Voy y Vuelvo: el segundo apellido de los bogotanos: Paciencia – Bogotá


Todos queremos que Bogotá salga adelante. Queremos verla prosperar de forma organizada y funcional. Todos apostamos por más espacios libres para el ciudadano, por ciclorrutas bien concebidas, por parques y alamedas para las familias, por andenes dignos y seguros. Todos queremos mejores sistemas de transporte y una movilidad sostenible.

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Por todo eso es que nuestro segundo apellido se llama Paciencia. La tenemos, y de sobra. ¿Quién no la va a tener si –además de que no hay remedio– pagamos por las obras, anhelamos las obras y hasta sugerimos muchas de ellas? Cuando uno elige a un gobierno es porque intrínsecamente apuesta por el metro, los andenes, los centros felicidad, los parques, los colegios y hasta por el millón de árboles que todos los alcaldes prometen. Y uno sabe que todo eso nos va a costar. Pero apostamos por esas obras.

¿Qué es lo que pedimos a cambio? ¡Que se hagan!
¡Que las podamos disfrutar! ¡Que las sepamos aprovechar! ¡Que mejoren mi barrio, mi calle, mi esquina, mi desplazamiento, mi calidad de vida! Eso es lo que esperamos cuando pagamos la valorización y el predial y el ICA y el impuesto vehicular. Sin contar las cuotas extras que pagamos en el conjunto donde vivimos para mejorar la seguridad, las zonas comunes, los accesos, el jardín, el parqueadero, etc. Lo hacemos para vivir mejor y sentirnos a gusto. Paciencia es nuestro segundo apellido.

Por eso nos deprime, literalmente, ver que las obras no avanzan.
Que pasamos por ellas y los obreros son poquísimos. Que los avances son mínimos. Que no hay ritmo en la ejecución. Que de repente quedan paralizadas sin que se nos cuente por qué ni cuándo se reanudarán. Los trabajos en el humedal Córdoba llevan meses paralizados. Lo mismo ha sucedido con la ciclorruta de la calle 94 o los andenes de la 85. Con bombos y platillos anuncian que tendremos cosas, pero se guarda silencio cuando un proyecto no sigue por desaveniencias con el constructor o por demandas o por incumplimientos. ¿Y los ciudadanos? Paciencia es nuestro segundo apellido.

Valga decir que los incumplimientos son el pan de cada día. Pasa lo de siempre: una empresa se gana la obra, celebra, comienza a ejecutarla y después se queda corta de plata. Pide anticipos sin mostrar los avances correspondientes y entonces, ante la negativa, paraliza la obra. Toca cancelar el contrato o ceder el contrato o esperar la demanda y la contrademanda, abrir nuevos concursos, etc.

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¿Conclusión? Paciencia. Y ojo: es nuestra plata la que está en juego.

En gracia de discusión, valga decir también aquí que una cosa es dejar una obra botada por líos contractuales y otra es porque Bogotá adolece de un mal mayor: no sabemos qué hay bajo su suelo. Conexiones de todo tipo de servicios (agua, luz, gas), tuberías imposibles de remover, reliquias arqueológicas, raíces de árboles, ductos, pozos de agua y no se qué más. Se entiende que esto representa un problema serio, quizás ajeno a la labor de la empresa contratista que simplemente se encuentra con esa clase de obstáculos en el camino. Pero ¿entonces para qué son los diseños? ¿No existe una mínima información de qué pasa bajo nuestros pies? Digamos que es un imprevisto.

Entonces vamos a otra reflexión: ¿por qué tantas empresas involucradas en estos inconvenientes tardan tanto tiempo para resolverlos? ¿Por qué el permiso, el estudio, la autorización, el visto bueno, el chulo o lo que sea no se tramita de forma más expedida? ¿Por qué una autorización de la Empresa de Acueducto o de la empresa de gas o del IDU o de la Secretaría de Ambiente se toma semanas y meses?

Esto es lo que alegan los constructores. Y seguramente es cierto. Ha pasado lo mismo con el humedal Córdoba, el trámite entre entidades es absurdo. Yo siempre creí que por tratarse de entidades hermanadas en un mismo gobierno las cosas fluían mejor. Pero al parecer no es así.

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La alcaldesa Claudia López, consciente de que la demora en los trabajos desespera y le daña el día a cualquiera, ha resuelto ir a visitar obras y ha confirmado que, efectivamente, en varias de ellas hay pocos obreros trabajando; faltan gente, celeridad y mucha empatía con quienes pagamos los impuestos que hacen posibles esas obras. Y para que no nos desesperemos, nos ha pedido paciencia. Alcaldesa: Paciencia es nuestro segundo apellido. Señores contratistas, ¿hasta cuándo?

ERNESTO CORTÉS FIERRO
EDITOR JEFE DE EL TIEMPO


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