En Brasil, el país que más futbolistas produce —según el Observatorio de Fútbol Cies— y en el que más personas de la comunidad LGTBI asesinan —según la Alianza Brasileña LGTBI—, Igor Benevenuto ha sido casi que un desafío nacional.
El hombre, que hoy tiene 42 años, odiaba el fútbol como ningún otro. De pequeño iba a los estadios con las camisetas de todos los equipos de su región, pero en realidad no sentía ninguna. En los partidos, era el único que no quería tocar la pelota. Su interés en el deporte más popular respondía exclusivamente al deseo de no ser visto como un extraño, pues desde muy joven supo que no sentía atracción como la mayoría de sus compañeros. Y, por lo que escuchaba en la Iglesia, debía evitar que los demás se enteraran.
En 1994, a sus 13 años, cuando todos los brasileños se fundían en el recuerdo del piloto recién fallecido Ayrton Senna para ‘torcer’ por el tetracampeonato en el Mundial de Estados Unidos, Igor renegaba internamente de tener que ver el torneo. Pero el 20 de junio, cuando Brasil hizo su debut contra la primera Selección de Rusia en una Copa, lo capturó la figura del imponente árbitro mauritano Lim Kee Chong, quien vestía por primera vez una camiseta violeta.
Fue tanto el impacto que al día siguiente, en el partido habitual con sus amigos, Benevenuto dijo que iba a jugar, pero no como futbolista, sino como árbitro. Ahí, impulsado por un temor profundo, decidió que esa sería su vocación. La misma que ahora, gracias al salto que dio hace 10 meses y una exitosa carrera de 23 años, lo hace sentirse orgulloso por ser el primer árbitro Fifa en declararse abiertamente homosexual.
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El reto de esconderse en el fútbol

Igor Benevenuto, en el centro, en 1998.
Cortesía de Igor Benevenuto
La Organización Mundial de la Salud retiró la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales en 1990. Pero para 1994, en el fútbol, como en tantos otros escenarios, todavía era rechazada casi que en su totalidad. Sin ambages, Igor Benevenuto decidió ser árbitro por una única razón: miedo.
“A mí me llamó la atención el árbitro porque era el que mandaba, el que imponía orden y resaltaba con su vestimenta. Sin importar si lo insultaban, todos debían acatar sus decisiones. Y con toda la discriminación que existía entonces, decidí que para un hombre gay, como yo, el arbitraje en el fútbol, el deporte de los machos, podía ser el escondite perfecto”, recuerda el árbitro en charla con EL TIEMPO.
Para un hombre gay, como yo, el arbitraje en el fútbol era el escondite perfecto
Durante la adolescencia, Igor se inscribió a una escuela para aprender las reglas del fútbol y se convirtió en el juez de los partidos de sus amigos. Cuando en ocasiones faltaba alguien y le pedían que jugara, hacia todo por rehusarse.
“¿Pero eres gay o qué pasa?”, espetaba uno que otro.
Metido de lleno en su papel, Igor apenas respondía. Y en algunos casos tuvo que ceder.
“Yo buscaba tener la imagen de un hombre duro, al que por ser el que mandaba tenían que aceptar y obedecer, así no quisieran. Muchos me ofendían diciéndome homosexual, hasta me llamaban Margarida, que fue el primer árbitro gay y que era bastante histriónico. Me lo decían como un insulto, y yo me molestaba, pero no podía comentar nada de mi sexualidad”, señala hoy.
Igor recuerda que su primer silbato le salió como regalo en una caja de masmelos, sus primeras tarjetas fueron hechas con retazos de unos envases de salsas, y su primer uniforme, una camiseta como cualquier otra, apenas resaltaba.
El momento de vestirse como profesional le llegó después de vender paletas para juntar el dinero que costaba el kit de árbitro que vendían en una tienda deportiva cercana a su casa. Ya con todo listo, el siguiente paso era responder a la lógica. A los 17 años, se inscribió en un curso de arbitraje en la Federación Minera de Fútbol. Terminado el aprendizaje, no hubo ningún paso en falso. Igor no volvió a patear un balón.
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El salto a la libertad

Cortesía de Igor Benevenuto
En 1998, Igor Benevenuto se graduó como árbitro. Desde entonces, sus actuaciones han ido escalando en manera exponencial. Empezó arbitrando partidos municipales, luego estatales y finalmente llegó a dirigir en el Brasileirao, el torneo nacional. El año pasado recibió la escarapela Fifa, y este 2023 cumplió el sueño de hacer parte del equipo arbitral en la Copa Libertadores. Pero para llegar hasta ahí, fue mucha el agua que tuvo que ver correr.
“Durante toda mi vida tuve que privarme de muchas cosas…, no poder expresarte del todo por temor a perder tu trabajo o a que te critiquen no es nada fácil. Llegué a pasar por una fuerte depresión porque vivir tu sentir en secreto no es sencillo, es doloroso. No pude hacer muchos amigos, no pude tener una pareja y tampoco logré vivir muchas experiencias que deseaba”, comenta.
El camino había sido tan tortuoso que apenas vio que tenía un cierto respaldo, y que quizá los prejuicios eran menores— en 2021 el futbolista australiano Joshua Cavallo se convirtió en el primer futbolista en activo durante el siglo XXI en decir que es gay—, decidió compartir abiertamente su homosexualidad. Lo hizo en julio del año pasado, en el pódcast ‘En los armarios de los vestidores’, de ‘Globo Esporte’, en el que aseguró hablar “sin filtro y ser finalmente yo mismo”.
“Desde que compartí mi orientación, profesionalmente me he sentido mucho mejor. He demostrado que la orientación sexual no influye en la cualidad ni en las capacidades que tengo como árbitro. La verdad he sentido mucho apoyo. Con los jugadores, los entrenadores, los reporteros y mis compañeros, cuando llego a un estadio, soy bien recibido”, destaca Igor.
“En mi vida personal me he sentido mucho más libre. Estoy viviendo una vida sin tener que esconderme, sin usar máscaras, sin ser un personaje. Las personas ya saben quién soy, cómo soy y cómo vivo. Yo tenía miedo de ir a algunos lugares y que las personas intentaran sacar provecho de mi situación para hacerme daño. Ahora ya puedo vivir más tranquilo”, le remarca a este diario.
Igor le saca la roja a la homofobia en el fútbol

Cortesía de Igor Benevenuto
Después de que Igor hiciera publica su orientación sexual, ningún árbitro más lo ha hecho. Sin embargo, dos futbolistas en activo decidieron hacerlo: Jake Daniels, de Inglaterra; y Jakub Jankto, de Chequia. Eso, sostiene, “todavía es preocupante”.
“El fútbol siempre se ha basado en la idea de que la persona que juega fútbol debe ser viril, debe aparentar fuerza, tiene que ser un hombre heterosexual, por eso quizá muchos guardan silencio. El tema es que hasta que las personas gais no se posicionen, no busquen el espacio de derecho que tienen, van a seguir en el escondite sufriendo”, remarca.
Sobre el estigma que existe, el árbitro es contundente: “Si uno pone a todas las personas envueltas en el fútbol, jugadores, dirigentes, periodistas, entrenadores y demás, el número es gigantesco. Por lo que he podido saber, con la gente que he podido hablar y a quienes he podido conocer, puedo decir que el 40% de los hombres en el fútbol son homosexuales. Cada uno decide si lo revela o no, eso le compete a cada quien, pero somos muchos gais en el fútbol”.
El 40% de los hombres en el fútbol son homosexuales
En su caso, Igor reconoce que se ha resignificado el valor del fútbol. Aunque confiesa que no deja de guardar miedo por vivir en una sociedad que guarda cierto preconcepto a la homosexualidad, su situación es distinta a cuando decidió ser árbitro por primera vez.
“Si no fuese por el fútbol, en el que alguna vez me escondí, hoy no estaría aquí mostrándole al mundo la realidad y plantando una semilla para que otras personas gais puedan vivir con más tranquilidad”, comenta.
Luego, remata: “La verdad… hoy soy libre”.
Ese es el pitazo final.
ANDRÉS FELIPE BALAGUERA SARMIENTO
REDACTOR DE DEPORTES EL TIEMPO
@balagueraaa
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