Viendo un día la televisión, la líder social y ambiental Diana Marcela Ayala Forero conoció que en Cali estaba naciendo el primer ecobarrio de América Latina. Eso fue en 2019. La idea le quedó rondando en su mente. Pero fue en 2020, en plena pandemia, cuando decidió plantearle la iniciativa al Distrito.
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Su objetivo era convertir el tradicional barrio de La Perseverancia en la primera zona de la ciudad sostenible y sustentable, o mejor, en un nuevo modelo de barrio, más preocupado por el medioambiente. No era una idea fácil de echar a andar y menos convencer a toda una comunidad. Hoy, menos de dos años después, ese sector es considerado por la Secretaría Distrital de Hábitat como el primer ecobarrio de la ciudad.
“Empezamos con pocas huertas en las partes central del barrio y de arriba. Eso hizo que nos conociéramos más entre las organizaciones y un proceso para reconocernos entre muchas más personas del barrio”, recuerda Diana Marcela, habitante de esta zona de la ciudad que en sus orígenes fue un barrio obrero. Ella considera que si bien hay avances importantes, aún tienen un largo camino por recorrer para ser realmente un barrio sostenible.
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En ‘La Perse’, como le dicen sus habitantes, ya lograron las intervenciones en el espacio público que les permite recoger en un tanque subterráneo el agua lluvia, para reutilizarla en el riego de las zonas verdes del parque central. También tienen paneles solares que en la noche iluminan la pista de patinaje y sus alrededores.
Adicionalmente, instalaron composteras, donde los residentes pueden depositar los residuos orgánicos, y un espacio para la recolección de elementos que se pueden volver a utilizar, como los electrodomésticos y los equipos de cómputo.
Lo ideal es que crear unos hábitos sostenibles y sustentables
Diana Marcela dice que deben avanzar en que no solo las organizaciones sociales y ambientales estén comprometidas con el modelo, sino todos los residentes de este barrio céntrico y cercano al Centro Internacional.
“Lo ideal es que crear unos hábitos sostenibles y sustentables, para que ningún hogar de La Perseverancia genere más residuos para llevar a (relleno sanitario) Doña Juana, sino que se utilicen en el mismo territorio, que los carros lleven lo mínimo, y que esto genere un beneficio en reducción, por ejemplo, de la tarifa de aseo”.
En proyecto están acciones para empezar a recoger el aceite de cocina y la recolección de pilas para que tengan un proceso de disposición adecuado, así como estrategias para que los niños del barrio puedan jugar e involucrarse, como los juegos lúdicos.
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Incluso, empezar la restauración de los cerros Pico del Águila y Monserrate, vecinos de La Perse, con árboles nativos, lo que ayudará al retorno de especies de fauna típica.
En ese proceso es clave la idea de concretar un pacto en el que quedarán por escrito los acuerdos de la comunidad para consolidarse como un ecobarrio y así impactar a todo el barrio, las zonas vecinas e incluso a los visitantes.
El caso de El Cortijo
Un proceso similar al de La Perseverancia es adelantado en El Cortijo y Ciudadela Colsubsidio, en la localidad de Engativá. Según Laura Peña, miembro de la organización social Somos Uno, en esas zonas del occidente de Bogotá desde hace ocho años la comunidad ha venido realizando diversos procesos de cultura, ambiente y protección de humedales (Tibabuyes y Jaboque) y quebradas y ríos.
En concreto, cuenta, han desarrollado proyectos de huertas urbanas comunitarias, de manejo de residuos, compostaje, arte, muralismo, festivales, estrategias de comunicación y hasta una defensoría jurídica, a través de la cual han interpuesto acciones jurídicas para proteger su territorio y sus ecosistemas.
El proceso no fue fácil y el resultado fue un punto medio entre lo que la comunidad quería y lo que la institución podía hacer
Ellos se postularon el año pasado y fueron escogidos por la Secretaría de Hábitat como ecobarrio y han logrado la intervención de tres sectores donde se instalaron tanques subterráneos (cada uno con capacidad para almacenar 5.000 litros cúbicos) para recoger aguas lluvias, a fin de reusarla en el riego de huertas y jardines para polinizadores, casas para aves y paneles solares –que iluminan en la noche los caminos conductores del agua– y señalética educativa y pedagógica sobre la fauna y flora de los humedales y la historia del barrio.
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“El proceso no fue fácil y el resultado fue un punto medio entre lo que la comunidad quería y lo que la institución podía hacer. Nos sentimos expectantes de cómo se le va a dar sostenibilidad al proceso y cómo vamos a seguir fortaleciendo lo que de manera comunitaria se ha venido desarrollando para potencializar lo que hacemos y para realmente ser un ecobarrio”, asegura Peña.
La líder social agrega que su sueño y el de muchos de las habitantes de El Cortijo y de la Ciudadela Colsubsidio es que más vecinos se sumen, y convertirse en referente distrital, nacional e, incluso, internacional de ser “un sistema de vida en armonía con la naturaleza”.
Qué son los ecobarrios
Los ecobarrios, de acuerdo con la Secretaría de Hábitat, que lidera la estrategia, son intervenciones en el espacio público con el objetivo de reverdecer la ciudad y persigue adaptar a la capital al cambio climático, mitigar el impacto ambiental, reutilizar recursos naturales, como el agua, y propiciar la apropiación social del espacio público y sus equipamientos, y así construir un entorno saludable, sostenible y amigable para los habitantes de la ciudad.
“Los ecobarrios responden a proyectos sustentables que buscan mitigar el impacto ambiental con ciudadanos activos y responsables”, destaca Nadya Rangel, secretaria del Hábitat. La idea es que en la ciudad se constituyan ocho espacios de este tipo.
En cada territorio, esta secretaría diseña un modelo de gestión, en coordinación de entidades distritales o privadas y las comunidades del ecobarrio, así como acciones de formación y sensibilización encaminadas al uso adecuado de prácticas sostenibles y la creación de territorios más sustentables. Las inversiones realizadas en esas zonas de la ciudad no superan los 400 millones de pesos.
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En la ciudad ya existen dos ecobarrios (La Perseverancia y El Cortijo – la Ciudadela Colsubsidio) y este año se espera que se sumen El Regalo – La Cabaña, en la localidad de Bosa; El Recodo, en Fontibón. Además, desde el Distrito se trabaja en la formulación de otros cuatro, ellos son La Roca, en San Cristóbal; Valles de Cafam, en Usme; Prado Rubio, en Chapinero, y La Magadalena, en Kennedy.
Los ecobarrios también cuentan con el apoyo de las secretarías de Ambiente y Salud, el Instituto para la Participación y Acción Comunal Idpac y varias alcaldías locales.
El primero que tiene padrino
Hace unos días, la Corporación para el Desarrollo de los Parques y la Recreación en Bogotá (Corparques), filial de la Cámara de Comercio de Bogotá, se vinculó a la estrategia de ecobarrios apadrinando el proceso de La Perseverancia.
En la construcción del este ecobarrio, que beneficia a más de 400 personas, contó con una inversión de 378’220.734 pesos. Y a través de la alianza de Corparques se proyecta una inversión adicional de 30’000.000 en especie, como “aporte para solventar las actividades de sostenimiento de algunos elementos físicos del lugar”.
En El Cortijo – Ciudadela Colsubsidio el Distrito ha invertido 393’386.329 pesos. Y en los procesos que se adelantan en El Regalo – La Cabaña y El Recodo se proyectan inversiones de 361’405.308 pesos y 374’983.939 pesos, respectivamente.
GUILLERMO REINOSO
En Twitter: @guirei24
EDITOR DE BOGOTÁ
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