los grupos armados ilegales que se beneficiaron de las gabelas de la política de paz. El gatillero y quienes lo contrataron fueron rápidamente capturados. Las pistas llevaron a la justicia hasta Simeón Pérez Marroquín, un avezado criminal que es la ficha que conduce hasta la ‘Segunda Marquetalia’, la disidencia de las Farc comandada por ‘Iván Márquez’ y que tiene en Venezuela su principal centro de operaciones criminales. El ‘Zarco Aldinever’, segundo de ‘Márquez’ y señalado de haber ordenado el magnicidio fue asesinado a inicios de agosto al otro lado de la frontera, en la población de Elorza, estado Apure. Esa supuesta muerte diluye la posibilidad de llegar a la verdad en el crimen que sacudió a Colombia.
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La familia de Miguel insiste en que tampoco ha habido resultados en las investigaciones por las fallas en su sistema de seguridad, que estaba a cargo de la Unidad Nacional de Protección. Esa entidad es dirigida por Augusto Rodríguez, uno de los hombres más cercanos al presidente Gustavo Petro. Como en los magnicidios de los 80 y los 90, las dudas sobre el esquema de seguridad brindado por el Estado rondan el caso del senador y precandidato del Centro Democrático.
Alejandro, el hijo de Miguel Uribe Turbay en el funeral del 13 de agosto. Foto:EL TIEMPO
Su trayectoria pública, su proyección política y lo que significa para el país su trágico desenlace hacen de Miguel Uribe Turbay el personaje de la Colombia del 2025. Una Colombia en la que él siguió creyendo siempre, a pesar de todo. “La vida me ha enseñado que incluso en el dolor más profundo puede nacer la esperanza, y que nuestro legado no se mide por lo que nos arrebatan, sino por lo que somos capaces de construir a partir de esas pérdidas. La resiliencia no significa olvidar, sino transformar el recuerdo en fuerza, y el duelo, en propósito. Y en ese camino, mi mayor certeza es que, a pesar de todo, vale la pena creer en este país y trabajar por él incansablemente”, escribió Miguel en el libro que estaba escribiendo cuando lo sorprendieron los violentos.
MATEO GARCÍA
Subeditor de Política

