los puntos que pueden afectar relación entre China y Rusia

Las imágenes mostraban algo más que mero protocolo: las sonrisas y los apretones de mano daban un aire de cercanía y complicidad al encuentro, a fines de la semana pasada, entre dos de los hombres más poderosos del planeta, el presidente chino, Xi Jinping, y su colega ruso, Vladimir Putin, y aparentaban la plena confirmación de aquella “amistad sin límites” que ambos dirigentes proclamaron hace más de dos años, en vísperas de la invasión rusa a Ucrania.

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Más de cuatro entrevistas por año han sostenido Xi y Putin desde 2013, que suman ya 43 encuentros, unos personales y otros virtuales, una cantidad muy superior a las 19 cumbres de Xi con el presidente de la India, Narendra Modri, y a las 17 con los mandatarios de Estados Unidos Barack Obama, Donald Trump y Joe Biden. Que la primera visita de Putin a las pocas horas de haber asumido un nuevo período presidencial fuera a Pekín es muy significativo.

​Y no se trata solo de caminatas sobre largas alfombras rojas y prolongadas videollamadas. El comercio entre los dos países se ha disparado tras el ataque de las tropas rusas contra Ucrania. El año pasado culminó con un intercambio de 240.000 millones de dólares, 26 % más que en 2022, y 40 % más que antes del inicio de la guerra.

Xi Jinping y Vladimir Putin.

Foto:EFE

Tras desplazar a Arabia Saudita, Moscú se convirtió el año pasado en el primer proveedor de petróleo para China: casi 2,2 millones de barriles diarios de los pozos rusos alimentaron las refinerías del gigante asiático, con lo cual Moscú pudo reemplazar los compradores que perdió cuando, como consecuencia de la invasión a Ucrania, dejó de exportar crudo a varias potencias occidentales. Eso sí, para los rusos hay un costo: China les compra con descuentos que han alcanzado hasta el 30 % frente a los precios internacionales.

En contrapartida, como informaba el sábado el diario madrileño El Mundo, Rusia ha quintuplicado la compra de carros fabricados en China, gracias a que los productores de ese país aceptan pagos en rublos: las transacciones en dólares con los rusos se han dificultado por el bloqueo financiero incluido en las sanciones occidentales a Moscú. “El 90 % de los pagos (entre los dos países) se hace hoy en día en rublos y yuanes”, declaró el viernes Putin, con una sonrisa de satisfacción.

Componentes chinos como micro-chips, motores para misiles de crucero y otros elementos básicos para fabricar armas mantienen con vida a la industria militar rusa

Mientras Rusia llena los tanques de combustible para alimentar la máquina productiva china, Pekín suministra variadas materias primas para el aparato industrial ruso, pero también para el militar. 

Una fuente diplomática europea le dijo a EL TIEMPO el viernes que “tanto en Europa como en Estados Unidos, nuestros gobiernos están preocupados por informes de inteligencia que apuntan a que componentes chinos como micro-chips, motores para misiles de crucero y otros elementos básicos para fabricar armas mantienen con vida a la industria militar rusa”.

“Algo así como el 70 % de la maquinaria y el 90 % de la micro-electrónica que importa Rusia viene de China”, sostuvo hace unas semanas el secretario de Estado, Antony Blinken, al explicar que Pekín surtía así “la máquina de guerra rusa”.

El comercio entre los dos países se ha disparado tras el ataque de las tropas rusas contra Ucrania.

Foto:AFP

Rusia y China: orígenes y estrategias diferentes

No todo es entendimiento y armonía entre Xi y Putin. De hecho, en sus primeros encuentros a inicios de la década pasada la cosa no fluía. Son de orígenes muy distintos. Aunque nacieron con pocos meses de diferencia (Putin en octubre de 1952 y Xi en junio de 1953), crecieron en ambientes muy distintos.

Putin se crió en un hogar modesto de Leningrado, mientras Xi creció en medio de privilegios, pues su padre era un importante líder cercano a Mao Tse Tung. 

Con el tiempo, todo cambió: el padre de Xi cayó en desgracia y fue enviado al exilio en una lejana provincia. Putin cursó estudios de derecho y en 1975 se integró a la KGB, donde su astucia, su bajo perfil que a nadie parecía amenazar, y su frialdad le permitieron ascender con rapidez.

Para ese entonces, Xi había regresado de años de trabajo en el campo en los tiempos en que la revolución cultural había decidido así reeducar -que era la palabra oficial para ello- a jóvenes privilegiados como él. 

En 1974, ya en Pekín, se unió al Partido Comunista, aunque por los líos de su padre, fue rechazado varias veces. Como hormiga de trabajo, ascendió lentamente hasta convertirse, en el 2000, en secretario general del partido en Shanghai, tras caer en desgracia quien ocupaba el cargo por acusaciones de corrupción.

Xi Jinping, presidente de China, durante la ceremonia de apertura del Foro de la Franja y la Ruta en Pekín.

Xi Jinping, presidente de China.

Foto:Bloomberg

Ambos crecieron en una época en que las relaciones entre sus países eran, como lo señaló este fin de semana el diario parisino Le Monde, “execrables”, casi de odio, pues desde la muerte de José Stalin en 1953, Mao no hizo más que criticar las movidas de Moscú para distensionar las relaciones con Occidente.

Además de sus orígenes, y aunque tienen en común ver a Occidente como su enemigo, frente a ese tema se mueven con estrategias muy diferentes. Hoy es Xi quien quiere llevar en buenos términos las relaciones con Occidente, mientras Putin ha decidido confrontarlo. No es que Xi haya renunciado a sus propósitos de poner a China como potencia número uno del planeta antes de 2050, sino que “a diferencia de Putin, que odia a Occidente, el líder chino lo desprecia”, como lo señalaba Le Monde.

Desde el inicio de la invasión a Ucrania, Xi expresó su preocupación porque esas tensiones con Occidente afectaban el plan de Pekín de imponerse ante Estados Unidos y Europa sin disparar un cohete. Xi cree en la máxima de Sun Tzu, el gran teórico militar chino, según la cual “el arte de la guerra consiste en someter al enemigo sin combate”. El ataque ordenado por Putin hace más de dos años le incomoda a Xi porque ha fortalecido la alianza de Washington y la UE, ha puesto en guardia a la Otán y ha disparado la carrera armamentista en Occidente.

Incluso campeones del pacifismo y el desarme como Alemania y Japón (el gran adversario regional de China), han elevado su gasto militar a niveles desconocidos desde la Segunda Guerra Mundial. “Y eso le molesta mucho a Xi, aunque sólo se lo diga a Putin en privado”, explicó la fuente diplomática en París.

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El presidente ruso Vladimir Putin (R) asiste a una ceremonia de bienvenida con el presidente chino Xi Jinping en el Gran Salón del Pueblo en Beijing, China

Foto:EFE

¿Límites a la amistad entre Xi y Putin?

Más allá de las sonrisas en las fotos, algunos analistas apuestan a que la luna de miel entre los dos líderes terminará y dará paso a un matrimonio de conveniencia. No se va a dar una ruptura que a ninguno le conviene, pero China ha comenzado a temer el efecto de las sanciones de Occidente y eso la obliga a frenar el veloz crecimiento del intercambio comercial. Un primer gesto de Xi hacia Washington ha sido el de mantener su postura, más allá del debate sobre materiales y componentes de uso militar, de no venderle armas a Moscú.

Una investigación del Instituto Chongyang de la Universidad de Renmin, en Pekín, citada por El Mundo de Madrid, revela que, en marzo, China suspendió el 80 % de los acuerdos de pago con Rusia, lo que puede propinarle un durísimo golpe al flujo comercial. El intercambio cayó, por primera vez en años: en marzo 16 % y en abril 13 %.

Y hay más problemas. Los bancos chinos están preocupados por las sanciones que el Departamento del Tesoro de Estados Unidos pueda imponerles porque empresas rusas, así como oligarcas rusos cercanos a Putin, que han sido señalados de manera directa en las sanciones, mueven dinero en esas entidades financieras de China.

Si Washington los sanciona, esos bancos podrían verse impedidos de hacer transacciones con Estados Unidos, lo que las afectaría de manera grave.
Las entidades más pequeñas, que son más vulnerables, han suspendido las transacciones con Rusia y con los oligarcas rusos, mientras los bancos de mayor tamaño han comenzado a demorar giros mientras sus equipos jurídicos analizan la situación.

El presidente Vladimir Putin, en su ceremonia de posesión en el Kremlin.

Foto:EFE

“La realidad es que Xi le sonrió mucho a Putin en la cumbre de dos días, pero entre tanto, le apretaba la mano con mucha fuerza”, explicó a EL TIEMPO, en París, la citada fuente diplomática. “Prueba de ello es posible encontrarla al leer entre líneas el comunicado conjunto divulgado tras el encuentro”, agregó.

Se trata de un larguísimo documento (unas 7 mil palabras en ruso) que dice tanto por sus omisiones como por sus declaraciones. Lo primero es que la expresión “amistad sin límites”, que dominó los titulares de la prensa mundial tras la cumbre de febrero de 2022, no apareció esta vez. Y lo segundo es que Xi hizo incluir en la declaración un principio que Pekín ha considerado innegociable: el respeto a “la integridad territorial de todos los países”, algo que Moscú violó al invadir Ucrania y tratar de anexar parte de su territorio.

Xi le sonrió mucho a Putin en la cumbre de dos días, pero entre tanto, le apretaba la mano con mucha fuerza

Además, Pekín ha visto con mucha inquietud la retórica de Putin con la que, una y otra vez, ha amenazado con acudir a armas nucleares. Xi es consciente de cómo un conflicto con armas atómicas comprometería sus objetivos de convertirse en primera potencia mundial antes de mitad del siglo. En consecuencia, en el comunicado conjunto se puede leer que “no puede haber ganadores en una guerra nuclear, y ella no debería jamás tener lugar”, una clara imposición china en el texto.

En una entrevista al diario francés L’Opinion, el presidente Emmanuel Macron sostuvo que “Rusia ya perdió geopolíticamente” tras la invasión a Ucrania, y “ha comenzado a mantener una relación de vasallaje frente a China”. 

Puede que haya algo de exageración en tratar a Moscú como vasallo de Pekín. Pero, por ahora, es evidente que Putin necesita muchísimo más a China que Xi a Rusia. Y eso, para Rusia, que durante la segunda mitad del siglo pasado fue la gran potencia que desafió a Estados Unidos, es de por sí una humillación.

MAURICIO VARGAS – ANALISTA EL TIEMPO
mvargaslina@hotmail.com / Instagram @mvargaslinares



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