Guerra en Ucrania: el país está resistiendo en unidad – Europa – Internacional

Después de meses de bombardeos, de ataques con misiles y del caos provocado por la invasión de Rusia a Ucrania, la sola idea del libro ‘Resistencia: la guerra clandestina en Europa 1939-1945′ (Halik Kochanski, 2022) me desconcierta

La publicación del libro se produjo en un momento en el que el mundo temía que la capital sagrada de Ucrania, Kiev, cayera bajo la ocupación militar, como París, Praga, Varsovia, Bruselas, Belgrado y tantas otras ciudades antiguas de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. De hecho, un destino peor que la ocupación parecía esperarnos por el deseo patológico del presidente ruso, Vladimir Putin, de borrar a Ucrania del mapa de Europa.

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Aun así, un ejército asesino de ocupación ahora tiene gran parte del sur y del este de Ucrania bajo sus botas. Cuando una guerra clandestina estalla en estas ciudades, pueblos y aldeas ocupadas, y los duelos de artillería entre los militares ucranianos y los invasores rusos transforman a Donbás en un páramo. Entonces el libro de Kochanski no se lee tanto como un trabajo de historia sino como una crónica de una guerra partisana anunciada. La sentencia de William Faulkner de que el “pasado nunca muere, ni siquiera es pasado” nunca me había parecido tan cierta.

Patologías de la invasión

La estructura temática que Kochanski le ha dado a su libro, su academicismo escrupuloso y su reticencia a romantizar el trabajo lúgubre y sucio de ser un resistente hace que ‘Resistencia’ sea una especie de guía para los muchos ucranianos que actualmente combaten para minar la autoridad rusa en las zonas de nuestro país que hoy está asaltada.

El libro empieza con una pregunta simple, pero a la vez muy poco formulada por los historiadores de la Segunda Guerra Mundial: ¿Por qué resistir? Después de todo, el ‘blitzkrieg’ (la guerra relámpago) de Hitler estaba invadiendo Europa con facilidad. Los ejércitos nacionales de Polonia, los Países Bajos, Bélgica, Dinamarca, Noruega, Francia, Grecia y Yugoslavia habían sido derrotados. Inclusive la poderosa Unión Soviética parecía destinada a caer cuando el ‘Wehrmacht’ (ejército nazi) se acercó a Moscú en el verano de 1941. En muchos casos, los gobiernos nacionales habían huido o sellado pactos faustianos de supervivencia con sus invasores nazis.

La gente efectivamente empezó a resistir. Lo hizo por la necesidad de preservar su dignidad, porque no tenía otra opción, si quería sobrevivir. Esos mismos impulsos animan a los ucranianos hoy

¿Cómo podía entonces la gente sin entrenamiento militar atreverse a erguirse y enfrentar al ‘Wehrmacht’ que todo lo conquistaba? Lo más esperado, nos demuestra Kochanski, era mantener la cabeza gacha y, cuando fuera necesario, “aprender a aullar con los lobos”. Sin embargo, la gente efectivamente empezó a resistir. Lo hizo por la necesidad de preservar su dignidad, porque no tenía otra opción, si quería sobrevivir. Esos mismos impulsos animan a los ucranianos hoy.

El hecho de que la toma nazi siguiera su propia lógica despiadada y hasta genocida es lo que dio lugar a la resistencia de la Segunda Guerra Mundial. Desde un principio, Kochanski contrasta la vida bajo la ocupación en el oeste de Europa (Francia, Dinamarca, Países Bajos, Bohemia y Moravia y Noruega) con las condiciones en el este (Polonia, Ucrania, los Balcanes y la ex Unión Soviética).

En el oeste, las “ocupaciones nazis se llevaron a cabo con una mano mucho más liviana”. Es verdad, hubo masacres espantosas en Lidice, en Bohemia, y en Oradour-sur-Glane, en Francia. Pero los asesinatos masivos a ese nivel se destacaron por su rareza, al menos hasta 1944 cuando, señala la escritora, el ‘Wehrmacht’ adoptó en retirada las tácticas criminales que había empleado durante mucho tiempo en Polonia, la URSS y los Balcanes, “donde los asesinatos masivos eran la norma”.

Eso sucedía en el este, sostiene Kochanski, porque “la teoría racial nazi era el principal determinante de cómo los alemanes mantendrían a la gente conquistada”. Y el “pleno impacto de la política racial tuvo lugar en la región, donde los eslavos y los judíos eran vistos como Untermenschen, gente que tenía que ser plenamente conquistada y luego erradicada para hacer espacio para el Lebensraum germánico”.

Los horrores de la guerra

Es en la depravación de las ocupaciones nazis de Europa del este y de la URSS donde veo paralelismos con lo que está sucediendo hoy en Ucrania. En un inmenso insulto a la memoria de los soldados soviéticos rasos que libraron y ganaron la Gran Guerra Patria contra Hitler, esas reglas nazis de “Untermenschen” de alguna manera parecen estar embebidas en lo que el ejército ruso hoy le está haciendo al pueblo ucraniano. Nuestras mujeres son violadas; nuestros hijos, robados; y nuestros hombres, llevados Dios sabe adónde.

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En cuanto a las leyes de la guerra, no significan nada para el invasor. En un horror indescriptible, uno de nuestros prisioneros de guerra fue castrado mientras soldados leales a Putin alegremente filmaban su acto barbárico con sus teléfonos celulares. Y por lo menos 50 de nuestros prisioneros de guerra fueron masacrados y torturados, mientras estaban confinados en la prisión de Olenivka.

Kochanski es particularmente detallista en su descripción de cómo los nazis derribaron gobiernos y pretendían quebrar a la sociedad civil. Esos mismos métodos también se están aplicando en la Ucrania ocupada de hoy: asesinatos, secuestros, desaparición de funcionarios locales, deportaciones masivas, cierre de escuelas, iglesias y sinagogas. La captura y secuestro del alcalde Ihor Kolykhaev de Kherson es un ejemplo prominente.

El idioma ucraniano es descartado de las aulas, y reemplazado por clases obligatorias de ruso. Los libros de historia ya no se usan y nuestros hijos deben aprender la historia del ocupador. Pronto Rusia llevará a cabo referendos en las zonas que ostensiblemente controla, supuestamente como una manera de justificar ante el mundo la incorporación forzada de estos territorios. Aquí todos deberíamos recordar lo que Margaret Thatcher dijo sobre esto, que son “los mecanismos de los dictadores y los demagogos”.

Peor aún, se están produciendo deportaciones forzadas, no de mano de obra esclava, sino de miles de niños ucranianos. Entre los muchos actos criminales de Putin, este resulta inentendible. ¿El Kremlin piensa que puede revertir el desesperado futuro demográfico de Rusia secuestrando a bebés y niños? ¿Realmente cree que las madres alguna vez perdonarán u olvidarán este crimen? A menos que los devuelvan, la enemistad que sienten los ucranianos por Rusia no va a menguar, incluso si algún día se llega a restablecer la paz.

La solidaridad

La lección más indeleble que ofrece Kochanski tiene que ver con la unidad. La rivalidad entre los grupos de resistencia gaullistas y comunistas en Francia, entre los chetniks monárquicos y los partisanos de Tito en Yugoslavia, entre los comunistas, liberales y católicos romanos en Italia, entre los grupos clandestinos judíos y el ejército clandestino polaco en Polonia y otras divisiones étnicas, religiosas e ideológicas del estilo, que existieron en todos los países ocupados, le hizo un daño incalculable a los movimientos de resistencia antinazis y antifascistas.

Yuliya Tymoshenko

Yuliya Tymoshenko, ex primera ministra de Ucrania.

La lección en esto para Ucrania hoy es clara. El coraje de nuestros hombres y mujeres combatientes ha sorprendido al mundo desde que Putin lanzó su ‘blitzkrieg’ en nuestras fronteras el pasado 24 de marzo. Pero ese coraje está arraigado en el hecho de que nuestro país está unificado como nunca lo estuvo en siglos. El propósito es simple y único: preservar la soberanía, las vidas y libertades de nuestro pueblo. Sobre esto, todas las fuerzas políticas de Ucrania están en un acuerdo absoluto e inquebrantable.

Apenas días antes de que Vladimir Putin enviara su ejército para terminar con nuestra existencia como Estado soberano, las fuerzas democráticas de Ucrania, tanto de la oposición como las aliadas a Volodimir Zelensky, se reunieron con el presidente para prometer nuestra unidad en la defensa de nación. Desde entonces, hemos seguido dejando la política de lado mientras dure el conflicto.

Hoy, tristemente, hay algunos en Occidente que pondrían esta solidaridad armada en riesgo, sin reconocer que el resplandor de la respuesta militar ucraniana al ejército invasor mucho más grande de Rusia es el resultado directo de un entusiasmo basado en nuestra unidad. Instan a Ucrania a prepararse para hacer sacrificios territoriales con el objetivo de alcanzar un acuerdo de paz con Rusia. 

Esos pedidos supuestamente reflejan la estrategia diplomática del “realista” de mirada fría, pero no hay nada realista en destruir la cohesión nacional y debilitar la voluntad de nuestros hombres y mujeres guerreros ofreciendo una concesión unilateral que el Kremlin solo se guardará en el bolsillo para luego exigir más.

No me malinterpreten en esto: yo no cuestiono la cercanía del presidente francés, Emmanuel Macron, y del canciller alemán, Olaf Scholz, por nuestro país. No dudo de la sinceridad de su deseo de ver que Ucrania siga siendo un miembro independiente de la comunidad internacional. 

Pero sí creo que simplemente no han considerado esta unidad en sus llamados a que el país proclame públicamente la voluntad de rendir parte de nuestro territorio como preludio a las conversaciones de paz en sus apreciaciones. Destruir nuestra unidad y comprometer la soberanía no aportará paz, solo abrirá la puerta para que Rusia siga saqueando Ucrania.

Nuestra unidad y la brutalidad asesina de quienes ocupan nuestra tierra son el origen de una entereza mayor que hoy se está formando en las ciudades y regiones ucranianas invadidas por el ejército de Rusia y sus lacayos criminales de Chechenia y Siria. Sin embargo, este grupo partisano emergente tiene una ventaja respecto de las fuerzas clandestinas amateur que describe Kochanski. 

Ininterrumpidamente desde 2015, fuerzas especiales de Estados Unidos y de otras naciones de la Otán han preparado a los ucranianos, incluyendo la creación de una compañía de guardia nacional entrenada en tácticas de resistencia.

Hoy, por supuesto, el movimiento partisano emergente de Ucrania no está atrapado en nada parecido a la mordaza nazi/soviética. Por cierto, nuestras fuerzas partisanas están en una posición más parecida a la de los ejércitos clandestinos de Europa occidental durante la Segunda Guerra Mundial, armados y apoyados por las democracias occidentales. Ya le asestaron un golpe a la base aérea rusa en Crimea, destruyendo aviones de combate y bombarderos, y también depósitos de armamento.

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Liberación

‘Resistencia’ concluye sin hablar del entusiasmo que todos deberían esperar de una victoria sobre el nazismo y el fascismo. Por el contrario, Kochanski revela la confusión, el desencanto y la amargura reinantes cuando los ejércitos partisanos comenzaron a enfrentar un futuro incierto y sus fracasos durante la guerra. 

“A medida que el humo se despejaba del campo de batalla comenzaba a verse que habíamos sufrido una enorme derrota nacional. Nos aferrábamos a los últimos resquicios ilusorios de esperanza. Todavía teníamos que adaptarnos a la nueva situación y ahora enfrentábamos al enemigo adentro”, se lee en el libro. Los nazis habían perdido, pero para la mitad de Europa había comenzado una nueva y odiosa ocupación, la del Ejército Rojo de Stalin.

La liberación de Ucrania, cuando se produzca, como debe ser, no traerá consigo esa desilusión. Es verdad que estaremos paralizados por un tiempo ante la magnitud de la tarea de reconstrucción que tendremos por delante. Pero también encontraremos en nuestro país una unidad continua respecto de los grandes objetivos que estamos defendiendo en esta guerra: el objetivo de preservar la soberanía, de afianzar la democracia y de construir una sociedad democrática plenamente europea en Ucrania.

Terminaremos esta guerra con la esperanza que aguardamos desde 1991: pertenecer a la Unión Europea. Garantizar esto exigirá tenacidad, resiliencia y unidad. Y de la misma manera que las naciones ocupadas de Europa occidental construyeron democracias vibrantes sobre las ruinas del régimen nazi, o como los miembros más nuevos del centro y del este tras el colapso del comunismo en 1989, nosotros en Ucrania recordaremos los horrores de nuestra lucha y las reformas difíciles, pero necesarias para sumarnos a Europa, como una cuestión menor en comparación con el precio que hoy estamos pagando por nuestra libertad.

YULIYA TYMOSHENKO (*)
© Project Syndicate
Kiev

(*) Ex primera ministra de Ucrania.

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