Mientras intenta caminar sobre el río Liangma congelado, en el nororiente de Pekín, contesta la llamada. Es de los pocos diplomáticos que se quedaron en China para el invierno. Decidió no regresar a su ciudad natal porque es su primer año en el país, al contrario de lo que muchos de sus colegas hicieron. “La vida cambió aquí, no es igual a lo que era cuando llegué”, asegura.
El hombre trabaja en una de las embajadas que quedan en Sanlitun. Llegó en octubre del año pasado. “Pude viajar a Shanghái para pasar el fin de año”, cuenta. “Pensé que no lo iba a lograr, pero justo cuando eliminaron varios requisitos, como códigos QR, decidí organizar el viaje”, narra.
Durante el último mes, el país asiático ha anunciado cambios en su iniciativa de ‘covid cero’, que se ha venido aplicando desde hace tres años para mitigar los casos y muertes por la pandemia. En su mensaje de Año Nuevo, el presidente Xi Jinping fue enfático en decir que el país “ha entrado en una nueva fase de atención al covid-19”. En las nuevas guías de la Comisión Nacional de Salud (CNS) se señala que la enfermedad será tratada como una infección de ‘clase B’, lo que implica, por ejemplo, que el número de pruebas PCR obligatorias se reducirán.
De esa manera, los códigos que se debían escanear antes de entrar a cualquier establecimiento dejaron de usarse. Había uno que era una flecha que indicaba las ciudades a las que se viajó en la semana anterior y había otro, que se actualizaba cada 24 horas, que indicaba el resultado de la prueba de ácido nucleico y las vacunas. Si alguno de esos aparecía en amarillo o en rojo, no podía movilizarse.
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Otro de los cambios importantes es que desde hoy 8 de enero de 2023 se eliminan los requisitos de cuarentenas obligatorias para viajeros que lleguen al país. Solo se les pedirá un resultado negativo de una prueba realizada hasta 48 horas antes del viaje.
“Es algo bastante bueno. Todos pensamos que iba a ser un poco más escalonado, pero fue de un momento a otro. Ahora podemos viajar y movernos sin miedo a las cuarentenas o al virus”, dice David Rivera, un colombiano residente en Pekín.
Viajar sin cuarentenas
Por estos días, miles de familias chinas se programan para el Festival de Primavera, o Año Nuevo chino, la fiesta más tradicional. Las calles de las principales ciudades se han visto más transitadas, con alto flujo vehicular y personas en los parques, pese al intenso invierno. Los centros comerciales, clubes y restaurantes han vuelto a verse llenos. Cualquiera que llegara para este momento omitiría el capítulo de restricciones y control por la pandemia en el que estuvo China por tres años.
Desde comienzos de 2020, llegar a ese país se había convertido en un desafío. El turismo se redujo a mínimos históricos, los negocios se tuvieron que adaptar a nuevas modalidades virtuales y el país terminó aislado en una especie de burbuja gigante a la que solo unos cuantos podían ingresar.
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Al entrar al país, se debía hacer una cuarentena estricta. Al comienzo era de 14 días y con pruebas PCR en la nariz. Después, hacia agosto del 2022, el tiempo se redujo a siete días en un centro designado por las autoridades sanitarias y tres días más en casa. Para noviembre, el tiempo se acortó al modelo 5 + 2, es decir, cinco días en un centro y otros dos en casa. Desde hoy, se elimina este requisito, al igual que las pruebas al aterrizar.
Las personas de blanco —con trajes de bioseguridad, guantes, gafas, mascarillas—, que daban la bienvenida y les solicitaban a los viajeros llenar datos a través de WeChat, serán cosa del pasado, o al menos dejarán de estar tan presentes.
Sobre los pasaportes se ponía un código QR —el mismo que se revisa para salir del país— con los datos de salud de cada viajero. La salida del aeropuerto era por grupos de máximo diez personas, para mantener la distancia exigida. Unos buses, con una puerta de plástico entre el conductor y las sillas, eran los encargados de llevar a los pasajeros a los centros de cuarentena, que solían ser hoteles de varias categorías. Cada persona debía costear el hospedaje.
En esos lugares, desinfectaban todo con alcohol. No se podía salir de las habitaciones. En caso de hacerlo, el tiempo de cuarentena se reiniciaba. La comida era la misma para todos: desayuno, almuerzo, cena, servidos en recipientes plásticos. La basura se debía dejar afuera de la habitación. Para salir, todas las pruebas PCR debían estar negativas y se debía solicitar un código adicional para la ciudad de destino —este era uno de los grandes desafíos: cada lugar pedía un QR diferente—.
Esas medidas se sumaban a los confinamientos regulares, que se habían convertido en el pan de cada día, pues era un requisito adicional para llegar a varias ciudades. Para entrar a Pekín, por ejemplo, se debía cumplir con una cuarentena y observación adicional de hasta una semana. Por esta razón, muchos ciudadanos chinos dejaron de viajar por el país. Algo particular que no se veía en otros lugares del mundo es que en cada barrio había una carpa para hacerse las pruebas. Era obligatorio hacerse una al menos cada 72 horas, aunque en muchas ocasiones se exigía una diaria. Todo quedaba registrado en una aplicación y un código QR, plataformas que dejaron de existir con los nuevos cambios.
“La política de ‘covid cero’ está diseñada para un país como China, de 1.400 millones de habitantes; no es para otro país con condiciones distintas”, le explicó a este diario un miembro del Partido Comunista de China.
La gente se acostumbró a eso y a escanear los códigos a las entradas de cada establecimiento. “Lo difícil será evitar no pensar en hacer todo lo que nos pedían”, dice Victoria, una mujer china de 46 años que planea visitar a sus parientes en Alemania.
Pero eso se quedará en los registros y en la memoria de los ciudadanos, y ahora se entra en una nueva etapa. En palabras de David Castrillón Kerrigan, docente investigador de la Universidad Externado: “El Gobierno había empezado con una reducción en restricciones meses atrás para poner a prueba el sistema de salud ante un aumento de casos. Después de eso se dio la flexibilización total”.
Nueva ola de contagios
En China, la gente muchas veces no le temía al coronavirus, sino a las restricciones. Y eso partía del hecho de que muchos desconocían el virus y la enfermedad, pese a que comenzó en ese país. En Colombia, Estados Unidos y países de Europa, cuando se hablaba con cualquier persona, era altamente probable que dijera que ella o alguno de sus familiares o amigos se hubiera contagiado; en el país asiático, eso no sucedía.
Pero eso cambió. Con la flexibilización de medidas, en el último mes, China ha vivido un aumento de casos y muertes por covid-19. Reportes de residentes y periodistas en varias ciudades, como Tianjin o Hangzhou, han dado cuenta de que miles de ciudadanos se han infectado. “Mi familia y mis amigos nos contagiamos. Un pariente fue a comer a la casa de unos compañeros y a los pocos días dio positivo. Él nos había visitado”, narra un joven de nombre Lee, que vive en Shanghái.
Los reportes oficiales daban cuenta de 5.000 casos diarios, pero Occidente ha cuestionado los registros. Airfinity, la firma de análisis de riesgos de salud, ha dicho que los casos diarios se estiman en 1,8 millones. Sobre las muertes, desde el 7 de diciembre de 2022, China reportó una veintena por la enfermedad y después cambió los criterios para determinar cuáles habían sido causadas por covid-19, lo que generó preocupaciones. No obstante, Airfinity ha asegurado que el número de defunciones podría haber sido de hasta 9.000 cada día.
Lo cierto es que el mapa sobre lo que sucede a nivel nacional no es claro. Registros de la provincia de Zhejiang señalan que un millón de personas se habían infectado por semana en el último mes, y ciudades como Quzhou y Zhoushan han establecido que al menos el 30 por ciento de su población había estado infectada. Un comunicado del Gobierno chino asegura que Pekín ha superado el pico de contagios y que se “está monitoreando de cerca la situación de otras ciudades”.
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La Organización Mundial de la Salud aseveró que las estadísticas oficiales no mostraban el impacto real del virus en el país. Como respuesta, la vocera del Gobierno chino, Mao Ning, dijo que “la situación epidémica está bajo control” y el país ha compartido de forma “transparente” los datos sobre la pandemia, y que espera que “la OMS mantenga una posición científica e imparcial”.
Una vez se anunció la flexibilización, países como Japón, Italia, Malasia, India y Estados Unidos informaron sobre restricciones para viajeros chinos. “Es incompatible con la nueva situación del covid-19 y las actuales prácticas globales”, señaló el Gobierno chino.
El foco ahora está en la vacunación. Datos oficiales muestran que más de 3.400 millones de vacunas anticovid han sido administradas en el país y más del 90 por ciento de la población tiene el esquema completo. Las autoridades esperan que para esta temporada se realicen 2.100 millones de viajes, el doble de lo registrado en 2021.
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DAVID ALEJANDRO LÓPEZ BERMÚDEZ
Periodista de Reportajes Multimedia
En Twitter: @lopez03david