
¿Qué creen? Sí, de nuevo hay reclamos de ciudadanos indignados por los trancones en Bogotá. Hay muchas obras, dicen. Hay muchas motos, agregan. Hay muchos imprudentes, señalan. Hay mucho carro, trinan.
Y lo más chistoso es que quienes hemos expresado algo por el estilo, lo hacemos mientras vamos manejando nuestro vehículo personal.
(Le puede interesar: Celebrémosle a Bogotá | Voy y Vuelvo)
(Para seguir leyendo: Hay que erradicar el mototaxismo / Voy y vuelvo)
El problema de los bogotanos es ese –y me imagino que el de muchos en otras regiones del país–: nos quejamos del trancón, nos desesperamos, insultamos y hasta agredimos, pero desde la comodidad de nuestro carro particular. No hemos aprendido nada. O no hemos aprendido lo más básico: sí, tenemos derecho al carro, pero también a ‘mamarnos’ el trancón.
Claro, ya sé que muchos deben estar pensando en la típica frase de “para eso pago impuestos”. Yo también, pero eso no me garantiza exclusividad para usar las vías ni que encuentre el semáforo siempre en verde o a que me traten como a ciertos burócratas del estado: con escoltas atrabiliarios para quienes nunca hay trancón. Rico así.
Tampoco hemos aprendido que el carro debe usarse de forma racional e inteligente, no puede convertirse en el único medio en el que nos movamos durante el día. Y si lo vamos a hacer, pues aprendamos a hacerlo en horas de menor flujo vehicular. Y ahí viene el otro reclamo: “Pero es que el trancón es a todas horas”. Seguramente el cúmulo de obras, de desvíos y de cierres viales lo ha hecho todo más difícil, pero el que decidió sacar el carro fue usted, teniendo, seguramente, otras alternativas.
Ponerse bravo, insultar, agredir, amargarse el día nos ha pasado a todos. ¿Y qué hemos ganado? Nada. Perdida de salud y tranquilidad mental. Eso no lo notamos ahora, pero lo notaremos con el tiempo.
Si su recorrido va a ser largo, piense si vale la pena ir en carro particular. Si va a ser corto, mire a ver si de pronto lo puede hacer a través de otro medio distinto, como TransMilenio o la bici. Y si no tiene opción porque definitivamente necesita el vehículo, pues tenga paciencia, váyase acompañado para pasar el rato, lleve música, escuche el podcast de EL TIEMPO, consulte Waze y decida. Pero jamás llegue a la oficina a quejarse del trancón mientras usted hace parte de él. Ahí no tiene derecho a quejarse. Y si lo hace, mire que el reclamo sea justificado. Y a esto me quiero referir enseguida.
(Además: Metro de Bogotá: lo que implica el respaldo del Gobierno Petro)
Si bien la alcaldesa ha pedido paciencia por los trancones derivados de tantos frentes de obra, también es claro que muchas veces los ciudadanos nos quejamos por los absurdos que encontramos. Por ejemplo: las obras que duran semanas y semanas y no acaban. Nada que se acaba de construir la ciclorruta de la 94, ni la ciclorruta de la calle 53; nada que se acaba la pavimentación de la Boyacá, ni la ‘barriga’ de la Autonorte con 142. Ni siquiera hay demarcación de la vía en ese sector.
Hay que fortalecer la estrategia de comunicación. La gente no puede enterarse de un nuevo desvío o una nueva intervención el día en que cae en el atasco. Hay que hacer pedagogía de forma enfermiza, qué hacemos si así es como la gente entiende. En muchas obras hay obreros bien intencionados, pero no guías que ayuden a orientar a los conductores. En la troncal de la 68 no hay un solo policía que ayude a dar prelación a los vehículos o que colabore en solucionar los pequeños choques que a veces se registran. En horas pico no deberían haber tractomulas ni camiones de alto tonelaje viajando por corredores principales y con obras.
Hay que eliminar ese adefesio de pagar por salir en pico y placa, quizás ha servido para recoger una buena plata, pero en la práctica solo ha empeorado las cosas. Por la misma vía, las aplicaciones ilegales de transporte de pasajeros inundaron las calles y ahí estamos. Hay que ponerle pico y placa a las motos que no prestan servicio de mensajería. Y finalmente: por favor, un par de policías en los cruces críticos de la 68 con 100, en la Floresta, en la calle 53 y en la 68 con carrera 50 y hacia el sur. No es mucho pedir, pero algo ayudará. De lo contrario habrá que hacerle caso a la tuitera cartagenera que les recomendó a los bogotanos: si no necesita salir, no salga. Y si necesita salir, pues tampoco. Hágame el favor.
(Le recomendamos: Así le sacan el gas metano al terreno del parque Gibraltar de Bogotá)
ERNESTO CORTÉS
EDITOR JEFE DE EL TIEMPO
Fuente

