Opinión: Bogotá merece ser la sede de la COP16 – Bogotá


Una disputa abierta y respetuosa sostienen los alcaldes de Bogotá y Cali para que sus ciudades sean elegidas este año como la sede de la cumbre por la biodiversidad, un proceso que inició la actual ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Susana Muhamad, quien en diciembre del año pasado logró que este evento, que se celebra cada 2 años, se hiciese en Colombia en el 2024.

Es la primera vez que el país logra ser sede de esta cumbre que reunirá a líderes políticos, académicos, expertos y un número considerable de personalidades y representantes de más de 190 países, para hablar de cómo vamos con la implementación del Marco Mundial de Biodiversidad Global, adoptado en el último encuentro en Montreal (Canadá).

Aunque dista mucho de ser una cumbre con la preponderancia de la COP28 –que se llevó a cabo en Dubái, meses atrás–, la COP16 no resulta menos importante, pues allí se discutirá cómo fortalecer el marco de monitoreo y evaluación de las metas encaminadas a proteger la biodiversidad, un tema de la mayor relevancia dada la crisis climática que nos aqueja, y donde Colombia tiene mucho que mostrar.

Para los alcaldes de Bogotá y Cali, lograr que sus ciudades sean elegidas para la celebración de la cumbre sería una victoria temprana en sus primeros 100 días de gobierno, y una vitrina enorme para mostrarle al mundo las ventajas que ofrece cada capital en términos de infraestructura, cultura y competitividad.

Ambas ofrecen argumentos de sobra para convertirse en la ciudad sede. Pero Bogotá es, tal vez, la que más se merece ser la anfitriona. ¿Por qué? Sería un reconocimiento a los esfuerzos que las últimas administraciones han hecho por mejorar el componente ambiental en la capital: transición energética, mejoramiento del arbolado urbano, recuperación de humedales y el desarrollo de una política de ecourbanismo. Ojalá la cumbre no se quede en Bogotá, sino que también se extienda la invitación a los municipios de la región, que tienen mucho que aportar en términos de experiencias y protección de la biodiversidad a escala metropolitana.

De ser elegida, Bogotá tendría casi 8 meses para prepararse como sede, pues este compromiso va acompañado de grandes retos logísticos y de alojamiento para atender a más de las 12.000 personas que se espera asistan a la cumbre. Y si algo tiene la ciudad es infraestructura hotelera y auditorios para realizar grandes eventos. No en vano, los grandes conciertos y las principales ferias del país tienen lugar en la capital.

Ahora, el gran desafío es mejorar la seguridad, tema que tiende a complicarse. En una cumbre de estas proporciones sería terrible que un delegado internacional resulte víctima de hurto o pierda la vida en medio de un atraco mientras cenaba en un restaurante. También hay que reforzar estrategias para mejorar el nivel de bilingüismo, donde el Distrito está en mora de desarrollar un programa masivo de formación en inglés para trabajadores vinculados a la industria del turismo. Porque si en algo aún debemos mejorar es en la atención al turista, empezando por las estaciones de TransMilenio, que carecen de señalética y letreros en inglés, y ni hablar de las zonas de la ciudad donde no hay buena información o guías que apoyen a quienes nos visitan del extranjero.

ÓMAR ORÓSTEGUI
Director del laboratorio de Gobierno de la Universidad de La Sabana



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