El pasado domingo 19 de mayo, los ciudadanos dominicanos acudieron a las urnas para elegir al binomio presidencial, renovar completamente el Senado y la Cámara de Diputados, y seleccionar a los diputados del Parlamento Centroamericano. La jornada electoral se desarrolló en un ambiente de civismo, normalidad y transparencia, lo cual, según diversas misiones de observadores internacionales, fortaleció la democracia electoral.
Sin embargo, un aspecto crítico de estas elecciones fue la alta tasa de abstención, que alcanzó el 45.63% y un elevadísimo 82% en el voto en el exterior, marcando el nivel más alto de abstención en comicios presidenciales en la historia democrática del país. Este fenómeno representa un serio desafío que exige una respuesta urgente y rigurosa.
La reelección: una tradición
Este patrón se confirmó el último domingo, cuando el presidente Luis Abinader, candidato del Partido Revolucionario Moderno (PRM), fue reelegido en primera vuelta con el 57.4% de los votos, como lo anticipaban las encuestas. Su partido también aseguró mayorías cómodas en el Senado (29 de los 32 bancas) y en la Cámara de Diputados (alrededor de 140 de las 190 en disputa). Los principales rivales presidenciales fueron el expresidente Leonel Fernández, de la Fuerza del Pueblo (FP), quien con el 28.8% de los votos se ubicó segundo, y Abel Martínez, del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que quedó tercero con el 10.3%. Si las elecciones de 2020 marcaron una alternancia después de 16 años de gobiernos del PLD, las de este año consolidaron al PRM como el nuevo partido dominante.
El mensaje de castigo que enviaron las urnas es claro: los tres partidos que gobernaron durante las últimas cinco décadas —PRSC, PRD y PLD— apenas lograron el 11.71% de los votos combinados. De cara a las elecciones presidenciales de 2028 se viene una fuerte renovación del liderazgo político. La mayoría de las fuerzas políticas se enfrentan a una encrucijada: actualizarse o extinguirse.
Factores de éxito de Abinader
Cinco factores principales explican su sólido apoyo popular y su éxito en las urnas el pasado domingo: Primero, un firme liderazgo a nivel nacional, con un partido unido y alineado detrás de su candidatura. Segundo, estabilidad macroeconómica, con un crecimiento económico significativo (4.5%), el más altos de la región, una inflación moderada y una moneda que se mantuvo dentro del rango esperado. El alto costo de la vida -un tema sobre el cual insistió con fuerza la oposición- no logró impedir la reelección del mandatario. Tercero, una política exterior enfocada en la defensa del país ante el desafío haitiano, que para algunos analistas rozó el excesivo nacionalismo y llevó a deportaciones masivas. Cuarto, la lucha contra la corrupción y la impunidad, que resultó en el inicio de varios juicios contra familiares y exfuncionarios del gobierno del ex presidente Medina. Y, quinto, una considerable expansión de los programas de asistencia social y del empleo público; programas que la oposición critico como clientelares.
Desafíos para los próximos cuatro años
Durante su segundo y último mandato, que generalmente presenta mayores desafíos, Abinader deberá revitalizar su gobierno, enfocándose en una serie de prioridades clave. Entre ellas, se destaca la reforma constitucional para impedir la reelección consecutiva más allá de un período, garantizar la plena independencia del poder judicial y del Ministerio Público, e implementar cambios significativos en la ley electoral y de partidos. Asimismo, será crucial mantener un alto nivel de crecimiento económico y transformarlo en desarrollo sostenible, generar empleo formal, reducir los niveles de pobreza y desigualdad, mejorar la calidad de los servicios públicos, especialmente en educación y salud, y profundizar la lucha contra la corrupción, la impunidad, la delincuencia y el crimen organizado.
Reflexión final: El contundente triunfo de Abinader desafía varias de las tendencias actuales del súper ciclo electoral latinoamericano: el voto de castigo hacia los gobiernos en funciones, la necesidad de una segunda vuelta electoral para elegir presidente, mandatarios sin mayorías propias en el Congreso, presidentes que no consiguen la reelección y una polarización tóxica. Las tres propuestas que encabezaron la votación el pasado domingo pertenecían al espectro de centro. Por su parte, la izquierda recibió un apoyo débil, mientras que el candidato antipolítica del partido trujillista, Roque Espaillat, conocido como “El Cobrador” del Partido Esperanza Democrática, solo obtuvo el 1.40% de los votos. Una vez más, la singularidad de la situación dominicana se hizo evidente.
Daniel Zovatto, @zovatto55, Global Fellow, Wilson Center