Gustavo Petro: análisis de un mes en Presidencia – Ricardo Ávila – Gobierno – Política


Desde aquella tarde del pasado 7 de agosto, cuando pronunció sus palabras inaugurales como presidente de los colombianos, Gustavo Petro ha dado, al menos, 28 discursos importantes y emitido siete declaraciones. Las intervenciones tuvieron lugar dentro y fuera de Bogotá, al igual que en una cumbre internacional, sin contar las decenas de reuniones en las que aprovechó para esbozar las principales líneas de acción del gobierno a su cargo.

(Lea además: Petro sobre atentado: ‘No puede haber más auxiliares en zonas de conflicto’)

El ritmo que adopta el inquilino de turno en la Casa de Nariño tras arrancar su periodo es siempre frenético, algo que esta vez sigue siendo así. Aparte de las visitas o compromisos agendados, surgen imprevistos como el del viernes una vez se supo del ataque que se cobró la vida de siete policías en el Huila. En la noche, el FAC-001 aterrizó en el aeropuerto de Neiva, donde se instaló un puesto de mando unificado encargado de coordinar la respuesta de los cuerpos de seguridad y las autoridades civiles.

La rápida reacción a la que es la peor noticia de orden público para una administración que el miércoles cumple su primer mes da pistas sobre su talante. Este incluye no solo hacerse presente con celeridad y al más alto nivel en el terreno de los acontecimientos, sino también reiterar la senda trazada, que en el caso presente concierne a la política de la paz total, una de las piedras angulares de la nueva política gubernamental.

De tal manera, y por más grave que sea el hecho, el mensaje subyacente es que existe una línea ideológica definida fuera de la cual el escenario es asimilable al caos. En el caso presente, la idea firme de abrirles la puerta a diálogos territoriales que conduzcan a mejoras en las condiciones de seguridad local y sean el paso inicial hacia una eventual dejación de las armas por parte de los grupos irregulares que hagan propósito de enmienda.

(En otras noticias: Cédula digital: ¿cuánto cuesta sacarla? Resuelva 10 preguntas sobre el documento)

Si bien habrá que esperar a que el Congreso defina la suerte del proyecto de ley al respecto, radicado el martes por el senador Iván Cepeda, no resulta descabellado anticipar que a la vuelta de unos meses habrá varios esquemas en marcha. Y esa perspectiva se enmarca en una aproximación mucho más deliberativa que la tradicional hacia los grandes problemas nacionales.

Desde las alturas

El debate ahora es mucho más ideológico y realmente tiene que ver con una visión diferente sobre el rumbo de la sociedad colombiana

Porque el uso de la palabra como herramienta de persuasión forma parte del ADN de Gustavo Petro.

Al respecto habrá quien señale que eso no tiene nada de particular, pues todos los políticos hablan hasta el cansancio y este –con su larga experiencia parlamentaria– también lo hace.

(Además: Partidos políticos se debaten entre ser de gobierno, oposición o independientes)

No obstante, como lo señala el analista Héctor Riveros, “el debate ahora es mucho más ideológico y realmente tiene que ver con una visión diferente sobre el rumbo de la sociedad colombiana”. Bajo ese punto de vista, el cúmulo de anuncios de estas cuatro semanas –que a más de uno le parece disperso– cuenta con un orden lógico al cual vale la pena buscarle el hilo conductor.

En este se mezcla la lectura de un país profundamente violento y desigual junto con la oportunidad única de dar un giro que incorpore factores como la sostenibilidad ambiental. La ambición de transformar el estado de cosas incluye igualmente hablarle a la comunidad internacional y predicar con el ejemplo, para demostrar que una nación de ingreso medio puede mostrarles el camino a los demás.

Por esa razón, el proyecto de reforma tributaria que hace tránsito en el Capitolio va más allá de conseguir unos recursos para cuadrar las cuentas fiscales. Sin desconocer que para el Ministerio de Hacienda es clave asegurar unas metas de recaudo específicas que permitan mantener el déficit bajo control y financiar una ambiciosa lista de gastos, para el Presidente el objetivo es fundacional.

Y este incluye no solo meterse con la distribución del ingreso, sino también con la propiedad y, especialmente, la rural. El 31 de agosto, con ocasión de la instalación del Congreso Internacional de las TIC, organizado por Andicom, Petro insistió en que aquellas naciones que se desarrollaron “siempre comenzaron sus procesos de industrialización por una reforma del agro que, en términos históricos, consistía en salir del feudalismo y ver la tierra como un factor de producción, no de poder”.

(También: Los desafíos de la ‘paz total’ que el Gobierno piensa implementar en el país)

Un cambio de ese tenor, según el mandatario, no solo dispararía la producción de alimentos, sino que haría posible el encadenamiento con las actividades fabriles, mejorando de paso la seguridad en el campo. Así, y con el concurso de energías limpias y competitivas, la economía nacional se transformaría, dando lugar a un desarrollo incluyente, sostenible y equitativo.

A lo anterior se agrega la convicción de que es válido pensar en un capitalismo de Estado, tanto en el sector extractivo y de servicios públicos como en aquellas áreas que requieran fondos del presupuesto nacional para surgir. Algunas, claro, estarían condenadas a desaparecer. Ello explica la sobretasa a las exportaciones de combustibles fósiles que podría derivar en la salida de compañías privadas del negocio, cuyo espacio lo ocuparía Ecopetrol mientras hace su propia transición.

Frente a tales planteamientos, los directamente interesados en el asunto reaccionan con gestos de horror. Quienes saben del tema entienden que así haya una instrucción de dejar el carbón y buscar potasio para producir fertilizantes –como escucharon el viernes los mineros en Cartagena– nada sucede de la noche a la mañana y menos si los yacimientos sencillamente no existen.

Pero cuando el debate se adelanta en el plano ideológico, los aspectos técnicos importan menos.

En el terreno de la dialéctica, imaginar un planeta que asume la tesis del decrecimiento proclamada por la ministra de Minas es válido, al igual que pensar en una Colombia que sea “potencia mundial de la vida”.

Responder de manera sarcástica a tales planteamientos resulta tentador. Otros optan por rasgarse las vestiduras y anticipar la debacle si los planes oficiales acaban volviéndose realidad, lo cual lleva a pronósticos de fuga de capitales, caída en la inversión y el empleo, junto con una tasa de cambio en las nubes. Unos más se inclinan por el cabildeo en el Congreso, a sabiendas de que una coma aquí o un inciso allá en más de una oportunidad logran moderar el impacto de una determinada ley.

Y las preocupaciones están fundamentadas, a pesar de que la ciudadanía en general no las vea. La probabilidad de una debacle económica y social existe si el petróleo desaparece de la noche a la mañana y los inversionistas huyen despavoridos. Pero ningún interlocutor ha podido controvertir de manera adecuada al jefe del Estado, ante lo cual este no solo se muestra seguro de lo que dice, sino que se reafirma.

La opinión cuenta

Muchas de las preocupaciones válidas que surgen dentro del sector privado están restringidas a un grupo relativamente reducido de personas. En contraste, las encuestas muestran que la nueva administración disfruta de una verdadera luna de miel con la opinión, pues alcanza niveles de aprobación que no se veían desde cuando Juan Manuel Santos se puso por primera vez la banda tricolor en 2010.

De acuerdo con el poll de Invamer, 56 por ciento de los interrogados en las cinco ciudades más grandes aprueban la manera en que Gustavo Petro se está desempeñando en el cargo. A su vez, un sondeo realizado en 51 municipios por el Centro Nacional de Consultoría para Semana mostró que 69 por ciento de las personas contactadas tienen una imagen favorable del mandatario.

El tono de los discursos es coherente con lo que siempre ha pensado e incluso trata de ser didáctico

No es de extrañar, entonces, que la gran mayoría de los planteamientos realizados hasta la fecha cuente con un amplio respaldo popular. Estas van desde el inicio de diálogos con el Eln hasta el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Venezuela, pasando por la eliminación del glifosato o el cobro del impuesto al patrimonio. Unas pocas iniciativas, como la eventual eliminación de las EPS o la legalización de la droga, son rechazadas por la gente.

En ese sentido, el Gobierno cuenta con margen de maniobra suficiente para seguir adelante. Si a lo anterior se añade que la mayoría parlamentaria en el Congreso se ve sólida, el camino estaría allanado a la hora de convertir lo prometido en leyes.

Obviamente, si llegan los errores autoinfligidos, que van desde las salidas en falso hasta los escándalos públicos de funcionarios que no son idóneos, honestos ni están capacitados para el puesto que ocupan, los grados de libertad para actuar serán menores. Pero más allá de los incidentes conocidos, el teflón presidencial se mantiene ante la percepción de que hay una gran sintonía con los problemas cotidianos que enfrenta la ciudadanía y un verdadero interés en llevar la presencia estatal a las áreas más apartadas.

“Esto le da una ventaja política muy grande”, señala Héctor Riveros. “A fin de cuentas, la impresión es que se busca sustituir lo que fracasó por algo que puede ser exitoso y al menos eso le da al Ejecutivo el beneficio de la duda, porque solo muy pocos defienden el statu quo”, agrega.

Como si eso no fuera suficiente, la Casa de Nariño se ha asegurado de cuidar las formas. Desde el punto de vista de los símbolos, hay respeto a la institucionalidad y al protocolo, más allá de una tendencia a la impuntualidad que exaspera a los auditorios.

Igualmente, la presencia presidencial en los foros gremiales ha sido la constante, ante lo cual difícilmente se puede argumentar que Petro se encuentra encerrado en su torre de cristal. “El tono de los discursos es coherente con lo que siempre ha pensado e incluso trata de ser didáctico, aunque su gente es mucho más confrontacional”, observa la politóloga Mónica Pachón.

Coexisten, por lo tanto, planteamientos duros con gestos en el sentido contrario. A la idea de revisar la extradición le siguió la firma de las primeras ocho órdenes esta semana. Frente a las invasiones de tierras, vino la advertencia de varios integrantes del gabinete sobre la inconveniencia de las vías de hecho.

Camino por seguir

Todo lo anterior parece haber confundido a un establecimiento acostumbrado a una interlocución directa con el poder. Tanto en el sector privado como en la tecnocracia, los ceños fruncidos se acumulan ante la terquedad de un mandatario que privilegia la ideología en sus intervenciones y cuyo pragmatismo está por verse.

Como a todos los gobiernos, a este le va a costar mucho volver realidad sus compromisos

Al respecto, especialistas como Camilo Granada insisten en mantener los puentes de comunicación abiertos. “Si al Gobierno le gusta el diálogo, eso es lo que hay que hacer en cada oportunidad que se presente, porque solo con argumentos fundamentados se moderarán sus posiciones”, opina.

Advierte que, por el contrario, una confrontación abierta es la que menos conviene. “Como a todos los gobiernos, a este le va a costar mucho volver realidad sus compromisos, ante lo cual hay que evitar que utilicen la excusa del ‘no nos están dejando’ para explicar sus fallas”, añade.

Daniel Pacheco, editor de La Silla Vacía, sostiene que “el riesgo de un Petro acorralado sería mucho mayor que el de ahora”. De tal manera, resultaría mejor que prolongue lo que califica como “un arranque auspicioso”.

Lo anterior implica que a ambos bandos les conviene sentarse a la mesa. Así como el Gobierno debería escuchar las observaciones que se le hacen para no cometer errores que tendrían un enorme costo, sus contradictores requieren entender que hay que aflojar la cuerda en puntos como la concentración en la propiedad de la tierra o la progresividad del sistema tributario, si se trata de evitar una radicalización.

Y a este respecto los centros de pensamiento y la academia están obligados a jugar un papel mucho más relevante, especialmente a la hora de buscar salidas y evitar que las diferencias se politicen.

Para usar la figura, una cosa es el debate ideológico a 30.000 pies de altura y otra es aterrizarlo.

Tampoco vale la pena menospreciar que el Presidente de la República mide su accionar en términos de dimensión histórica, por lo cual lleva un mes ‘tirando línea’. Ricardo Bonilla, quien fuera su secretario de Hacienda en Bogotá y lo conoce bien, insiste en que “los cambios vienen y no van a ser cosméticos”.

La forma en que estos sucedan definirá si serán más o menos traumáticos y en beneficio de la mayoría. De ahí que el mejor camino posible sea el de los consensos, lo cual obliga a hacer la lectura correcta de las circunstancias y de las personalidades involucradas. No con el fin de hablar por hablar, sino de conversar con propósito definido.

RICARDO ÁVILA PINTO
Especial para EL TIEMPO
En Twitter: @ravilapinto


Fuente