El presidente Gustavo Petro le dio la orden a la ministra del Deporte, el pasado 22 de septiembre, después de la final del Mundial juvenil de fútbol femenino, en Bogotá: “Ya es hora que la gente del común pueda ver su selección colombiana de fútbol en los estadios. Pilas @MinDeporteCol”, escribió, en un jalón de orejas público en su canal de comunicación preferido: su cuenta de X.
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Luz Cristina López se vino a ‘poner pilas’ apenas el miércoles pasado, un mes y una semana después, y quizás porque se lo recordó otro trino en X del jefe del Estado en el que, palabras más, palabras menos, el mandatario pidió democratizar las entradas para ver los juegos de la Selección Colombia: “Por precio de boletas no deberían excluir a la mayoría de la población de los estadios para ver su selección de fútbol. Los estadios son públicos”.
Colombia vive en un bucle sin fin: la pugna política, la violencia (verbal y de hecho) entre gobiernistas y opositores, la corrupción, los desastres naturales… ¡y la sede de la Selección Colombia!
Vamos por partes
Primero: es legítimo, razonable y lícito el deseo de todas las ciudades del país de tener al menos un partido de los nueve de la eliminatoria mundialista. No es un pecado pensarlo ni decirlo ni hacerlo. La opción tiene lógica y es viable. Y todas las ciudades darían todas las exenciones de impuestos y arroparían con pasión a la Selección.
Segundo: Barranquilla es una gran sede –indiscutible–, pero eso no significa que sea la única posible porque sí o per se.
Tercero: aunque la Selección Colombia sea la entidad que genera la mayor unidad nacional (eso está medido, como lo contó en esta páginas hace un tiempo César Caballero, gerente general de Cifras y Conceptos), el equipo es de la Federación de Fútbol, una entidad privada, y no del Ministerio del Deporte estatal. La decisión de la sede es de la Federación, que bien ha sabido estar del lado del poder con todos los gobiernos y las altas esferas judiciales, legislativas y económicas. Así se ha favorecido. Hay presión evidente del presidente Petro al recordar que los estadios son públicos. Son de las alcaldías.
Barranquilla y Jesurún
Cuarto: seamos realistas: esta eliminatoria se termina de jugar en Barranquilla, ciudad del presidente de la Federación, el barranquillerísimo Ramón Jesurún, dandi de la alta sociedad barranquillera, que no será jamás el barranquillero que le quitó a Barraquilla la Selección. Si eso pasa, le toca irse a vivir a Miami.
Quinto: si la gran razón deportiva para jugar todos los partidos en Barranquilla es que a las 3:30 de la tarde los rivales se exprimen (cosa que comparto y por la que he defiendo la sede de Barranquilla), al jugar a las 5 de la tarde o a las 7 de la noche pues se abre la opción válida para otras ciudades.
Sexto: esto es simple: la sede debe ser escogencia responsable, sin presión, de los jugadores y el cuerpo técnico. Ellos son los que deben decidir, ellos son los que corren y tienen las razones físicas y científicas. Si ellos dicen que sea Barranquilla, pues hay que seguir en Barranquilla y sanseacabó. Y estará bien también…
Meluk le cuenta
GABRIEL MELUK
Editor de DEPORTES
@MelukLeCuenta