Joven autista tildado de acosador en la Sergio Arboleda cuenta su historia – Bogotá

Santiago Sánchez Pinilla siempre fue un niño esperado, anhelado, pero hoy, 19 años después, vive uno de los episodios de rechazo social más dolorosos de su vida. Pasó de ser un ejemplo de superación a quedar reseñado en redes sociales como un degenerado. En segundos, una fotografía suya circulaba por las redes sociales y debajo de ella toda clase de improperios.

¿Quién es el joven de la foto? Pocos se preocuparon por preguntar eso. A Natalia Pinilla, su madre, se le iluminan los ojos cuando habla de él. Dice que el niño nació en Armenia y que su embarazo fue tranquilo, que se hizo todos los controles pediátricos y que su desarrollo fue normal. “En ese entonces era primeriza y me angustiaba que tuviera reflujo entonces lo acostaba solo de un lado y luego noté que tenía una parte de su cabeza extraña, aplanada”.

Eso la hizo pedir una cita con una neuróloga quien la tranquilizó por un tiempo diciéndole simplemente que cambiara las posiciones de dormir de su hijo pero que él sí tenía un trastorno vestibular, una crisis de vértigo brusca e intensa generada por una falsa sensación de movimiento o de rotación. El niño no daba vueltas en la cama.

Cuando cumplió un año sus padres notaron que no hablaba y cuando quería expresar algo simplemente señalaba cosas con los dedos o hacía alguna seña. “Eso sí, él entendía lo que yo le decía, pero no emitía palabra alguna”.

A los dos años y medio esta familia se trasteó a Bogotá y, nuevamente, Santiago fue llevado a neurología en la Fundación Cardio Infantil. Le hicieron exámenes auditivos, resonancias magnéticas y otros estudios para saber por qué no hablaba. “Le mandaron terapias y mientras le hacíamos todo eso estuvo en jardines infantiles”, relató su madre.

Los profesores solían decirles que cuando Santiago escuchaba el teléfono, o el ruido de la televisión se desplazaba a donde estuviera la fuente de sonido, que jugaba con los carros de una manera diferente, los volteaba y hacía girar sus ruedas a toda velocidad. “Llévalo al médico”, le decían todo el tiempo.

Fue en un centro de terapias en La Castellana en donde les dijeron a los padres del niño de tres años que algo no marchaba bien. Le pidieron a Natalia que lo llevara a donde el psiquiatra infantil Germán Casas. Él lo examinó, le hizo varios ejercicios y, al final, les dijo que él tenía un trastorno del espectro autista de alto funcionamiento (TEA), que son discapacidades del desarrollo causadas por diferencias en el cerebro. “Ese día me dibujó una sombrilla y me dijo que mi hijo estaba en el borde, en un área gris”.

Fue un golpe para sus padres, nunca lo han negado. “Cuando recibimos el diagnóstico lloramos, nos preguntamos qué habíamos hecho mal, por qué nos pasaba eso a nosotros”, recordó Leopoldo Sánchez, el padre de Santiago. Pero, desde ese día, comenzó una lucha incansable para ayudarlo.

Les dijeron que iban a necesitar muchas terapias que ni siquiera existían en el país, que tenía que estudiar en un colegio con pocos niños y que, si había amor, el niño podía soñar con algún día llegar a la universidad. “Tomamos algunas terapias con particulares, pusimos tutelas en la EPS, nos mandaron a sitios horribles y al final, luego de luchar, encontramos la clínica Neurorehabilitar”.

Allí realizó terapias, encontraron acompañamiento y comenzó a evolucionar. A la par Santiago pasó por varios colegios. Hubo buenas y malas experiencias. Sus padres sufrían cada vez que eran rechazados con la excusa de “no estamos preparados”. Fueron días de llanto. “Solo los padres sabemos cómo duele eso”, dijo Natalia.

“Tomamos algunas terapias con particulares, pusimos tutelas en la EPS, nos mandaron a sitios horribles y al final, luego de luchar, encontramos la clínica Neurorehabilitar”.

Los colegios, incluso, no estaban dispuestos a aceptar un acompañante sombra, unos por ignorancia, otros por intolerancia. Los autistas se dispersan con facilidad, no centran su atención y por eso, tener apoyos en su crecimiento es importante. “Solo a un rector le debo que mi hijo sea bachiller. El del Gimnasio Fuentes del Río, Carlos Iriarte. Él me dijo que mi hijo iba a ser bachiller y lo cumplió. Lloro cada vez que recuerdo eso”, dijo Natalia.

Santiago sobresalía en inglés, deletreaba rápido, y tenía muy buena memoria. “Su vocabulario mejoró y su pronunciación comenzó a ser muy buena. El joven tenía un especial interés por la música y su oído le ayudaba, identificaba las notas con facilidad.

A pesar de estas alegrías forjadas a punta de lágrimas a los padres de Santiago se les quebraba todo cada vez que lo veían tan solo. Tuvo compañeros que lo ayudaba por su forma tierna y cortés de ser, pero nunca un amigo entrañable. La diferencia, en cualquiera de sus formas, a veces significa soledad.

La universidad

Santiago Sánchez Pinilla

Santiago Sánchez Pinilla tiene 19 años y está estudiando Música en la Universidad Sergio Arboleda.

Superando una prueba de obstáculos llamada vida llegó el momento en el que Santiago tenía que decidir qué carrera quería estudiar. Decía iba a ser ingeniero de sistemas como su padre, pero su familia le hizo caer en cuenta su talento para la música.

Otra vez comenzaba el sufrimiento. Tenían que encontrar una universidad que lo aceptara con su condición y que permitiera al acompañante sombra de Santiago, una especie de tutor que los ayudaría a centrarse mejor en sus estudios. “Fuimos a la Javeriana, al Bosque, a muchas y al final nos encontramos con un programa hermoso: Universidad Sergio Arboleda para la Inclusión”, recordó Natalia.

“Aquí es”, fue lo que exclamaron los esperanzados padres. No es para menos, la vida de Santiago cambió desde que se sintió parte de algo. Pisar las puertas de un espacio, sentir que los profesores y hasta el decano lo saludaban lo llenaban de felicidad. Entró con media carga académica por su condición, pero ya ha logrado superar tres semestres.

Cuando sus padres lo ven tocar el piano lo imaginan en un espacio futuro feliz, con la alegría de tener un propósito en la vida. Hasta ese momento todo había sido dicha, gracias al apoyo de los especialistas de la clínica Neurorehabilitar. “A él lo apoya la coordinadora de inclusión educativa y además tiene un acompañante terapéutico que es un psicólogo cognitivo conductual que siempre ha estado al lado de Santiago en la universidad”, dijo Ángela Sánchez, directora científica de la clínica Neurerehabilitar, máster en neuropsicología y especialista en autismo. 

Un error humano

Santiago

Según Ángela Sánchez, de la clínica Neurorehabilitar, la foto muestra lo aterrado que estaba Santiago.

Por esos días los especialistas tratantes de Santiago estaban intentando que él lograra permanecer solo en la universidad por algunos lapsos de tiempo. Era un paso más pero importante en su desarrollo personal.

El 17 de agosto de este año, él se encontraba en la cafetería en su proceso de independencia. Si  lograba  interactuar con otras personas y que alguien más le hablara su camino iba a ser más llevadero. “Con el acompañante le es más difícil relacionarse. Es decir, queríamos lograr una verdadera inclusión”, dijo Ángela. 

Aquel día el joven comenzó a observar su entorno y se detuvo cuando vio a dos universitarias, frente a él, besándose. “Eso que él vio generó una reacción en su cuerpo y, de forma espontánea, tocó sus partes íntimas. Él no se masturbó, solo sintió ese impulso  y luego se fue a  un rincón de la cafetería”.

“Eso que él vio generó una reacción en su cuerpo y, de forma espontánea, tocó sus partes íntimas. Él no se masturbó, solo sintió ese impulso”.

Cuando el joven comenzó a sentir las miradas se tapó con una maleta y un rato después solo vio que le tomaban fotos y fotos. Para él, en su condición, todo era confuso.

Dos estudiantes de la universidad se fueron a exponer su queja en Bienestar Universitario y aunque les explicaron que no se podía abrir un proceso por la condición de discapacidad mental de Santiago no se pudo evitar que se difundiera lo sucedido.

Poco tiempo después las fotos del joven estaban en las redes sociales e iban y venían comentarios desobligantes en su contra. “Ojo con ese enfermo asqueroso. No sé ni de qué carrera es y no pudo dar la cara después de haberse masturbado en pleno pasillo de la universidad, viéndonos. Es un animal. Cobarde. (…) También comenzaron a aparecer fotos de Santiago impresas en hojas de papel con el mensaje: “Queremos un espacio seguro. No al acoso sexual” con las que se empapeló la universidad.

“A ellas no les importó la explicación médica. Bajo el argumento de ser activistas feministas con logo y todo no quisieron entender razones”, dijo Ángela Sánchez, quien explicó desde su especialidad que todo esto ha sido traumático no solo para Santiago sino para su familia.

A día siguiente de los hechos los representantes de la clínica tratante del joven se reunieron con los directivos de la universidad. “Ellos nos escucharon, fueron muy comprensivos y nos propusieron una reunión el 22 de agosto para sensibilizar sobre el tema a la comunidad educativa. La idea era explicarles a las estudiantes que Santiago no es un acosador y que todo sucedió por algo que falló dentro de su condición”, dijo la experta.

Pero lo que sucedió, según la familia de Santiago, es que las jóvenes llegaron con sus abogados. “Íbamos a explicarles qué era el autismo y por qué lo que pasó no podía entenderse como una agresión y luego de explicarles todo lo que pasaba desde la neurociencia el representante de las jóvenes nos dijo que eso no les interesaba, que Santiago era un enfermo y que la universidad estaba permitiendo eso, que iban a tomar represalias”.

No sirvió de nada explicar por qué los derechos de una persona con discapacidad prevalecían. “Era muy frustrante escuchar que dijera que si no había otras universidades para él. Quedé asombrada de la falta de humanidad. Pidieron la expulsión de Santiago”, dijo Ángela.

“Era muy frustrante escuchar que dijera que si no había otras universidades para él. Quedé asombrada de la falta de humanidad. Pidieron la expulsión de Santiago

El viernes siguiente la universidad le remitió una carta a los padres en donde se les notificaba que Santiago regresaría a la universidad, pero siempre con un acompañante terapéutico. “Fue un alivio, pero es lamentable que no exista en esos espacios una inclusión real. Que los estudiantes sean sensibles a estas situaciones. Un amigo le hubiera podido decir a Santiago: no hagas esto. Él es un chico demasiado inocente”.

Ángela quiso poner esta denuncia en redes, pero fue atacada de forma violenta. “Mucha gente habla de inclusión y de discriminación, pero no se dan cuenta de que están haciendo lo mismo con los demás. Sus actitudes son de odio”.

El abogado Alejandro Londoño, experto en derecho penal y constitucional, explicó que en este caso Santiago en un sujeto de especial protección constitucional por su condición de salud.

Añadió que si todo ocurrió como  la familia de Santiago señala,  pueden emprender acciones judiciales y constitucionales para que se respete su derecho al buen nombre. “A este joven no se le puede exigir un comportamiento social igual al de los demás. Además, vulneraron sus derechos con una imputación deshonrosa”

El dolor de padres

Los padres de Santiago sufren todos los días las consecuencias que ha tenido la exposición de su hijo. “A él le gustan las chicas, las saluda, pero nada más. Le hemos explicado que ese día rompió un código social y que eso no debe volver a pasar, pero el daño que le hicieron ya está hecho”.

“A él le gustan las chicas, las saluda, pero nada más. Le hemos explicado que ese día rompió un código social y que eso no debe volver a pasar, pero el daño que le hicieron ya está hecho”.

Desde que todo pasó nadie lo ha querido volver a saludar en la universidad, le han negado la entrada a algunas clases. “La comunidad LGBTI ha logrado que en muchos espacios se respeten sus derechos y eso es genial pero así debe pasar también con la población en condición de discapacidad”, dijo Ángela.

A pesar de que los padres de Santiago se han sentido rodeados de las directivas de la universidad quieren limpiar el nombre de su hijo porque la humillación y en daño fue gravísimo. “Quiero que se le quité el rótulo que esas jóvenes le pusieron. Mi hijo es un ángel, no hay maldad en él, tiene una condición mental compleja”.

El mismo dolor lo siente Leopoldo. “Nos falta entender el verdadero significado de la palabra inclusión. Lo que pasó fue un manejo inapropiado de una crisis en una persona especial. Fue una actuación con dolo. Y ahora hemos tenido amenazas en redes sociales de que si mi hijo vuelve le van a pegar”, contó.

Ellos decidieron hacer pública su denuncia porque temen que incidentes como este les cierre la puerta a más jóvenes como su hijo a estudiar y salir adelante como cualquier otra persona. “Hemos estado en una lucha permanente porque este mundo no está preparado para personas como mi hijo, es una lucha contra el desprecio. Seguiremos trabajando para que él y otros sean felices. Los problemas no se resuelven en redes sociales, ni pisoteando al otro, en cambio sí, respetando los derechos de todos”.

La contraparte

Una de las jóvenes que denunció a Santiago dio su versión sobre los hechos. Dijo que fueron cinco las estudiantes que estaban en un descanso de clase a eso de las 8:30 de la mañana en las afueras de la cafetería de la universidad. “Santiago esperaba el ascensor cerca de nosotras. No sabíamos de su discapacidad. Él vio a dos de nuestras amigas darse un pico y ahí empezó “sutilmente” a rascarse su miembro viéndolas. Se movía, estaba inquieto, y empezó a mirarnos a todas fijamente”.

Asegura que el joven se metió la mano en el pantalón y empezó a masturbarse delante de ellas. “Nos dimos cuenta y nos alejamos de él porque no queríamos pensar “lo peor”, pero él mismo nos persiguió  y cuando se dio cuenta, después de siete minutos, que había hecho algo, se sentó en la cafetería y se escondió detrás de su maleta”.

Dicen que se sintieron acosadas. “Por eso decidimos hacer una manifestación de protesta por medio de Instagram en donde nos referimos a él como un pleno acosador sexual, y se le dice enfermo, pero por ser un acosador”.

Mientras una de ellas hacía el escrache, otra fue a denunciar lo sucedido en las oficinas de la universidad. “Lo sacaron de la U por decisión de sus padres y la clínica en forma de ‘castigo’, no como se dicen algunos,  que porque que se le prohibió”.

Acepta que no quieren verlo por los actos que describen como de acoso. “Nos han dejado fuera de las decisiones finales y en las “negociaciones” o “reuniones” que se han hecho en la universidad, se le ha dado prioridad a Santiago  por sus derechos, mientras a nosotras se nos deja de lado”.

Insisten en que sufrieron y vivenciaron acoso sexual por parte del joven autista. “Decidimos hacer una denuncia pública, escracharlo para que nadie más pase por lo mismo en la universidad. Se nos tacha de insensibles y de que lo discriminamos por su discapacidad, lo cual no es el caso”. 

Cartel

Estos fueron los carteles que se pegaron en la universidad denunciando a Santiago.

¿Qué dijo la universidad? 

sergio

Universidad Sergio Arboleda. 

Foto:

Universidad Sergio Arboleda

La Universidad Sergio Arboleda ha acompañado este caso desde el principio. Explicaron que apenas recibieron la queja de las estudiantes se inició la activación de Caovas, la ruta de atención en casos de violencia sexual y violencias basadas en género que tiene la institución. 

Se realizó una reunión con los padres del estudiante y con su equipo terapéutico de la Clínica Neurorehabilitar, en la cual se validaron sus sentires.

Luego se llevó a cabo un espacio de sensibilización y psicoeducación por parte de la Clínica Neurorehabilitar con las estudiantes denunciantes respecto a la condición de discapacidad de Santiago. “También se escuchó y se validó el evento ocurrido y cómo se sentían los involucrados”.

Se concluyó que el estudiante debe reintegrarse a sus clases, se inicia un proceso de acompañamiento y psicoeducación con los compañeros de semestre de Santiago y sus docentes respecto a lo sucedido. “Hay compromisos terapéuticos que se deben seguir con Santiago y medidas de reparación para las estudiantes denunciantes, las cuales incluyen acompañamiento psicológico”.

CAROL MALAVER
SUBEDITORA BOGOTÁ
Escríbanos a carmal@eltiempo.com


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