En la noche del lunes, Serena Williams, teniendo casi 41 años, logró su primera victoria en los últimos 440 días tras derrotar a la española Nuria Párrizas durante la primera ronda del Masters 1000 de Canadá.
Para sorpresa de los espectadores, en medio de su alegría, la tenista estadounidense más laureada de la historia dio a entender que el fin de su carrera estaba por llegar. “Supongo que solo hay una luz al final del túnel. No sé, me estoy acercando a la luz. Últimamente eso ha sido todo para mí. No puedo esperar para llegar a esa luz”, confesó en una corta rueda de prensa.
Menos de 12 horas después, a lo largo de una sentida carta confesional en la ‘revista Vogue’, sus intenciones de poner el último punto tomaron vuelo:
“Nunca me ha gustado la palabra ‘jubilación’. No me parece una palabra moderna (…) quizás la mejor palabra para describir lo que estoy haciendo es ‘evolución’. Estoy aquí para decirles que me estoy alejando del tenis, hacia otras cosas que son importantes para mí. Hace unos años comencé discretamente Serena Ventures, una firma de capital de riesgo. Poco después de eso, formé una familia. Quiero hacer crecer esa familia”, apuntó en la misiva.
“Llega un momento en la vida en el que tenemos que decidir movernos en una dirección diferente. Ese momento siempre es difícil cuando amas tanto algo. Dios mío, me gusta el tenis. Pero ahora, la cuenta regresiva ha comenzado”, añadió.
Y así, entre declaraciones que evocan la luz, la evolución y el amor, Serena Williams anunció que su retiro del deporte es cuestión de semanas. En el calendario, la mujer que cuenta con 23 títulos de grand slam tiene el Masters canadiense, el Masters 1000 de Cincinnati y una parada que se proyecta como la última de sus casi 24 años de carrera, el US Open.
La secuencia es clara: por ese torneo empezó a jugar al tenis, allí logró su primer título en un grande y en su pista dura espera dar el último adiós.
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Planeada para brillar
La increíble historia de Serena Williams en el tenis empezó en los años ochenta de la mano de Venus, la otra de sus cuatro hermanas que marcó un hito en el deporte, y el cuaderno de su padre, Richard.
Aquel afroamericano de clase baja, que había sido entrenado en su juventud por un misterioso coach de nombre Oliver y apodado ‘Whiskey viejo’, legó en un compendio de 78 páginas un plan tan riguroso como extraño para que Venus y Serena, sus dos hijas menores, se convirtieran en las mejores jugadoras de tenis.
Las calles de Compton, una ciudad de Los Ángeles (Estados Unidos) que históricamente ha estado marcada por altos índices de criminalidad y pobreza, fueron testigo de los estrictos entrenamientos que ambas hermanas, separadas por un año, siguieron desde antes que entraran al colegio.
Por las condiciones precarias en las que vivía la familia, la única forma de que las pequeñas Williams entrenaran un deporte surgido en las comodidades de la élite era la cancha pública de Compton. Allí, sin importar si llovía o hacía sol, o si las pequeñas estaban cansadas, Venus y Serena construyeron las bases del juego que luego se tomaría los grandes escenarios del mundo.
Aunque hoy Serena aparece como la más ganadora, la encargada de impulsar el salto de las hermanas fue Venus, quien, siendo mayor y de entrada más hábil, empezó a sobresalir mucho antes.
Debido a su desempeño en torneos menores, las oportunidades de jugar en el circuito junior de la Asociación de Tenis Femenino (WTA) tocaban insistentemente las puertas de la familia.
Sin embargo, Richard, en medio de su rigor, no quería que Venus compitiera tan pronto en los grandes torneos.
Me gustaría pensar que, gracias a mí,
las mujeres atletas pueden ser ellas mismas. Pueden jugar con agresividad y levantar los puños”.
El contexto, marcado por una exigencia desmedida para las jugadoras –que algunos encuentran similar a la suya– y la ausencia de tenistas negras, justificaba sus negativas.
Tras un pacto con el reconocido entrenador Rick Macci, que ya tenía en sus manos promisorias carreras como las de las norteamericanas Jennifer Capriati y Mary Pierce, la familia Williams se mudó a la Florida con todo el apoyo económico para que Venus hiciera parte de su academia.
Luego, tras intensas discusiones entre el padre mentor y el nuevo coach, la mayor de las Williams, con 14 años, hizo su debut en el circuito profesional para noviembre de 1994. Serena, entonces, se mantenía entrenando a su sombra.
Eso, como reconoce ahora en su carta en Vogue, fue la clave para empezar con firmeza su carrera profesional: “Cuando era pequeña, no era muy buena en el tenis. Me ponía muy triste ver que no tenía todas las primeras oportunidades que tuvo Venus, pero eso me ayudó. Me hizo trabajar más duro, convirtiéndome en una luchadora salvaje. Me propuse que viajaría a los torneos con Venus como su ‘compañera de bateo’ y, si hubiera un espacio disponible, jugaría. La seguí por todo el mundo y la observé. Cuando ella perdió, entendí por qué, y me aseguré de no perder de la misma manera. Así es como comencé a ascender tan rápido en el ranquin, porque aprendí las lecciones de las derrotas de Venus en lugar de las mías”.
“Observé, escuché y luego ataqué. Pero si no hubiera estado a la sombra de Venus, nunca sería quien soy. Cuando alguien me dijo que yo era solo la hermana menor, fue cuando realmente me emocioné”, rememora hoy.
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Historia viva del deporte
La entrada de Serena bajo los focos no fue la mejor. Tuvieron que pasar casi que dos años de presentaciones discretas para que la menor de las Williams luciera su auténtica calidad. Pero desde el momento en que lo dio, ya no hubo quien la detuviera.
La primera gran víctima de Serena fue la nacida en Serbia Monica Seles, quien siendo la número dos del mundo, vio cómo Williams, de escasos 17 años, la vapuleaba en el entonces Abierto de Ameritech de 1997, en Chicago.
“Recuerdo que esa noche, cuando regresé a mi hotel, llamé a mi agente y le dije ‘mis días están contados’ ”, comentó Seles en una entrevista hecha en 2020. Ese año, la menor de las Williams ingresó al top-100 del ranquin mundial.
Paradójicamente, su debut en los grand slam fue en 1998 con derrota a manos de Venus en el Abierto de Australia, torneo del que hoy es la máxima ganadora de la era abierta.
Sin embargo, en 1999 llegó su momento de dar el golpe sobre la mesa al ganar su primer grande: el US Open.
Para hacerlo, Serena tuvo que derrotar en cuartos de final a la norteamericana Lindsay Davenport, por entonces número dos del mundo, a la también estadounidense Mary Pierce, quien era la octava mejor del ranquin, en semifinal, y en la final a la alemana Steffi Graf, por entonces séptima del escalafón.
A partir de entonces, con un juego marcado por la potencia física, Serena Williams labró una carrera en la que de 1999 a 2019 llegó a jugar 34 finales de grand slam. Sus 23 títulos se distribuyen en siete del Abierto de Australia, siete de Wimbledon, seis de US Open y tres de Roland Garros.
Como si le faltaran distinciones, Serena es la única tenista en la historia que ha conseguido ganar los cuatro grandes tanto en dobles como en sencillos en una misma temporada, tras lograrlo en 2012.
Asimismo, junto a Venus, forjó una de las parejas más exitosas de dobles que ha pisado las canchas de tenis. Juntas, las hermanas alzaron 14 grandes y se adueñaron de tres medallas olímpicas (Sídney 2000, Pekín 2008 y Londres 2012).
La vitrina de Serena mantiene en general 98 trofeos, de los cuales 73 son de torneos individuales, 23 de dobles y dos de dobles mixtos.
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Hay vida más allá del tenis
Muy pocos reparan en que en medio de su exitosa carrera, a la par de los desafíos que afrontó desde pequeña, Serena tuvo que superar una embolia pulmonar y ganar, con dos meses de embarazo, su último grand slam, el del Abierto de Australia 2017.
Ahora, tras pasarse la mayor parte de su vida con una raqueta en la mano, la menor de las Williams ve que su partido más importante es dedicarse a la familia.
En su retrovisor, el tenis aparece como un “sacrificio” que disfrutó haciéndolo. Sin embargo, en esa especie de carta de despedida, deja muy claro que a Olympia, su hija, y al otro hijo que quiere traer al mundo, no los “quiere presionar demasiado”. Con conocimiento de causa, asegura que “todavía está tratando de averiguar ese equilibrio”.
Los aficionados se imaginan a Serena levantando a comienzos de septiembre un nuevo trofeo del US Open que la lleve a superar el récord de Margaret Court. Pero Wiliams ya no tiene nada que demostrarse en las canchas.
“Nunca quise tener que elegir entre el tenis y una familia. No creo que sea justo. Pero cumplo 41 años este mes, y algo tiene que pasar”, se dice en su carta.
Ella, que mucho tiempo trabajó bajo la brújula de su papá, quiere cumplirle el sueño a su hija de ser una hermana mayor. Ese es el próximo trofeo que buscará.
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