La noche del miércoles 30 de julio quedó marcada en la memoria de Carlos*, un ingeniero civil que cursa una especialización en la Universidad Javeriana. Contó en entrevista con este diario que, ese día, como de costumbre, salió de clase a las nueve de la noche y tomó su ruta habitual hacia el norte de Bogotá, montado en su patineta eléctrica.
No estaba en sus prevenciones que en el puente de la calle 106 con carrera 11 viviría el atraco más violento de su vida y que, mientras intentaba salvarse, otro ciudadano perdería la vida en medio del mismo asalto.“Yo transito por ahí de lunes a jueves, siempre después de clase. Vivo en la 170 con Boyacá y esa es mi ruta. Desde que tengo 14 años no me atracaban en Bogotá. Esta fue la primera vez”, recuerda.
La rutina se rompió cuando, al llegar al puente, Carlos notó que dos motocicletas circulaban cerca de él. No se alarmó al principio: en ese corredor es normal la presencia de motos. Pero al coronar el tope del puente, uno de los vehículos se desvió hacia la ciclorruta. Iban dos hombres. “El parrillero me miró y de inmediato supe que me iban a robar”.
Patineta recuperada por su dueño. Foto:Archivo particular
Yo no conocía a Enrique Molina, solo sé que también iba en patineta. Lo estaban robando detrás de mí. Después supe que murió
Intentó escapar girando hacia atrás, pero ya era tarde. Al mismo tiempo, otra víctima —el señor Enrique Molina— era abordada por otro grupo de asaltantes. “Yo no lo conocía, solo sé que también iba en patineta. Lo estaban robando detrás de mí. Después supe que murió”, relata con voz entrecortada.
Carlos frenó y buscó huir, pero los delincuentes lo acorralaron. El conductor atravesó la moto en la ciclorruta, bloqueando el paso. “Choqué de frente con la llanta y salí volando dos o tres metros. Caí con fuerza al piso”.
En medio del golpe y la confusión, alcanzó a ver cómo uno de los hombres se llevaba su patineta. Sin embargo, logró activarle a distancia el sistema de apagado que traía incorporado. “Se vieron obligados a dejarla tirada en el puente. Ahí entendí que, aunque estaba herido, había tenido suerte”.
La llanta de la patineta quedó pinchada. Foto:Archivo particular
Al mismo tiempo, vio a Molina correr herido tras haber sido despojado de su patineta. Fue la última vez que lo observó con vida. “Yo me quedé en shock, no sabía si correr por mi patineta o huir. Después me enteré que él murió y pensé: pude haber sido yo la víctima mortal”.
El regreso con miedo
Con la llanta delantera destruida, Carlos no pudo continuar su camino. Herido y asustado, decidió dirigirse a un puesto militar cercano para pedir ayuda. Allí le contaron que los atracos en esa zona son frecuentes. Incluso, a un uniformado le habían robado una patineta en el mismo sector.
“El robo fue exactamente a las 9:17 de la noche. Apenas pasó, escribí a mi familia. Más tarde, cuando vi en las noticias que el señor que había corrido murió, quedé destrozado”, confiesa.
Al día siguiente, acudió al hospital por sus lesiones y posteriormente interpuso la denuncia. Recibió un correo de las autoridades pidiéndole ampliar la información, pero asegura que no ha tenido más noticias de la investigación.
‘Esto no puede seguir pasando’
El ingeniero insiste en que esa noche fueron cuatro hombres en dos motos quienes ejecutaron el atraco. No logró identificar plenamente sus rostros, pero recuerda que uno de ellos vestía un saco blanco. Para él, no se trató de un hecho aislado: “Se nota que es una banda organizada”.
Su mayor indignación es que se haya difundido la versión de que Molina puso resistencia. “Yo no vi que resistiera. No me dio esa sensación. Creo que las autoridades deberían revisar las cámaras. Murió una persona, por Dios”.
Con tono firme pide que se investigue y que Bogotá le ofrezca garantías mínimas a quienes se movilizan en bicicletas o patinetas. “Yo tuve lesiones, pero sigo vivo. Él no. Eso no es justo. Todos necesitamos poder transitar seguros por esta ciudad”.
El hombre que murió en el asfalto: La tragedia de Enrique Medina
Enrique Medina Rojas, víctima de hurto en Usaquen Foto:Archivo particular
La otra víctima del atraco fue Enrique Medina, un hombre de 59 años que esa noche del 30 de julio, hacia las 9:30, regresaba a casa en su patineta eléctrica después de salir del banco. Al llegar a la carrera 11 con calle 106, en pleno puente, fue interceptado por varios sujetos que lo “pelaron”, le arrebataron su vehículo y lo dejaron gravemente herido.
El ataque, ocurrido en la mitad del puente, quedó registrado en las memorias de quienes lo conocieron y en el dolor de su familia. Sus allegados insisten en que en la zona hay cámaras de seguridad que deben ser revisadas para reconstruir minuto a minuto lo sucedido e identificar a los agresores.
Malherido, Enrique alcanzó a devolverse en busca de ayuda e, incluso, habría logrado realizar una llamada antes de desplomarse. La Policía lo trasladó de urgencia a la Clínica Santa Fe, pero pese a la atención médica falleció por la gran pérdida de sangre.
Un señalamiento que duele entre sus familiares es la cercanía de un batallón militar al lugar del ataque. “Parece ser” —dicen— que Enrique alcanzó a hablar con un soldado en una garita, pero no recibió auxilio. Recalcan que si había personal de guardia, cualquier ayuda pudo haber marcado la diferencia. “Los soldados juran defender a la patria y proteger a las personas”, subrayan, y piden que se esclarezca qué ocurrió en esos minutos decisivos.
¿Quién era la víctima?
Enrique Medina. Foto:Archivo particular
Medina era ejecutivo comercial de una entidad financiera, donde trabajó durante dos décadas. Sus seres queridos lo describen como un hombre trabajador, dedicado y cercano a su familia. Tras su muerte organizaron un homenaje y una velatón en Usaquén para exigir justicia. El mensaje fue claro: “No más violencia, no más atracos”, acompañado de un llamado directo a las autoridades para que se tomen acciones contundentes y se capture a los responsables.
Carlos Uribe, uno de sus amigos, compartió el último recuerdo que tiene de él: “Estuvimos comiendo pizza. Él salió en su patineta eléctrica; yo, en mi motocicleta. Lastimosamente, él no llegó a la casa. Cuando llegué a mi hogar, le escribí, pero no me contestó. Al día siguiente nos enteramos de la noticia. En Colombia, la vida tiene que tener valor, más que las cosas materiales. La justicia tiene que hacer algo para que no se vean más estos asesinatos”.
Hoy su familia insiste en que se recopilen todas las pruebas disponibles, se verifiquen las grabaciones de las cámaras del sector y se esclarezca la ruta exacta que siguió Enrique desde el asalto hasta su traslado a la clínica. Piden, además, que se evalúe la actuación de los militares que custodiaban la zona. “Lo único que pedimos es justicia”, concluyen sus allegados.
CAROL MALAVER
SUBEDITORA BOGOTÁ
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*Nombre cambiado por solicitud de la víctima.