El 2025 marcó un punto de inflexión para el sistema financiero colombiano: el crédito volvió a crecer, los indicadores de riesgo mejoraron y la banca logró dejar atrás, en buena medida, los números rojos. Sin embargo, el cierre del año también estuvo atravesado por nuevas señales de alerta macroeconómica, entre ellas el deterioro fiscal, la persistencia de la inflación y la declaratoria de emergencia económica por parte del Gobierno.
EL TIEMPO entrevistó a Jonathan Malagón, presidente de la Asobancaria, para quien el contraste es claro. Mientras el sector financiero hizo los ajustes necesarios para recuperar su solidez y anticiparse en la reducción de tasas, el frente fiscal se convirtió en el principal factor de riesgo para consolidar la reactivación del crédito y la inversión en 2026, en un contexto de tasas de interés que seguirán siendo elevadas.
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Malagón analiza los aprendizajes que dejó el 2025, defiende el impacto del Pacto por el Crédito, explica la lectura de la banca frente a la emergencia económica y el anuncio de elevar la tasa financiera, y detalla los retos que deberá enfrentar el próximo gobierno si el país quiere recuperar su crecimiento potencial.
¿Qué le deja el 2025 al sector financiero colombiano y, por supuesto, a los usuarios de este?
Sin duda avances relevantes. El más importante, la recuperación del crecimiento del crédito a partir de mediados del año, luego de un período prolongado de contracción. Con cifras a octubre, la cartera crece 0,8 por ciento anual real y esperamos cerrar el año alrededor de 2,6 por ciento. Para 2026, anticipamos que esa recuperación se profundice hasta un crecimiento cercano al 3,6 por ciento.
Este repunte vino acompañado de una mejora significativa en los indicadores de riesgo. El indicador de calidad de cartera se ubicó en 3,9 por ciento en octubre de 2025, frente al 4,9 por ciento de un año atrás, retornando a niveles históricos. Para 2026 esperamos que cierre alrededor del 3,7 por ciento.
Pero 2025 también dejó un mensaje clave en experiencia de usuario: la interoperabilidad y la inmediatez ya son una realidad. Se consolidó la visión de un sistema interoperable, con iniciativas como TransfiYa y Entre Cuentas, que prepararon el terreno para Bre-B, liderado por el Banco de la República. A esto se sumaron avances en open finance, sostenibilidad, identidad digital y portabilidad, que fortalecen un ecosistema más dinámico y centrado en el usuario.
‘Revolución’ Bre-B Foto:iStock
¿Qué impacto tendría la sobretasa financiera anunciada por el Gobierno, al amparo de la emergencia económica?
Es una medida que genera una preocupación evidente. Aunque la sobretasa financiera recae formalmente sobre los bancos, sus efectos se transmiten al conjunto de la economía. Llevar la tarifa efectiva de renta del sector del 40 al 50 por ciento —la más alta del mundo— encarecería el crédito entre 100 y 150 puntos básicos, afectando directamente a hogares y empresas.
Esto se traduce en créditos más costosos para estudiar, comprar vivienda o financiar consumo, y en mayores dificultades para que las empresas, especialmente las micro y pequeñas, puedan invertir, crecer y generar empleo. En un contexto en el que la inversión ya es baja, cercana al 16 por ciento del PIB, debilitar el crédito es golpear el principal motor de la reactivación.
Por eso insistimos en que no es un problema sectorial. Un sistema financiero excesivamente gravado reduce la profundidad del crédito, frena la inversión productiva y termina afectando el crecimiento y el bienestar de los hogares. Las urgencias fiscales de corto plazo no deberían resolverse con medidas que generan costos económicos mayores en el mediano plazo.
¿Cuál fue ese factor que hizo falta o no ayudó lo suficiente para pasar el año con buenas notas?
Aún hay retos importantes. El primero es el estancamiento del proceso desinflacionario. Las expectativas apuntan a que la inflación cerrará 2025 igual o por encima de 2024, impulsada por la persistencia de la inflación de servicios —especialmente arriendos— y choques en alimentos y precios regulados.
El segundo gran factor es la situación fiscal. Tras la pandemia, el gasto público aumentó de forma permanente sin un crecimiento equivalente de los ingresos. A esto se suma el incremento del pago de intereses, que pasó de 2,7 por ciento del PIB en prepandemia a 4,3 por ciento en 2024. Para 2025 se proyecta uno de los déficits fiscales más altos de la historia reciente, con rompimiento de la regla fiscal y sin un evento extraordinario que lo justifique, lo que ya tuvo efectos en la calificación soberana.
Sin duda el 2025 fue un año en el que muchas entidades lograron recomponer sus balances. ¿Cuál es el empujón que les hace falta a algunas?
El proceso de recuperación es claro. Pasamos de 11 bancos con pérdidas en diciembre de 2024 a solo 4 en octubre de 2025. Esto implica que el porcentaje de entidades en pérdidas cayó de 36,7 a 13,3 por ciento. Con la reducción de la inflación y, eventualmente, de las tasas de interés, esperamos que la colocación de cartera se acelere y que estas entidades terminen de normalizar sus resultados, en un entorno cada vez más competitivo.
Jonathan Malagón González, presidente de Asobancaria Foto:Asobancaria
El pacto por el crédito fue un éxito, aunque el Gobierno señala que pocos recursos llegan a la economía popular. ¿Cuál es la lectura de la banca?
El Pacto por el Crédito demuestra el compromiso de la banca con la reactivación. A noviembre de 2025, los desembolsos alcanzaron 198,6 billones de pesos, con un crecimiento del 17 por ciento en los cinco sectores estratégicos, y avanzan hacia la meta de 255 billones pactada para febrero de 2026, en un contexto macro más adverso de lo previsto. En economía popular, los desembolsos suman 9 billones, con un crecimiento del 15,4 por ciento. Además, permitió llegar a regiones con menor presencia de otras modalidades de crédito, como Nariño y Valle del Cauca. En manufactura, agro y turismo, el 52 por ciento de los desembolsos fueron para micro y pequeñas empresas, frente al 46 por ciento antes del Pacto.
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Con ese resultado, ¿los bancos estarían dispuestos a repetir la experiencia?
La experiencia dejó aprendizajes valiosos. Las entidades evalúan estas iniciativas considerando sostenibilidad financiera, riesgo y entorno macroeconómico. Más allá de las condiciones que originaron el Pacto, lo que se evidencia es el compromiso permanente de la banca con el desarrollo del país. Cada contexto requerirá su propio análisis, pero la premisa seguirá siendo la misma: aportar al crecimiento económico y social.
Pacto por el Crédito hizo que a economía popular le hayan prestado $ 9 billones más a octubre 2025. Foto:El Tiempo / cortesía
¿Les preocupa el mensaje del Banco de la República sobre tasas altas en 2026?
La persistencia de las presiones inflacionarias ha limitado la capacidad del Banco para reducir tasas. Esto ocurre en un contexto de demanda interna elevada y gasto público desbordado. Creemos que el Banco de la República está actuando de manera coherente con su mandato. Una mayor prudencia fiscal y en decisiones como el salario mínimo ayudaría a flexibilizar la política monetaria. Aun así, la banca se ha anticipado: desde diciembre de 2023, la tasa de política bajó 400 puntos básicos, mientras la tasa de colocación promedio cayó 519 puntos, mejorando el acceso al crédito.
Pero, sin duda, la decisión de la última junta del 2025 refuerza ese mensaje de prudencia…
En 2025, el Emisor enfrentó un repunte inflacionario, mayores expectativas y una política fiscal más expansiva. En ese contexto, mantener la tasa en 9,25 por coiento fue una decisión prudente para estabilizar expectativas y avanzar gradualmente hacia la meta de inflación.
¿Qué espera la banca para 2026?
Esperamos un crecimiento del PIB cercano al 3 por ciento, impulsado por consumo y gasto público, con una recuperación incipiente de la inversión. En inflación, prevemos una desaceleración gradual, pero sin retorno al rango meta, cerrando alrededor del 4,4 por ciento. En ese contexto, la tasa de intervención se mantendría estable en 9,25 por ciento durante 2026, buscando anclar expectativas y facilitar una convergencia gradual de los precios.
Y bajo ese escenario, ¿cuáles son las tres tareas prioritarias que tendrá el gobierno que llega en 2026?
Primero, restablecer la disciplina fiscal con una estrategia creíble que retorne a la regla fiscal y corrija el déficit mediante un ajuste del gasto. Segundo, recuperar la inversión, hoy en 17 por ciento del PIB, lejos del 21 por ciento de prepandemia. Y tercero, trabajar con el sistema financiero en rebancarización, hábitos de pago, lucha contra el fraude, reducción del efectivo e inclusión financiera, apoyados en datos abiertos y flexibilización de la tasa de usura.
Gobierno de Gustavo Petro, deja al país con un déficit fiscal más alto en la historia reciente. Foto:Presidencia
¿Temen que el deterioro fiscal haga perder lo ganado en 2025?
La ruptura de la regla fiscal hasta 2027 es preocupante. Sin un plan claro, se eleva la prima de riesgo, el costo de la deuda y se reduce el atractivo del país para la inversión. La reciente decisión de Fitch refleja esas preocupaciones. Resolver el problema fiscal será la principal tarea del próximo gobierno.
¿Cuál será la ruta del sector financiero en 2026?
Será un año de transformación estructural. En lo regulatorio, los datos abiertos, la portabilidad financiera y la expansión de Bre-B fortalecerán la competencia. En tecnología, crecerá el uso de inteligencia artificial para asesoría financiera personalizada. Y en pagos, los transfronterizos y tecnologías como blockchain ganarán relevancia, integrando más a Colombia con los mercados globales.

