Alejandro Daly, joven activista colombo venezolano

Alejandro fue primero venezolano que colombiano y, sin embargo, no duda en decir que los pasos más importantes de su vida los ha dado de este lado de la frontera. Hoy exhibe con orgullo su pasaporte colombiano.

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Desde que llegó a Bogotá, a los 17 años, junto con sus dos hermanos, como consecuencia de la crisis política que se vive en el vecino país, se ha dedicado a trabajar en contra de la xenofobia, a hacer activismo por los derechos humanos y la no discriminación, a través de organizaciones como ‘El derecho a no obedecer’ y montó su propio barómetro para medir el rechazo a los migrantes y proponer acciones afirmativas que fomenten la integración entre venezolanos y colombianos.

Sigue siendo muy joven. Tiene 27 años actualmente y una vida de éxitos académicos que lo han llevado hasta la Universidad de Columbia, pero la verdad es que él quiere regresar a este país, del que ya es nacional, para seguir trabajando desde aquí, por Colombia y por Venezuela y, más que eso, para insistir en su mensaje de que aunque hay cosas que nos separan, son muchas más las que nos unen.

¿Eras así desde chiquito? Quiero decir, ¿te gustaba movilizar gente alrededor de causas sociales y participabas en este tipo de proyectos?

Ja,Ja, la respuesta es sí… Yo pasé los últimos tres años de bachillerato dedicado a revivir el modelo de Naciones Unidas de mi colegio, así que yo no fui a un recreo por esos años para asegurarme que esa actividad saliera bien. Sí, me gustaba meterme en estos temas y liderarlos desde que estaba en el colegio.

¿Qué recuerdas de la conversación con tus padres, el día que decidieron que tus hermanos y tú debían salir de Venezuela y buscar un mejor futuro aquí en Colombia?

Fue mi mamá la que se impuso y ella siempre dijo: a donde se va uno, se van los tres. Muchas familias venezolanas quedaron dispersas y ella nos dijo: no me importa lo que piensen, pero ustedes tienen que estar juntos apoyándose. La decisión fue dura obviamente. Primero vino mi hermana, que es cuatro años mayor, luego mi otro hermano, y después yo.

Esta es la historia de millones de familias que huyeron literalmente de Venezuela. Tenías 17 años en ese momento. Dime la verdad: ¿te parecía un buen destino Colombia?

Era el más cercano, obviamente, pero sí te digo que yo no tengo ni un primo perdido en Colombia. Me hice colombiano por amor a este país. No me arrepiento un solo día de la decisión que tomamos. Llevo 10 años viviendo aquí y aunque la crisis venezolana nos obligó a separarnos de mis papás, hemos construido desde cero y este país nos lo ha permitido. Estudié gobierno en El Externado y creo que fui el primer venezolano en graduarme de gerencia pública en esta universidad y no estaba tan claro que nosotros no podíamos hacer pasantías en el Estado y ahí, dije: ¡pucha, qué hago! Y fue entonces que ingresé en la organización ‘El derecho a no obedecer’ y la forma en que yo me encontré entre colombianos y venezolanos fue a través de la protesta, la verdad.

¿Cómo es eso?

En esta organización lideraba ejercicios de protesta por temas de contaminación del aire, participación de los jóvenes y lucha contra la xenofobia. Me acuerdo que en 2018 organicé un ‘abrazatón’ entre venezolanos y colombianos. Cuando yo monté esto le pedí a una cantante venezolana que cantara ‘La tierra del olvido’ y a un colombiano que cantara ‘Venezuela’. Esa experiencia me hizo darme cuenta de que podemos entendernos a pesar de ser distintos y que nadie viene a quitarle a otros nada sino que la migración se produce muchas veces no por gusto sino por necesidad y tenemos que ser capaces de abrazarnos frente a esa inevitable realidad.

Alejandro Daly

Foto:One Young World

¿En qué dirías que somos distintos los venezolanos y los colombianos?

Colombia es un país muchísimo más institucional que Venezuela. Este es un país de abogados, aquí todo es procedimiento, aquí toda la vida se va en buscar el papel que te sirve para hacer esto y lo otro, en cambio Venezuela es muy desorganizada y fresca, en el sentido caribeño. Bogotá, sobre todo, tiene una cultura muy andina, mientras Caracas es muy caribe: son charlados, relajados y muy informales.

¿Por qué insistir en tener un pasaporte colombiano si igual con los permisos te podías quedar aquí trabajando?

Y lo tuve hasta hace poco, en noviembre del 2023, pero es que yo genuinamente quería ser colombiano. Trabajé durante 5 años en promover la participación de jóvenes aquí, creo en los procesos de paz, he luchado por temas ambientales y aire limpio en varias ciudades del país y contra la xenofobia. Quien soy yo, está marcado completamente por lo que yo he vivido en Colombia.

De todos estos temas, decidiste trabajar con más ahínco en el asunto de la lucha contra la xenofobia. ¿Cómo te ha ido con esa causa?

Cuando yo llegué a Colombia había como 120 mil extranjeros, ahora nos contamos por millones. En ese momento no era una conversación, ahora sí. Es duro pero las sociedades van desarrollando ese rechazo a ciertas poblaciones nada más por el acento y nos terminan metiendo a todos en la misma bolsa. Tú veías que en la calle, los taxistas, los celadores en las puertas de todas las edificaciones te miraban feo y, en ese momento, vienen declaraciones fuertes de varios alcaldes y, con todo eso pasando, ahí monto el barómetro de xenofobia que todavía sigue pero con otra directora y me dedico a hacerle entender a la gente que, ¡pucha!, uno no migra porque quiere sino porque le toca, que somos el mismo pueblo. Me dedico a insistir que no todos somos ladrones y que no nos miren como una plaga, y creo que algo hemos logrado en ese sentido. A mí me encanta que tú estes haciendo este ejercicio conmigo porque esto es Colombia ahora: los nuevos colombianos somos nosotros.

Ahora mismo te encuentras en Estados Unidos. ¿Haciendo qué?

Me gané una beca para hacer mi maestría aquí en Columbia y tener nuevas experiencias laborales y aprender más, pero no he parado un minuto el trabajo por los migrantes y la integración binacional de la que te he hablado y la verdad yo tengo claro que mi centro de operaciones ha sido y va a ser Colombia.

Te defines como activista. ¿Qué quiere decir eso hoy en el mundo?

Gran pregunta. Ja,Ja. Para mí ser activista significa inspirar a los demás a ser su mejor versión para el mundo y esa es una versión más consciente, comprometida con su propósito y conectada con su comunidad.

¿Y crees que los jóvenes, de 27 años como tú o menores, si están tan preocupados por las realidades sociales que vivimos?

Ciento por ciento. Lo que sí creo es que mucha gente no sabe cómo movilizar su preocupación y se queda estancada solo en la crítica. El activísimo para mí implica hacer algo; cambiar algo en el sistema; pararte de la cama, soltar tu teléfono y hacer algo. Puede que algunos jóvenes estén todavía en ese proceso pero Colombia y esta sección en El Tiempo ha demostrado que hay millones que sí saben cómo hacer la diferencia y lo están logrando.

¿Qué pasó con tus padres?¿Siguieron en Venezuela?

Sí, como muchos papás ya mayores de edad, nunca se quisieron mover de donde hicieron su vida y yo los entiendo. Es la misma razón por la que yo me quiero quedar en Colombia porque mi vida ya está en este país. Yo amo Venezuela pero mi vida y los momentos más importantes ya están en Colombia.

¿Has vuelto a Venezuela?

Pucha, volví hace dos años a renovar mi pasaporte y mmm bueno creo que sí se puede decir, pero volví por la frontera, pasando por las trochas que nunca lo había hecho y, la verdad, fue la peor experiencia de mi vida, pero bueno, es lo que hay.

Es inevitable traerte al presente con todo lo que está pasando. ¿Crees que las cosas van a cambiar o seguirán igual, después de las elecciones y el fraude que hubo, para decirlo con todas las letras?

“Llevo 10 años viviendo aquí, y aunque la crisis venezolana nos obligó a separarnos de mis papás, hemos construido desde cero y este país nos lo ha permitido”.

Yo creo que estamos viviendo un momento único. Es una batalla espiritual que ganó la oposición. Nos unieron a todos en una lucha común por recuperar la democracia. Para mí ya eso es una victoria. Ahora, la salida como tal de la dictadura para mí depende tanto de los venezolanos como de los países vecinos y ahí Colombia juega un papel fundamental. Me parece retador, pero a la vez lindo, ya siendo colombiano, entender cómo mi país participa en la solución para mi otro país.

¿En qué piensas si yo te digo Nicolás Maduro?

En un ladrón de sueños. En eso pienso. Nos quitó los sueños a todos los venezolanos.

¿Y qué piensas, por el otro lado, si te menciono a María Corina Machado?

En la esperanza. Mira, yo soy una persona progresista y yo seguramente sería oposición a María Corina, pero yo quiero ser oposición en democracia. Yo quiero que ella sea la nueva guía de Venezuela y no estaremos de acuerdo en muchas cosas, pero ella hoy nos une a todos, por muy distinto que pensemos porque es la esperanza de todo un pueblo.

Dices que estamos viviendo un momento único. ¿Eres optimista, entonces?

Ay ¡pucha!, ayer y antier era bien pesimista, pero hoy creo que vale la pena decir: “hasta el final”. La lucha emocional en Venezuela es del día a día. Hoy me siento optimista porque creo que no podemos rendirnos y que vamos a vencer.

Terminemos casi que por donde comenzamos, en ese propósito que te inspira de tender puentes entre colombianos y venezolanos. ¿Qué mensaje le darías a los jóvenes de aquí y de allá?

Creo que todos los jóvenes tenemos la forma de hacer la diferencia y es nuestro deber garantizar que no importe de dónde somos, dónde nacimos, nuestra orientación sexual, nuestra raza, sino que la gente tenga la capacidad de hacer un cambio y que tenemos que trabajar duro y en conjunto para lograrlo, y yo le agradezco a Colombia que me permitió hacer eso como venezolano.

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