Juan Manuel Basurko: sacerdote futbolista que jugó en Barcelona, Ecuador – Fútbol Internacional – Deportes

El milagro deportivo ocurrió el jueves 29 de abril de 1971. Barcelona de Guayaquil, un equipo que nunca había pasado la fase inicial de la Copa Libertadores, venció a Estudiantes de La Plata, campeón del torneo en 1968, 1969 y 1970, en su casa, durante un partido que correspondía a la segunda etapa del certamen continental, pero que estaba destinado a pasar a la historia

El club argentino venía de vencer 1-0 el encuentro de ida, en la capital económica de Ecuador, escasos once días antes. Los más de dos años que llevaba Estudiantes invicto como local internacionalmente daban a entender que el segundo juego sería de mero trámite. Los treinta mil hinchas que colmaron el Estadio Jorge Luis Hirsch, en la provincia de Buenos Aires, debían tener en su cabeza que el club que se coronó como el mejor del mundo en 1968 tras vencer al Manchester United, de George Best, Bobby Charlton y Denis Law, no podía perder frente a una escuadra que no llevaba ni dos décadas en el profesionalismo. “Barcelona es un equipo de tercera categoría”, se leía en las páginas de la revista El Gráfico. Tan solo faltaba jugar.

Quienes vieron el partido hablan de que Estudiantes, que llevaba un mes sin su entrenador insignia, Osvaldo Juan Zulbedía, demostró que el principio del mítico timonel seguía vigente: ganar por encima de todo. Así, el arsenal pincharrata arrinconó en su fortín al Barcelona y lo puso a pasar penas durante todo el primer tiempo. En la segunda mitad, el momento de La Hazaña de la Plata.

Corría el minuto 17 cuando un saque rápido del portero uruguayo Jorge Phoyú, del club ecuatoriano, fue a dar a los pies de Alberto Spencer, el goleador histórico de la Libertadores. Aunque en el 99% de las veces aquel moreno espigado hubiese sido quien definiera la jugada, ese día era jueves. Y los jueves, recuerda la Iglesia, se conmemora el sacramento de la Eucaristía. Por tanto el héroe no podía ser otro más que el encargado de oficiar misas: el cura Juan Manuel Basurco.

En el contragolpe, Spencer tocó la pelota con la sutileza necesaria para que Basurco dejara de lado cualquier asomo de piedad celestial y castigara con su pierna derecha al arquero Gabriel ‘Bambi’ Flores, quien lo tentaba a tirar el balón hacia el otro lado. El estadio se enmudeció y el relato de Arístides Castro, narrador ecuatoriano que estaba en una de las cabinas del estadio argentino, fue lo único que se escuchó: “Benditos sean los botines del padre Basurco…”. Barcelona 1, Estudiantes 0.

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La biblia bajo el brazo y el balón en los pies

Juan Manuel Basurco nació el 22 de enero de 1944 en el pequeño municipio de El Motrico, en el País Vasco (España). Por causa de una jugada del destino, el año en el que vio la luz por primera vez también fue el de la creación del equipo de fútbol del pueblo. De ahí lo natural que fue que Juan Manuel pasara la mayor parte de su adolescencia pateando balones bajo el escudo de la camiseta de líneas que todavía distingue al Club Deportivo El Motrico.

Juan Manuel Basurco, en 1959, haciendo parte del equipo juvenil de El Motrico.

Foto:

Cortesía del álbum de la familia Basurko Pérez de Arenaza

El joven Basurco disfrutaba haciendo goles. Muchos le decían que hiciera todo por ser futbolista profesional. Pero él, tan reflexivo desde pequeño, sabía que aunque la vida se parecía a un juego, la realidad estaba lejos de serlo. Por eso, en el afán por buscar algo más profundo, más etéreo, ser sacerdote y estudiar filosofía se presentó como la opción predilecta.

En medio del camino religioso, la Real Sociedad, el equipo insignia de San Sebastián, la gran ciudad de su región, le propuso hacer parte de sus divisiones menores. Sin embargo, Dios ya había ganado el pulso.

El primer tiempo de Basurco como sacerdote, entrados los años sesenta, coincidió con el segundo de la dictadura del general Francisco Franco. Mientras él soñaba con cambiar el mundo, algunos miembros de la Iglesia de la comunidad vasca eran encarcelados por su postura frente al régimen.

En medio de ese contraste entre el idealismo y la realidad, la vida del joven cura se trasladó a más de ocho mil kilómetros de su tierra. Todo, gracias a una oportunidad de misionado en un pueblo que homenajeaba con su nombre el legado de un sacerdote que, en la lógica de contrapuntos, primero fue militar y luego cuidó enfermos: San Camilo, un pequeño corregimiento de Quevedo, en Ecuador.

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La misión del sacerdote y la misión del delantero

Basurko, en su doble faceta: sacerdote y futbolista.

Foto:

Cortesía del álbum de la familia Basurko Pérez de Arenaza

Para 1969, junto a una buena legión de vascos, Juan Manuel Basurco llegó al país de la mitad del mundo con el objetivo de hacerse cargo de la Parroquia de San Cristóbal.

En tierras lejanas, el cura decidió hacer lo mismo que hacía en España: ayudar a la gente, difundir la palabra de Dios y, como ordenaba su naturaleza, jugar fútbol.
Se dice que el sacerdote Basurco empezó pateando pelotas en la comunidad de San Camilo para fortalecer el sentido de unión del pueblo. Luego, en 1970, por su talento, la Liga Deportiva Universitaria de Portoviejo, un club incipiente de una ciudad cercana, le ofreció integrar su plantel.

“Vosotros veréis si os intereso, pero que sepáis que yo estoy a otra vida”, advirtió de entrada. Días después, ya estaba haciendo goles con la camiseta de la ‘U’.

Fue tal su protagonismo con la Liga, debido a varios goles y encontronazos, pues no era un secreto su carácter fuerte, que Basurco empezó a ser toda una figura en la zona. Así, cuando al año siguiente alguien mencionó su nombre en una oficina del Barcelona de Guayaquil, club mucho más grande que la Liga, otro pudo responder: “Yo lo contacto”.

Cuenta la leyenda que Basurco llegó con su sotana a las oficinas del Barcelona. Allí, aunque ni el entrenador del equipo y ni él se lo creían, el sacerdote de San Camilo formalizó su vínculo con el oro grana. Una cláusula estaba sobre la mesa: no faltar a sus compromisos con la Iglesia. Otra, en su cabeza: el dinero devengado iría para la gente de San Camilo.

El génesis de su meta en el Barcelona no fue el mejor. “Yo veía que no jugaba e incluso les dije que me iba, que tenía otras obligaciones. Me dijeron que no me fuera. Lo cierto es que no me acostumbraba a eso de entrenar mañana y tarde, aunque la gente cada vez me conocía más. Ya sabes, los típicos chistes del cura, del padrecito…Me lo tomaba muy bien”, reconoció Basurco, hace unos años, en diálogo con el periodista español Borja de Matías. Sin embargo, con las semanas, el misticismo de la Copa Libertadores se sumó con el de su singular condición de cura futbolista y nació la epopeya que marcó su vida.

Desde ya se puede anticipar que el 29 de abril quedará establecido como la fiesta del fútbol

“Pasarán muchos años. Llegará el siglo XXI. El hombre llegará no solo a la luna, sino también a otros planetas, posiblemente a otro sistema solar, pero los aficionados ecuatorianos del fútbol, particularmente los guayaquileños, se acordarán siempre de la noche en que Barcelona le ganó a Estudiantes de La Plata… Desde ya se puede anticipar que el 29 de abril quedará establecido como la fiesta del fútbol”, apuntó el diario ‘El Universo’, de Guayaquil, por el impacto del gol de Basurco frente a Estudiantes de la Plata. Lo que pocos se esperaban era que, con el milagro, la vida del artífice también mudara.

Dejar la Iglesia, pero no el fútbol

Juan Manuel Basurco, junto a Adur e Izaro, sus dos hijos, en los años ochenta.

Foto:

Cortesía del album de la familia Basurko Pérez de Arenaza

Luego de La Hazaña de la Plata, como se inmortalizó la victoria en Argentina, el Barcelona perdió su último partido y quedó eliminado de la Libertadores. Con la fugacidad de la gesta, Basurco dejó el club y volvió a Portoviejo para jugar un par de años más con la Liga y mantenerse cerca de la gente de San Camilo.

Pasados unos años, en los que el cura futbolista era toda una sensación en Ecuador, España empezó a vivir aires de cambio por la muerte de Franco. Bajo ese panorama, el sacerdote futbolista quiso regresar a sus orígenes, pero el entorno ya no le era natural. Diferencias irreconciliables con el manejo de la Iglesia lo impulsaron a colgar el hábito, como hicieron todos los curas que llegaron de la misión vasca en Ecuador.

Durante la transición a la vida secular, Rosa Pérez de Arenaza, profesora española con la que había coincidido en San Camilo, jugó un papel trascendental. Ella se convirtió en su mujer y madre de Adur e Izaro, sus dos hijos.

En diálogo con EL TIEMPO, Izaro, hoy de 42 años, cuenta que aunque a su padre no le gustaba vanagloriarse de lo hecho en Ecuador, el recuerdo volvía siempre a la mesa. Si no era por los migrantes ecuatorianos que se lo cruzaban en las calles vascas, eran el bello álbum con recortes de prensa que hizo su familia o los llamados de Ecuador para conmemorar los aniversarios del partido ante Estudiantes. Pero, más allá de eso, lo que mantenía viva la memoria de esos instantes de gloria era la pasión por el fútbol que Juan Manuel Basurco rezumaba.

“Él tenía el fútbol en la sangre. Cuando Adur y yo éramos niños, siempre que salíamos a la plaza, papá llevaba un balón en la mano. Eso sí, siempre nos intentó transmitir la visión de un deporte noble, en el que había que jugar con la verdad, sin fingir faltas ni simular golpes… esas cosas que se ven ahora”, comenta Izaro.

“En Ecuador, cuando él tenía que dar misa, un sábado o un domingo, la oficiaba sin problemas. El tema era que si había partido, ¡tenían que irlo a buscar en un avión! Tenían un hombre para eso, el capitán Kiko, como le decían, era quien lo llevaba al partido de fútbol”, añade, desde España, el mayor de los herederos de Basurco.

Según cuenta la familia, el cura futbolista pasó sus últimos años siendo profesor de Filosofía en un colegio de San Sebastián, en el que también estudiaron sus dos hijos. Allí, el impacto mundial de La Hazaña de La Plata y los guayos de Basurco se aparecía durante las charlas juveniles.

– ¿Es cierto que tu padre fue campeón de la Copa América?

– No… solo hizo un gol en la Libertadores

– Vamos, ¡pero fue el goleador del torneo!

– No… fue un gol en Argentina, con un equipo ecuatoriano, no pasó nada más, te lo juro.

– Anda, pero es un histórico del Barcelona, ¡qué grande tu padre!

Aquella era la escena rutinaria para los hijos del ‘profe’ Bazurco, quien en las labores de docencia portaba una tarjeta amarilla y una roja en su bolsillo. Los fines, resalta Izaro en medio de un sinfín de anécdotas, eran obvios.

Después de setenta años de película, Juan Manuel Basurco falleció el 20 de marzo de 2014, en San Sebastián.En la esquela de prensa del mítico cura futbolista, su familia apuntaló: “¡Adelante, corazones!”. Adelante, porque allá se hacen los goles. Adelante, porque allá aguarda la vida. Adelante, porque allá está el milagro.

ANDRÉS FELIPE BALAGUERA SARMIENTO
DEPORTES EL TIEMPO

@balagueraaa

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