Si alguien guardaba la esperanza de que Donald Trump iba a moverse hacia una línea más moderada tras ganar las presidenciales en Estados Unidos del pasado 5 de noviembre y dejar atrás la explosiva campaña electoral, esa idea quedó rápidamente en el olvido esta semana con el anuncio de algunas de las personas elegidas para acompañarlo a partir del 20 de enero de 2025 en su próximo gobierno.
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A diferencia de su primer mandato (2017-2021), cuando inicialmente se rodeó de figuras respetadas por el establecimiento para dar más credibilidad a su gestión, esta vez el republicano está llenando su gabinete, principalmente, con figuras de extrema cuya característica esencial es la lealtad absoluta sobre todas las cosas.
Esta situación ha desatado preocupación no solo entre miembros de su propio partido, sino en grandes ramas del poder como la justicia, los militares y hasta el sector de la salud.
Con cuentagotas, pero sin pausa, Trump ha llenado ya unas 22 de las más altas posiciones para su próxima administración, entre los que hay dos presentadores de televisión para dirigir las Fuerzas Armadas y el apartado de inteligencia, otro investigado por abuso sexual de menores y consumo de drogas, y un político reconocido por su posición antivacunas y teorías de conspiración.
No es la mejor selección. Pero entre las alternativas que sonaban y los otros que hemos visto, antes nos damos por bien servidos
Aparte de sus perfiles ideológicos –que fueran trumpistas era algo esperado, pues ganó claramente las elecciones y es su potestad–, las alarmas también han sonado por su falta de preparación para manejar agencias que tienen billones de dólares en sus carteras y de las cuales depende la seguridad nacional de Estados Unidos y, en parte, del planeta.
Por supuesto, entre los nominados no todos causan polémica. La selección del senador Marco Rubio como nuevo secretario de Estado –y el latino que más lejos ha llegado en la diplomacia de Estados Unidos– fue aplaudida incluso entre sus rivales pese a su posición de línea dura en algunos temas. Esto se debe a su amplia experiencia en relaciones internacionales, acumulada en casi 15 años en la Cámara Alta.
John Ratcliffe, como nuevo jefe de la CIA, también dejó tranquilos a algunos en esta comunidad dado su anterior cargo como director nacional de Inteligencia (DNI) durante el final de la primera administración Trump. Sin embargo, en palabras de otra fuente, se trata de un excongresista que no tiene mayor experiencia y con una agenda claramente pro-Trump.
“No es la mejor selección. Pero entre las alternativas que sonaban y los otros que hemos visto, antes nos damos por bien servidos”, dice la fuente.
Pero esa sensación no es la misma con otras carteras. Particularmente la de Justicia, Defensa y el mismo DNI (que supervisa las 18 agencias de inteligencia que hay en el país).
Los nombramientos más polémicos de Donald Trump
El nombramiento más explosivo de todos fue el del legislador de la Florida Matt Gaetz como nuevo fiscal general.
De 42 años y solo dos de experiencia en una firma de abogados, Gaetz ha sido investigado tanto por el Departamento de Justicia como por la Cámara de Representantes (controlada por republicanos) tras ser señalado de explotación sexual de menores, consumir drogas (cocaína) y recibir suntuosos regalos.
Gaetz, uno de los más férreos defensores de Trump en el Congreso, viene prometiendo una purga dentro de la Fiscalía, que acusa de corrupta por investigar al expresidente y llevar adelante una campaña de retaliación contra sus “enemigos políticos”.
El problema de Gaetz, además, es que genera ampolla incluso dentro del mismo partido, pues fue quien provocó la caída del último presidente de la Cámara (Kevin McCarthy) y hasta estuvo a punto de darse golpes con un legislador republicano el año pasado.
Aunque en Estados Unidos el fiscal es nombrado por el presidente, desde el escándalo de Watergate con Richard Nixon se estableció que tendría un rol independiente para evitar el abuso de poder.
Yo pensé que lo de Gabbard era el peor nombramiento de la historia. Pero luego escuché lo de Gaetz. Esto es como la leyenda de Calígula, que quiso nominar su caballo al consejo de ministros
Pero el temor es que con Gaetz se borre ese precedente y Estados Unidos regrese a épocas en las que la Fiscalía terminó siendo un instrumento de la Casa Blanca.
De otro lado, la excongresista de Hawái Tulsi Gabbard como cabeza de la DNI es otra selección que cayó como una bomba. Gabbard, que inicialmente militó en el Partido Demócrata, pero luego se acercó a Trump, no tiene experiencia alguna en inteligencia (es veterana de combate y ex teniente coronel en la Guardia Nacional) y ha sido abiertamente simpatizante de Vladimir Putin y otros dictadores.
Gabbard, de hecho, ha pedido que se suspenda la ayuda a Ucrania y levantó un polvero hace algunos años cuando criticó la intervención de Estados Unidos en Siria tras el uso de armas químicas contra la población y visitó al presidente Bashar al Asad pese a su estatus de paria internacional.
Tras su salida del Congreso, Gabbard se convirtió en comentarista de la cadena Fox, donde venía trabajando desde hace dos años.
“Yo pensé que lo de Gabbard era el peor nombramiento de la historia. Pero luego escuché lo de Gaetz. Esto es como la leyenda de Calígula, que quiso nominar su caballo al consejo de ministros”, dijo el exasesor de Seguridad Nacional de Trump (entre 2018 y 2019) John Bolton.
Otro caso parecido es el del nuevo secretario de Defensa, Pete Hegseth, que hasta su nominación esta semana venía trabajando como presentador de Fox en su popular programa Fox y amigos.
Si bien Hegseth es otro excombatiente de las guerras de Irak y Afganistán, no tiene experiencia de mando entre los militares ni tampoco formación para el manejo de grandes organizaciones. “Me van a decir que Pete va a manejar una organización de más de dos millones de empleados (en realidad son más de tres millones)?”, preguntó uno de sus colegas en Fox al conocerse su nominación.
Hegseth promete, además, ser disruptivo en una institución que se precia por su estructura y cadena de mando. Trump ya anunció la composición de una junta de exmilitares cuya tarea –supervisada por Hegseth– será identificar generales de tres y cuatro estrellas –los de más alto rango– que no le sean leales para descabezarlos. Es decir, otra purga como la que se anticipa en el Departamento de Justicia. Así mismo, el nuevo secretario de Defensa –emana de sus comentarios en Fox– considera que las Fuerzas Armadas han sido penetradas por una cultura woke (progresista) que buscaría erradicar.
Lo que no queremos es retroceder y ver a niños o adultos sufrir o morir para que nos acordemos que las vacunas funcionan
Pero de nuevo, y más allá de su ideología o cercanía con el nuevo presidente, la alarma está en su perfil a la hora de encabezar el instrumento militar más poderoso del mundo y con frentes abiertos en Ucrania, Medio Oriente y África.
De otro lado, Robert F. Kennedy Jr., como nuevo secretario de Salud, es otro que causa intensa controversia en Washington. Hijo del mítico Robert Kennedy (RFK, fiscal y hermano del asesinado presidente John F. Kennedy), lleva años siendo una voz muy polémica –peligrosa, según algunos– por ideas contrarias a la comunidad científica, como que las vacunas son dañinas y causan autismo (nada lo indica), que los químicos (fluor) en el agua explican la “confusión sexual” en los niños o que la leche de vaca no debe ser pasteurizada, entre muchas otras cosas.
“Lo que no queremos es retroceder y ver a niños o adultos sufrir o morir para que nos acordemos que las vacunas funcionan. Eso me preocupa”, dice la actual directora de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), Mandy Cohen.
A esta polémica lista se sumó ayer el empresario petrolero pro fracking –y millonario financiador republicano– Chris Wright, quien fue nominado por Trump para liderar la cartera de Energía para “reducir la burocracia” y estimular las inversiones en combustibles fósiles. Wright es además un escéptico del cambio climático.
¿A qué juega Donald Trump con los nombramientos?
De acuerdo con muchos analistas, la estrategia con estos nombramientos de extrema o outsiders para los cargos más relevantes tiene varios objetivos. En primer lugar, asegurarse de que quienes lo acompañen sean trumpistas ‘purasangre’ y no se le atraviesen en el camino a la hora de implementar su agenda.
Al mismo tiempo, y muy en la línea de su apasionamiento por los reality shows, causar un gran impacto y dejarles claro a sus detractores que en esta ocasión piensa arrasar.
Si el Senado aceptara suspender las sesiones con el propósito de que Trump pueda llenar su gobierno sin el aporte del Congreso, sería una abdicación absoluta de su poder constitucional
O, como lo puso Steve Bannon, uno de sus más estrechos colaboradores, para que se “relaman con esto” (suck on this) los demócratas.
Pero como decía el editorial del Washington Post esta semana, si bien Trump “como todos sus antecesores tiene derecho a cierta deferencia por parte del Senado y del público en general al presentar nominaciones para los puestos más altos, también existe el requisito implícito de nombrar candidatos plausiblemente cualificados”.
Algo que, según este medio, no se cumple, al menos en los casos de Gaetz, Gabbard y Hegseth.
Así mismo, hay dudas sobre el inmenso rol que podría jugar el multimillonario Elon Musk en su nueva administración ahora que ha sido nombrado cabeza de un nuevo departamento para la Eficiencia Gubernamental desde donde supervisará a las agencias reguladoras encargadas de vigilar sus intereses empresariales en Tesla, SpaceX y otros.
En cualquier caso, las nominaciones de Trump plantean desde ya una primera prueba fuego para un sistema democrático con el que no comulga y pretende desafiar.
En principio, todos los nombramientos del presidente –para este tipo de cargos– deben ser confirmados por la Cámara Alta a través de un proceso de audiencias y votación donde se revisan, precisamente, esas cualificaciones. Parte de los llamados controles y contrapesos que prevé la Constitución.
Pero dado lo controvertidos que son muchos de sus nominados, Trump le ha exigido a la nueva mayoría republicana en el Senado que permita las “confirmaciones en receso”, una figura excepcional que tiene el sistema y que le permite al presidente confirmar a funcionarios hasta por un año si la Cámara no está en sesiones.
Pero la maniobra es vista como una estrategia para evitar el escrutinio de sus candidatos y aprobarlos a pupitrazo.
“Si el Senado aceptara suspender las sesiones con el propósito de que Trump pueda llenar su gobierno sin el aporte del Congreso, sería una abdicación absoluta de su poder constitucional”, afirma Sarah Binder, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad George Washington.
Eso es lo que está por verse.