la crisis que se vive tras primeros meses del gobierno de Milei

Jonathan Gómez barre la acera afanosamente, acomoda su colchón y enciende un brasero para matar el frío en una calle de la capital argentina, donde la indigencia se duplicó en un año mientras más de la mitad de la población del país es pobre.

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“Me dedico a juntar cartones en una economía muy difícil, cada vez más complicada”, dice Jonathan, de 30 años, a la AFP. Trabajó en gastronomía y construcción hasta el año pasado, pero los trabajos empezaron a escasear y su vida se derrumbó. 

Dos latas y un mechero son su improvisada cocina; una carreta todo lo que le pertenece. “Tenemos tres mantas y un abrazo” contra el invierno, se ríe Jonathan mientras abraza a su pareja María de los Ángeles López, de 33 años, que se presenta como “ama de casa”.

 Los dos están tendidos en un colchón a metros de los lujosos edificios de Puerto Madero y del polo gastronómico más exclusivo de Buenos Aires. Tras los primeros tres meses del gobierno del ultraliberal Javier Milei, el instituto de estadísticas de la ciudad de Buenos Aires reportó que el índice de indigencia tocó máximos desde que comenzó a medirlo en 2015. 

La tasa se duplicó al 16 por ciento respecto al primer trimestre de 2023.  

“Bajo la alfombra” 

Cuatro habitantes en condición de calle murieron de hipotermia en las últimas semanas en Buenos Aires en medio de una ola de frío. Muchos rechazan dormir en los albergues estatales por temor a agresiones.

 “La policía a veces te lleva colchón, mantas, para que vayas a un parador que parece una cárcal y para que la gente con plata no vea la crisis económica y social y ponernos bajo la alfombra”, afirma Jonathan. 

A nivel nacional, la pobreza era del 41,7 por ciento al segundo semestre de 2023, según el estatal Indec que divulgará su próxima medición en septiembre. Pero proyecciones de la Universidad Católica Argentina (UCA) la ubican en 55 por ciento, un récord que Argentina tocó en 2002 en la peor crisis económica reciente 

Personas sin hogar a las afueras de un supermercado en Buenos Aires.

Foto:AFP

Una crisis estructural

 La crisis actual empujó a la franja más pobre a la indigencia y vastos sectores de la clase media se convirtieron en nuevos pobres, refirió la UCA. La brecha entre el ingreso de los hogares y el precio de la canasta que define la línea de pobreza y de indigencia se profundizó vertiginosamente en una economía en recesión, con más del 270 por ciento interanual de inflación a junio y 7 por ciento de desempleo. 

“Hay una pérdida en los hogares, no sólo por capacidad de compra de los salarios, sino por el desempleo de jefes de familia”, explicó Eduardo Donza, investigador del Observatorio de la Deuda Social de la UCA. Hace más de dos décadas que la pobreza se sostiene encima del 20 por ciento.

 “Tenemos una pobreza estructural, con tercera generación de niños y adolescentes nacidos en exclusión”, definió Donza. Es el caso de Gabriela Costas, que a los 45 años vive en la calle desde los 9. Ni gobiernos de centroizquierda, ni de derecha lograron sacarla de la indigencia. 

“Viví en la calle toda mi vida. Cuando tiran cosas en los tachos (de basura) las levantamos y así comemos”, cuenta a la AFP. Su hijo Alexandre Barrales, a los 18 años vive y estudia el secundario en el hogar de una fundación, adonde encontró cobijo cuando tenía 13 años. Alexandre ayuda a su madre mientras busca un trabajo: “Con mi futuro pienso hacer un proyecto para vender comida, poner un puesto en la calle, lo que se pueda para salir adelante”, afirma.

 

 ‘Supersopa’ solidaria 

Programa de alimentos para los pobres.

Foto:AFP

  Mientras el gobierno resiste una orden judicial para repartir toneladas de alimentos a cientos de comedores que puso bajo auditoría, universitarios reflotan una respuesta al hambre. 

En un galpón de la Universidad Nacional de Quilmes, en la periferia sur de Buenos Aires, una fila de personas aguarda para recibir un plato de ‘Supersopa’ durante una olla popular, un mecanismo solidario de reparto de comida. 

Es el relanzamiento de este alimento altamente proteico desarrollado por la UNQ durante la crisis de 2002 para ofrecer proteínas a bajo costo a sectores vulnerables, en un país ganadero que consume cada vez menos carne por el aumento de precios.

 Tras años de estar cerrada, la planta se reactivó hace un mes y ya recibió pedidos, incluso de Chile y Brasil. Un sistema de padrinazgo la costea junto a la universidad. Hoy “volvemos a tener una crisis económica, estamos en emergencia alimentaria con casi seis de cada diez argentinos bajo la línea de pobreza, lo que hace que unos 27 millones se acuesten con hambre”, dijo a la AFP Anahí Cuellas, directora de la planta. 

En una primera etapa producirán 75.000 porciones a un costo de 680 pesos el plato (unos 60 centavos de dólar), pero se preparan para mucho más. “La necesidad lamentablemente crecerá”, vaticinó Cuellas.

Agencia AFP



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