En la pasada Cumbre Ministerial de Inteligencia Artificial (IA), en Cartagena, a la cual tuve el honor de asistir, e incluso ser moderador de uno de sus conversatorios que llevó insumos a la declaración final firmada por 16 países, se escucharon varios mensajes muy interesantes.
Conforme a los criterios de
Varios de ellos orientados al tema de gobernanza y regulación de la que será, sin duda, una de las tecnologías más disruptivas de este siglo. En ese escenario se plantearon las visiones, por ejemplo, de Europa, bloque que abandera un movimiento firme y, en opinión de muchos, restrictivo en materia de regulación y control de la IA.
En otras orillas, al contrario, se mencionó la importancia de regular, sí, pero sin exageración para evitar límites en el desarrollo, alcance e inversión de dicha tecnología en los países.
Mi visión es que debe existir una combinación de ambos mundos: un marco regulatorio que incentive, gestione y encauce la apropiación industrial, corporativa y educativa de la IA, que atraiga inversión e impulse la creación de emprendimientos, infraestructuras, centros de datos y apropiación de la IA en industrias y sectores de la producción, para que crezca la economía, se diversifique y se democratice conocimiento y riqueza; pero, de otro lado, normas que garanticen un uso responsable y ético de la IA, con un marco penal fuerte y sin tibiezas.
Me explico. Colombia debe convertirse, como lo piensa el ministro de las TIC, Mauricio Lizcano, en potencia de IA en Latinoamérica: atraer las grandes inversiones en centros de datos, de empresas de IA con sus soluciones, que capaciten a miles y, por qué no, millones de personas acá en IA, que haya beneficios tributarios para esas inversiones y para empresas que adopten de manera productiva la IA, generen empleo, beneficios a la sociedad. Que florezca la IA en Colombia con emprendimientos y talento locales.
Pero, de otro lado, que haya penas, duras sanciones, cárcel, de manera expedita y sin miramientos, para quienes usen la IA con fines delictivos e ilegales.
Esta semana, por ejemplo, vi a un ‘influenciador’ en TikTok, un tal ‘Pampis’, enseñando a usar una IA abierta y sin limitaciones éticas con la que creó en un minuto un código malicioso (virus), e imágenes explícitas violentas, cosas que las IA generativas responsables evitan y bloquean, pero que algunas otras en el mundo oscuro de la web permiten y con las que se podría generar mucho daño, violencia, estafas, manipulaciones, injurias y efecto altamente nocivos para la sociedad.
Basta con hacer una sencilla búsqueda en Google o TikTok para encontrar tutoriales que ayudan a crear videos deepfake con IA, con los cuales se puede suplantar la cara y voz de una persona, que, sin ser inocentes, puede ser usado para un sinfín de casos poco éticos y sin control.
Para esos casos, mano dura. Multas, prohibiciones, sanciones, hasta cárcel. Con una IA manipulada se puede generar mucho daño. Su poder, en manos equivocadas, es altamente peligroso y en eso nuestras entidades ejecutivas y legislativas deben tener los ojos muy bien puestos. Esto no es un jueguito de niños influencers en TikTok: la IA como arma puede ser la más letal de todas.
JOSÉ CARLOS GARCÍA R.
Editor Multimedia
@JoseCarlosTecno