¿Cuál es el primer juguete que le regalaría a un bebé? Seguramente un tierno y peludo oso, que pueda abrazar durante las noches. En el caso de Derek no fue así.
Su primer juguete fue un pulpo hecho en crochet; no se lo dio un familiar, se lo dio el hospital de Meissen —al sur de Bogotá, en Ciudad Bolívar— cuando él apenas tenía 30 semanas de vida. Y fue su mejor amigo dentro de la incubadora.
Es difícil imaginar qué puede tener de atractivo un pulpo, a no ser que en el proceso le den unos ojos tiernos. Aun así, un bebé prematuro como Derek no lo habría visto. Lo que le llamaba la atención a ese pequeño, que salió antes de tiempo, fueron los tentáculos y el olor impregnado de su madre.
En el mundo de la medicina, a esto se le conoce como un pulpo de apego, un tratamiento humanizado para los recién nacidos. La doctora Ruth Liliana López, jefe de la unidad de neonatología del hospital Meissen, llegó con esta estrategia al hospital después de que la Asociación Colombiana de Neonatología le diera una bolsa. Estaba llena de unos muñecos octópodos tejidos a mano. Eran de muchos colores y no medían más de 20 centímetros. Lo curioso eran sus tentáculos, que eran largos, delgados y caían en espiral.
El pulpo de apego es un tratamiento humanizante para los bebés prematuros. Foto:César Melgarejo/ El Tiempo @melgarejocesarnew
Un compañero en la incubadora
Uno de los primeros beneficiarios fue Derek. Cuando nació, tenía muchas dificultades respiratorias. Ingrid, su mamá, estaba todo el tiempo con él. Un día, el personal del hospital le obsequió uno de estos pulpos a Ingrid. Le dijeron qué debía hacer con él. La misión era que tuviera al muñeco en su pecho mientras amamantaba a su hijo. Cuando fuera hora de devolverlo a la incubadora, tenía que dejar al pulpo con él.
“Yo al inicio no creía en eso, no tenía sentido que le dieran un muñeco a un bebé”, cuenta Ingrid.
Derek tenía la costumbre de jalar los cables que lo monitoreaban constantemente. Pero todo cambió cuando le regalaron ese pequeño pulpo azul, que era de su mismo tamaño. Su familia todavía lo conserva dos años después. El bebé dormía siempre abrazando a su muñeco. Aferraba siempre uno de sus tentáculos dentro de la incubadora.
“Cuando me di cuenta de eso, supe que sí servía”, cuenta con una sonrisa mientras ve a su niño corretear enérgicamente, con toda la salud, por los mismos pasillos que lo vieron luchar para vivir.
Él es Derek, uno de los primeros bebés que fueron tratados con pulpos en Meissen. Foto:César Melgarejo/ El Tiempo @melgarejocesarnew
¿Por qué pulpos, entre todos los animales?
La doctora Ruth explica por qué el tratamiento con los pulpos es algo efectivo y puede llegar a tener un efecto similar al del programa de mamá canguro. Los tentáculos en espiral se asemejan al cordón umbilical. “Estos bebés deberían estar en el útero; cuando pasa el cordón, ellos lo tocan. Cuando los sacas, los pones en un medio artificial. Están solos”, explica la doctora.
Con el pulpo y la incubadora, el personal médico busca asemejar las condiciones dentro del útero con el calor, la humedad, la esencia de su madre y las texturas. “Si tú los liberas, entran en ansiedad”, añade López. Todo ese ambiente ayuda a que el pequeño no se arranque los dispositivos de monitoreo, sino que se aferre al pulpo.
Esta escena no sólo se repite en Meissen, sino en muchos hospitales de Bogotá y el mundo. El pulpo de apego es un tratamiento que ya es replicado a nivel mundial. Sin embargo, la doctora López decidió darle un giro extra para que fuera algo más integral.
Un tratamiento integral
El hospital Meissen está en la localidad Ciudad Bolívar y recibe constantemente a población vulnerable en sus salas. Además de eso, estar en un centro de salud no es fácil para nadie. El estrés para las mamás de escuchar un pitido, una y otra vez, que marca la lucha que lleva su hijo por vivir. Cada respiro y latido; sumado al encierro y ver los desafíos que pasa ese pequeño ser que salió de sus entrañas no es para cualquiera.
Así se ve sólo una de las salas del hospital de Meissen. Foto:César Melgarejo/ El Tiempo @melgarejocesarnew
Con eso en mente, la doctora Ruth decidió llevarle una distracción a las madres. Fue así que las mujeres de distintas edades terminaron con aguja e hilo intentando tejer un pulpo. Sentía que también podía ayudar a que, de ahí, algunas mujeres pudieran subsistir del crochet en un futuro.
Ingrid no se quedó atrás y empezó a aprender, al igual que Ofelia, la abuela de Derek. Tejerlos es un proceso complicado. Cada puntada debe ser milimétrica para cumplir con todos los parámetros de seguridad. Porque no cualquier pulpo puede llegar a estos bebés.
A Ofelia se le encendió el bombillo y empezó a tejer más pulpos desde ese entonces. Primero para su nieto mientras que siguiera en la incubadora, y luego para donar al hospital, que siempre está necesitando más octópodos para los bebés que nacen y son tratados allí.
Así como Ofelia, muchos miembros del personal médico y fundaciones se han sumado a tejer pulpos para donarle al hospital, porque se ha notado que sí contribuyen al tratamiento. Además que siempre necesitan más y más en Meissen.
Natalia Huérfano se ha dado cuenta de eso en los dos meses que su hija ha estado hospitalizada.
Su bebé no la ha tenido fácil desde el útero; tuvo que salir a las 26 semanas porque el líquido amniótico se infectó. Una vez fuera, vinieron complicaciones para sus pulmones y hemorragias en su cabeza. Aún con todo eso, ha sido una pequeña guerrera que Natalia ama con orgullo.
“Cuando la dejo, está tranquila con su pulpo y siento que ha mejorado”, cuenta mientras su niña duerme sobre su pecho y al lado de su pulpo.
El día de la entrevista con EL TIEMPO, Derek se graduó del programa de mamá canguro en Meissen a sus dos año. En su equipaje traía una clase de llavero con varios pulpos que tuvo cuando era un bebé, pero el protagonista era un pulpo grande que le tejió su abuela para continuar el vínculo con este animal marino.
En señal de agradecimiento por mantener con vida a su nieto, Ofelia decidió donarle al centro médico más pulpos para sus pacientes, que siempre van llegando y necesitan estar tranquilos; todo mientras luchan por tener una larga vida.
El hospital recibe donaciones de material para seguir haciendo más pulpos de apego. Foto:César Melgarejo/ El Tiempo @melgarejocesarnew
María Paula Rodríguez Rozo
Escuela de Periodismo Multimedia EL TIEMPO
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