El 11 de septiembre de 2001, el policía Will Jimeno madrugó a trabajar como cualquier otro día en la Terminal de Buses de la Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey (PANYNJ), en Manhattan. Esa mañana, sobre las 8:45 a. m., Will patrullaba los alrededores de esa estación, ubicada a pocas cuadras del World Trade Center (WTC).
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Unos segundos después de esa hora, Jimeno vio una sombra que voló sobre su cabeza. “Yo vi algo oscuro que pasó rápido, pero no le puse atención. Después de eso, en nuestros radios nos pidieron a todos los agentes que volviéramos a la estación de la PANYNJ. Eso era algo muy raro”, le contó el exoficial a EL TIEMPO en una entrevista.
Cuando entró a la estación, el televisor estaba prendido.
Él y sus compañeros no daban crédito a lo que mostraban las noticias. “Vimos que una de las torres del WTC tenía un hoyo muy grande, de donde salía humo oscuro”, dijo. Les explicaron que un avión se había estrellado contra las torres, pero la información aún era muy confusa. Su jefe les dijo a los agentes policiales reunidos que un bus los llevaría hasta el WTC para ayudar a evacuar los edificios.
“Cuando nos bajamos del bus, estábamos a una cuadra de las torres. La primera tenía humo, pero luego vi que en la esquina de la segunda también había fuego. En ese momento no sabíamos que el otro edificio también había sido atacado, pero sí vimos cómo la gente estaba brincando desde los últimos pisos”.
Así recuerda Jimeno, nacido en Barranquilla, cómo se iniciaron las 13 horas más largas de su vida en las que quedó atrapado bajo los escombros del WTC luego del atentado terrorista. Él fue uno de los cientos de uniformados que llegaron al lugar para participar de las labores de rescate y uno de los pocos sobrevivientes que hallaron con vida bajo los restos de las Torres Gemelas.
El colapso de las torres
Eran poco más de las 9:10 a. m. Un ambiente de confusión y miedo se vivía frente a las Torres Gemelas, que echaban humo. El sargento John McLoughlin –uno de los jefes de la PANYNJ– armó un equipo de cuatro personas para que lo acompañaran dentro del edificio. El sargento conocía de memoria el WTC. La misión era ayudar a los heridos. A McLoughlin le siguieron los agentes Jimeno, Pezzulo y Rodrigues. Juntos, entraron a las torres y se dirigieron a través del mall subterráneo para tratar de llegar a los pisos más altos.
En el camino se encontraron con el agente Christopher Amoroso, quien sangraba por un ojo después de recibir el impacto de un pedazo de concreto que se desprendió con el golpe de los aviones. Amoroso estaba ayudando también en las operaciones de evacuación. Él se rehusó a ser atendido y se unió al equipo de McLoughlin para seguir en las labores de rescate.
“Mientras buscábamos unas escaleras, de repente escuchamos un ¡booooom!. Me doy la vuelta, miro hacia la segunda torre y veo una bola de fuego tan grande como una casa. Todo se empezó a mover como un terremoto. Y mi sargento (McLoughlin) nos dijo que corriéramos hacia el hueco del ascensor. Corrimos mientras todo se movía. Vi partes del edificio desmoronándose y el concreto estaba cayendo sobre nosotros. Agarré mi radio y grité: ‘¡Ayúdennos!’, pero algo golpeó mi mano y perdí el aparato. Traté de cubrirme y empecé a oír como si un millón de trenes cayeran sobre nosotros”, relata Jimeno.
La torre norte del WTC había colapsado. Todo fue silencio por unos minutos.
Jimeno abrió los ojos. Estaba tendido en medio de los escombros, pero un pedazo de pared le había caído sobre la parte izquierda de su cuerpo. No podía moverse. Sus brazos estaban libres, pero sus piernas estaban atrapadas. El policía vio un hoyo que, calcula, estaba a unos seis metros sobre su cabeza. Por allí entraba un hilo de luz. A su alrededor todo era concreto.
La voz de McLoughlin resonó entre las paredes caídas. “Mi sargento, quien también había quedado atrapado, nos pidió que dijéramos cómo estábamos. Yo grité que no me podía mover y que tenía mucho dolor. Pezzulo dijo que podía salir de donde estaba, pero ni Rodrigues ni Amoroso contestaron”.
El agente Pezzulo se acercó a Jimeno e intentó mover durante largos minutos la pesada pared. “Me dijo que no me podía sacar y ahí supe que yo estaba en muchos problemas. Seguía tratando de ayudarme, pero no podía. Volvimos a escuchar un ¡boooom! como el primero, y cuando todo estaba cayéndose pensé que me iba a morir”.
La segunda torre se vino abajo. Eran cerca de las 10:20 a. m.
Jimeno, mientras el edificio se desplomaba sobre ellos, cruzó sus brazos y los puso sobre su pecho en caso de morir. Era un gesto para que su esposa, Allison –embarazada de siete meses–, supiera que estaba pensando en ella durante los últimos momentos de su vida. “El concreto golpeó a Pezzulo, y cuando volteo a mirarlo, estaba sangrando mucho. Me dijo: ‘Willy, me estoy muriendo. Nunca se te olvide que morí tratando de salvarte’”.
Las siguientes 10 horas fueron largas y difíciles. Caían pedazos de escombros encendidos, y por más que intentaba, no podía moverse. “Hubo un momento en el que me quería morir. Había perdido a tres compañeros: Rodrigues, Amoroso y Pezzulo”.
Su único “consuelo” era pensar en Allison, su hija Bianca, que por ese entonces tenía 4 años, y Olivia, la bebé que estaba por nacer. “Di gracias por mis 33 años de vida, a mis padres por haberme traído a este país y por poderle ayudar a mucha gente como inmigrante”. Jimeno y McLoughlin trataban de mantenerse despiertos el uno al otro. Hablaban. Se preguntaban cómo estaban y se animaban para no perder la esperanza de salir con vida. Se repetían el uno al otro que no podían quedarse dormidos.
Después de perder la noción del tiempo, Jimeno cuenta que horas después tuvo una visión. Tenía mucha sed, estaba cansado y su cuerpo empezaba a hincharse. “Vi una persona caminando hacia mí, tenía pelo café y me ofreció una botella de agua. Para mí esa persona era Jesús. Me dijo que siguiera peleando”, recuerda.
Corrían las 8 p. m. De repente escuchó a la distancia alguien que gritaba: “United States Marine Corps, can you hear us!? (¡Cuerpo de Marines de EE. UU., ¿puede escucharnos?!)”. Jimeno les devolvió el grito pidiéndoles ayuda. “Eran marines de la reserva que llegaron con rescatistas. Ellos bajaron por el hoyo y durante tres horas estuvieron tratando de romper el concreto para sacarme. Yo les suplicaba que me cortaran la pierna para que también rescataran a mi sargento, pero me dijeron que me sacarían en ‘una sola pieza’”, dice al rememorar ese momento.
Finalmente, Jimeno salió de los escombros después de 13 horas directo al hospital. “Mientras iba en la camilla fue la primera vez que lloré. Vi la luna y el cielo. Vi mucho humo y no vi los edificios. Estaba llorando porque sabía que no llegamos a salvar toda la gente que hubiéramos querido”.
La recuperación de Will Jimeno
Jimeno llegó sobre la medianoche al centro de salud. Tuvieron que operarlo de emergencia y su corazón se paró dos veces, pero lograron reanimarlo. Su cuerpo era dos veces el tamaño normal debido a la hinchazón. Durante los siguientes 13 días fue operado unas ocho veces. Los médicos tuvieron que extirpar músculos muertos y parte de su pierna izquierda quedó “como si la hubiera mordido un tiburón”, según describe.
Le tomó dos años volver a aprender a caminar. Su segunda hija nació el 26 de noviembre de 2001, el mismo día que Will nació en Barranquilla en 1967.
Pese a la dura experiencia que vivió bajo los escombros del WTC, años después Jimeno dice que ese día vio la solidaridad del pueblo estadounidense. “Hoy, yo solo quiero rescatar las cosas buenas que pasaron ese día, no las malas. Vi mucha solidaridad. Ese día, los terroristas pensaron que iban a ganar, pero EE. UU. y la gente de todo el mundo salieron más fortalecidos”, reflexiona.
Las historias de vida de Jimeno y el sargento McLoughlin, quien también salió vivo esa noche de los escombros, inspiraron a la industria del cine. Sus testimonios protagonizan la película que dirigió Oliver Stone en 2006. Llamada World Trade Center, el largometraje narra los momentos que vivieron ellos dos en ese fatídico 11 de septiembre de 2001. La película fue protagonizada por Nicolas Cage (quien interpreta el papel de McLoughlin) y Michael Peña (Will Jimeno).
“Esa experiencia fue fuerte porque mi sargento no quería hacer la película. Él no tenía confianza en Hollywood. Pero tuvimos un grupo muy bueno de profesores que querían enviar un buen mensaje con el film. Tengo mucho amor por Oliver, estoy muy orgulloso de que mucha gente de todo el mundo me manda mensajes diciéndome que vieron la película”, confiesa.
Esa experiencia fue fuerte porque mi sargento no quería hacer la película. Él no tenía confianza en Hollywood. Pero tuvimos un grupo muy bueno de profesores que querían enviar un buen mensaje con el film. Tengo mucho amor por Oliver, estoy muy orgulloso de que mucha gente de todo el mundo me manda mensajes diciéndome que vieron la película
Hoy dedica sus días a dictar conferencias y a escribir sobre su vida. Su tiempo libre lo pasa con su familia y practicando tiro con arco. “Yo tuve que aprender a vivir otra vez y esta experiencia es una cosa con la que vivo todos los días. Quiero ser un ejemplo de que de una tragedia pueden salir cosas buenas”, dice.
Jimeno ha publicado dos libros: uno es Sunrise Through Darkness, en el que narra cómo aprendió a vivir con el estrés postraumático tras el 9/11. El otro es Immigrant, American, Survivor, un libro para niños en el que cuenta cómo fue crecer como inmigrante en EE. UU. y cómo sobrevivió al atentado.
Este segundo libro, además, cuenta lo orgulloso que se siente de ser colombiano y de haber emigrado a los 2 años (1970) a Nueva Jersey. “Una cosa que mi mamá me enseñó era que, aunque viviéramos en Estados Unidos, nunca debíamos olvidar las cosas de nuestra cultura colombiana”. De hecho, Jimeno confiesa que es un gran fanático de la Selección Colombia. Su libro infantil, incluso, tiene en la portada a un niño que viste la camiseta tricolor marcada con el 10 y que divisa a lo lejos la estatua de la Libertad.
*Esta crónica fue publicada originalmente el 11 de septiembre de 2021, cuando se cumplieron 20 años del ataque a las Torres Gemelas. EL TIEMPO vuelve a publicarla por su contenido periodístico justo cuando se cumplen 23 años de los atentados.