El primer encuentro del presidente Gustavo Petro con su homóloga de México, la reciente posesionada Claudia Sheinbaum, deja como gran anunció la decisión de ese país, según manifestó el jefe de Estado, de mantenerse alejado de los diálogos con los actores venezolanos, conversaciones que se mantienen tras la crisis política por las elecciones del 28 de julio.
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“México va a mantener su postura de no intervención en ningún asunto. Los veo más en la posición de apartarse de la discusión”, dijo el primer mandatario. De esta forma se confirma que México sigue en la línea que trazó Andrés Manuel López Obrador, que inició como parte del bloque de países que buscaban resolver de manera negociada la crisis (junto con Colombia y Brasil), pero luego se apartó.
Aunque el mandatario colombiano no dio detalles sobre cómo va a proceder el resto del bloque, se presume que mantendrá el papel de interlocutor tanto con el régimen de Nicolás Maduro como con actores de la oposición.
Ahora, con la fecha de la investidura de Maduro cada vez más cerca -la posesión será el próximo 10 de enero-, y teniendo en cuenta el nulo efecto que ha tenido la mediación, surgen dudas sobre si la hoja de ruta que vienen trazando Petro y Lula tendrá efecto a corto plazo o si la postura de ambos gobiernos solo ha servido para darle aire al régimen.
Para Rafael Piñeros, profesor de Relaciones Internacionales del Externo, este anuncio tiene dos lecturas que son igual de preocupantes si se tiene en cuenta que México es un país que históricamente ha sido amigo de la negociación.
“Se puede analizar en dos niveles. Implícitamente puede estar diciendo que no hay nada que negociar porque hubo un proceso electoral y ese proceso electoral tiene un ganador; por lo tanto, no debe haber dudas sobre el mismo. Pero la otra, tal vez un poco más compleja y elaborada, es que México es consciente de que los países amigos del diálogo no han logrado modificar la situación inicial ni que el régimen de Nicolás Maduro divulgue las actas”, señaló el analista.
“Puede ser una manera muy realista de México de aceptar que no va a pasar nada y que no va a cambiar el statu quo de la situación en Venezuela”, añadió Piñeros.
Una opinión similar tiene Rafael Uzcátegui, director del Laboratorio de Paz de Venezuela, quien considera que esta decisión se veía venir. “En nuestra opinión, era la crónica de una decisión anunciada, pues México nunca tuvo realmente interés de participar en la mediación y su papel siempre fue decorativo o de relleno. Creemos que participó nominalmente en la iniciativa por sugerencia de Estados Unidos”, señaló.
Pese a esto, el mandatario colombiano insiste en la idea de que habrá reconocimiento de la supuesta victoria de Nicolás Maduro si este no muestra las actas que soporten su elección. “Si no hay presentación de actas, no hay reconocimiento”, recordó el presidente Gustavo Petro, en el diálogo televisivo, frente a la condición que puso con Luiz Inácio Lula da Silva para reconocer la victoria en las elecciones del 28 de julio del régimen de Nicolás Maduro.
Cabe mencionar que el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela proclamó a Nicolás Maduro como el ganador de las elecciones presidenciales, aunque hasta el momento no ha divulgado los resultados detallados, tal como establece el cronograma oficial. Mientras que la oposición insiste en el triunfo de Edmundo González, apoyados en las actas recabadas y que le darían al líder opositor hoy exiliado en España el triunfo, el oficialismo se apoya en un fallo del Tribunal Supremo de Justicia que avaló el anuncio del CNE.
Ahora, la pregunta que hay que plantear en este punto es qué va a pasar con esta mediación sin México y si de cara a los próximos meses Brasil seguirá respaldando con el mismo dinamismo a Colombia. Para Manuel Camilo González, profesor de Relaciones Exteriores de la Universidad Javeriana, la respuesta es clara. “México no tiene, digamos, un lazo que lo una a Venezuela, por lo que obviamente no se va a ver afectado. Brasil y Colombia sí”, señaló.
En ese sentido, el analista señaló que la colaboración entre Bogotá y Brasilia continuará en la misma dirección y que eventualmente desde México habrá cierto apoyo desde un rol menos protagónico.
“Creo que en el caso de Colombia el asunto más significativo es la migración, que es un tema muy crítico. Pero no solo eso, esta mediación ahora está directamente ligada al interés del presidente Petro de no echar por tierra los esfuerzos de la reapertura de las relaciones, un esfuerzo de más de dos años”, señaló González.
También considera que dentro del cálculo político de esta mediación es fundamental entender qué busca Lula. “Además de las cuestiones relacionadas con la economía, es decir, al comercio que se pueda establecer entre ambas naciones, creo yo que Brasil también está buscando un escenario en el cual se pueda posicionar como un líder regional”, agregó.
No obstante, Uzcátegui sostiene que más que mirar hacia dónde van Petro y Lula, es clave preguntarse hasta dónde los dejará llegar Maduro. “Por las evidencias disponibles, Nicolás Maduro no tiene interés en participar en ningún tipo de conversación en la que se le interpele o se ponga en duda su supuesto triunfo antes de su juramentación el 10 de enero de 2025”, dice el sociólogo.
En su opinión, el camino a seguir por parte de los gobiernos de Colombia y Brasil debería ser otro. “Hay que preparar una estrategia para incidir en el Palacio de Miraflores después de esta fecha con una estrategia de contención del abuso de poder más que facilitar una transición a la democracia”, agregó Uzcátegui, quien dirige un instituto que les hace seguimiento a temas participación y democracia en Venezuela desde 2012.
Por ahora, el futuro para este escenario es igual de incierto que antes de la revelación del presidente Petro. A falta de dos meses para que Maduro asuma, como ya es costumbre, en medio de serias dudas como presidente de Venezuela, no parece que la mediación de Colombia y Brasil pueda tener un efecto en el cercano plazo.
“Ojalá los gobiernos de Brasil y Colombia sigan sumando esfuerzos para abordar las consecuencias directas de la crisis venezolana, que no son solamente la grave erosión democrática, sino también el nuevo pico en la crisis migratoria que necesita, también, una respuesta multilateral”, concluyó Uzcátegui.
CAMILO A. CASTILLO
Redacción Política
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