Pinchallantas en Bogotá: estas son sus técnicas y artimañas – Bogotá

Los pinchallantas pasaron de ser delincuentes de a peso a convertirse en toda una red de estafadores que no solo ponen trampas como pitillos metálicos o tornillos en vías principales de Bogotá y Cundinamarca, sino que actúan con ‘auxiliadores’ que llevan a las víctimas a reparar los neumáticos a negocios específicos.

EL TIEMPO se tomó la tarea de revisar uno a uno los testimonios de decenas de afectados, cuyas denuncias, por lo general, siempre quedan en el olvido o archivadas.

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Lo primero que se deduce del alud de quejas es que hay unos corredores viales en donde estas bandas, se podría decir que organizadas, operan: la avenida Boyacá, especialmente a la altura de la calle 53; la avenida Primero de Mayo con carrera 30, la calle 80 con avenida 68; la autopista Norte, sentido norte-sur, frente al centro comercial Santafé, la autopista Sur a la altura de Soacha, el puente de la calle 127, la NQS, sentido sur-norte, a la altura de la calle 76; la carrera 7.ª con calle 163, costado occidental, y muchos otros más (ver mapa).

Estos puntos causan terror en la ciudadanía, no solo por el peligro de quedarse en la mitad de la nada, sino por las enormes cuentas que cobran por arreglar el daño premeditado.

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¿Cómo operan?

Tienen muchas estrategias, pero la más novedosa en la actualidad es que luego de poner los dispositivos metálicos y filudos en puntos específicos mandan a un ‘ángel’ que arriba como por arte de magia a auxiliar a los angustiados conductores.

Mónica Carvajal, por ejemplo, fue víctima entre la avenida Boyacá y la carrera 69 con calle 80, costado sur. “Hay una banda de unos nueve delincuentes que se la pasan pinchando carros de alta gama. Luego, los dueños de estos últimos son llevados por unos motociclistas a dos montallantas ubicados en el sector para ser atendidos. Perforan las llantas con un chuzo varias veces para sacar más dinero”, aseguró.

Otro afectado dice que vivió esta situación llegando al portal Norte, punto en donde suelen estar varias personas ofreciendo servicios mecánicos. “Lo llevan a uno a un montallantas cerca de Colsubsidio, en la calle 177, y lo más grave es que una vez usted permite que cojan su llanta le dicen que tiene cuatro huecos y cada parche vale 60.000 pesos”. Para este ciudadano, ya hay organizaciones más sofisticadas. “Valdría la pena que se haga inteligencia, castiguen a esos delincuentes y sellen ese negocio. Operan tipo 3:30 de la tarde”.

Llanta

Las víctimas califican los sobrecostos cobrados como ‘infames’.

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Los salvadores

Carlos Ramírez, quien también cayó en la trampa, analizó exactamente cómo operan los moteros y ciclistas al servicio de la delincuencia. Toda la labor se inicia, por lo regular, con el retiro del artefacto que ocasionó el daño, y luego el auxiliador utiliza un pequeño compresor que extrae de la maleta de su moto con el cual trata de inflar la llanta averiada para que el vehículo de la víctima se desplace hasta el montallantas que indica el sujeto. Invita al ciudadano a seguirlo.

Ahí opera una banda que consta de un ciclista portador de los pitos en el pie izquierdo y transita entre los carros detenidos

“En el sitio aparecen, sin motivo alguno, otros pinchazos en otras llantas del vehículo, y con gran habilidad el mismo hombre da cuenta al incauto conductor de que los pinchazos o averías de las llantas requieren multitud de parches. ¡Hasta 5 por cada rueda!, con un costo final que supera el medio millón de pesos Eso se repite unas cinco veces al día”, dijo Ramírez, quien agregó que están tan organizados que escogen vehículos de alta gama.

Usan tizas con cuchillas

Varios afectados cuentan que el delito no termina en el asfalto, sino que en los negocios cómplices los delincuentes hacen lo propio. Juan Pablo Céspedes contó que en un montallantas, ubicado en la avenida Boyacá con calle 77, le desmontaron un neumático y le dijeron que se lo arreglaban por 120.000 pesos. “Le dije que no, que solamente me colocara la llanta de repuesto, pero insistían. Mientras la sacaba, uno de los sujetos me dijo: ‘Mire, esta otra llanta está bajita’. Me di cuenta de que con una tiza empezó a marcarla. Esta tenía una cuchilla y así es como rayan toda la llanta.

Sarcásticamente me dijeron: ‘¿Será que tiene dos llantas de repuesto para colocarlas?’ ”.
El ciudadano, impotente, tuvo que colocar parches en los siete agujeros que le hicieron con la tiza y pagar 230.000 pesos. “Tuve que comprar dos llantas nuevas. Qué experiencia tan desagradable, estaba junto con mi esposa y veníamos de un viaje”.

A Albert Godoy le pasó lo mismo cuando iba con su familia a Ibagué en una camioneta Hyundai Santa Fe y atravesaban Soacha, por donde se les desinfló una llanta. Preciso quedaron frente a un montallantas detrás de una estación de servicio Terpel y solicitaron el servicio de emergencia. “La llanta tenía un elemento tipo flauta. Luego de desmontarla y revisarla, el mecánico me dijo que tenía ocho rayones realizados con una cuchilla y que la reparación costaba 150.000 pesos. El tipo tenía una cuchilla filosa entre los dedos y aprovechó nuestro descuido para hacer el daño”.

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Ciclistas ‘ponen pitos’

Luis Fredy Niño le contó a este diario que en el tramo comprendido entre las calles 53 y 63 sobre la avenida Boyacá caen víctimas a diario. “Ahí opera una banda que consta de un ciclista portador de los pitos en el pie izquierdo y transita entre los carros detenidos”.

Escoge vehículos de alta gama y simula que se tropieza, se agacha y ahí pone milimétricamente el pito con una punta cubierta de plastilina. “Cuando el vehículo reinicia la marcha, se le incrusta el artefacto”.

Metros más adelante los conductores quedan varados y llega un ciclista que se quita la chaqueta y la gorra y se convierte en un mecánico. La misma historia se repite en el semáforo de la calle 53, sentido sur-norte. Este flagelo es más grave de lo aparenta, porque los carros varados pueden llegar a ser embestidos por detrás. Son vidas humanas las que pueden estar en riesgo. “El ciclista nos ha amenazado por sacarle videos y fotos. Pero hemos estado muy solos ante estos delincuentes”.

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Cuentas infames

Los costos desproporcionados que han tenido que pagar las víctimas de los pinchallantas son, por decir lo menos, infames.

Margarita Becerra contó que el 1.º de julio pasado, subiendo por la calle 80, de occidente a oriente, en la mitad del puente sobre la NQS, se les acercó un motociclista para avisarles que estaban pinchados. “Caímos en la trampa y llegamos al sitio más cercano. “En menos de nada le colocaron diez parches de $ 65.000 a la llanta delantera izquierda y 7 de $ 45.000 a la trasera izquierda. Nos cobraron, además, por el hidrógeno de las cuatro llantas $ 40.000 y $20.000 por iniciarle la batería porque “coincidencialmente” no funcionó. Todo costó $ 1’0025.000, y solo reciben en efectivo”.
Finalmente hay quienes dicen que este método también lo usan para robar carros. “Un señor honesto que me auxilió cuando fui víctima me dijo que esta modalidad también la usaban para robarse las Toyotas”.

Hasta el momento, no hubo respuesta de investigaciones de la Fiscalía con resultados sobre esta grave problemática.

CAROL MALAVER
carmal@eltiempo.com


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