Incendio de El Tiempo y El Espectador: Esto fue lo que pasó en 1952 – Bogotá

Hace 70 años, el emblemático edificio de EL TIEMPO ubicado en la avenida Jiménez ardía en llamas causadas por la violencia bipartidista del siglo XX. Las sedes de El Espectador y de la Dirección Liberal tampoco se salvaron.

El sábado 6 de septiembre de 1952 una turba de aproximadamente 300 personas, que marchaban, lanzaban pugnas contra el Partido Liberal y gritaban a voz en cuello su apoyo al partido conservador arremetieron no solo contra las instalaciones ya mencionadas, sino contra las residencias de los ex presidentes liberales, Alfonso López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo.

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 “El ruido de los linotipos ahogaba el de los disparos que se hacían desde la calle. Un grupo de revoltosos, a los gritos de ‘¡viva el Partido Conservador!’, ‘¡viva el Gobierno!’, disparaba sobre el edificio toda clase de proyectiles”, dice Jaime González Parra en su libro ‘EL TIEMPO de mi época’.

El ejército de 300 personas venía de participar en un funeral oficial en el que cinco policías habían sido enterrados y declarados héroes y mártires, pues habían sido asesinados en La Riviera en medio de una emboscada de la guerrilla liberal del Tolima el 2 de septiembre de 1952. No un mes antes, el 27 de agosto del mismo año, otros seis policías habían sido asesinados en un ataque guerrillero liberal en Antioquia.

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“A la una y treinta de la tarde se dividieron en grupos, asaltaron los edificios de los diarios liberales EL TIEMPO y El Espectador y los quemaron. Inmediatamente, sin que ninguna autoridad hiciera el menor intento de impedirles su misión pirómana, incendiaron la casa de López, que colindaba, en la calle 24, con la del presidente Urdaneta Arbeláez, respetada por las llamas, destinadas con exclusividad a la residencia del expresidente liberal”, así lo recuerda Enrique Santos Molano en una nota especial para EL TIEMPO publicada en 2012.

Posteriormente, cuenta Santos, la turba marchó con calma por la carrera séptima y prendieron fuego a la casa de Lleras Restrepo para después dispersarse con calma y marcharse a sus casas “satisfechos de haber vengado la muerte de los cinco policías abatidos en La Rivera” completa el historiador y periodista en su nota.

Una época de violencia

Periódico de EL TIEMPO después de el incendio 2

Enrique Santos Molano supone que se perdió cerca del 60% del archivo de EL TIEMPO.

Este episodio de llamas para la prensa se ubica en una temporada especialmente convulsionada y explosiva de la violenta política del siglo XX.

Si bien el Partido Liberal tenía mayorías en el Congreso de la República y la rama judicial, había terminado de perder 16 años de poder cuando en las elecciones presidenciales de 1946 fue derrotado por el candidato del conservadurismo, Mariano Ospina Pérez. La derrota en las urnas del hasta entonces partido predilecto se debe a la división que ese año hubo internamente cuando el liberalismo se presentó con dos candidatos, Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán.

Debido a la difícil gobernabilidad del momento Ospina creó la Unidad Nacional, con la que pretendía compartir el mandato del país con dirigentes del Partido Liberal, a pesar del inconformismo de los sectores más radicales del Partido Conservador.

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Y si bien desde el gobierno nacional se gestionaba un intento de paz, conservadores de a pie seguían con una guerra civil contra los rojos
. Por ejemplo, como cuando en Chiquinquirá, después del discurso de un sacerdote, los feligreces mataron a cinco liberales, o el intento de asesinato del miembro de la Dirección Nacional Liberal Julio Roberto Salazar Ferro en Tunja.

Tampoco hubo paz con el nuevo esfuerzo de 1947 del Pacto Tripartito, firmado entre el gobierno y los jefes del Partido Liberal, Jorge Eliécer Gaitán, y del Partido Conservador, Laureano Gómez. La tensión por los descontentos de ambos sectores políticos llegó a un punto álgido cuando en 1949 se organizaron las guerrillas liberales de varios sectores del país, lo que oficializó la guerra civil.

El Tiempo después del incendio

Periódico de EL TIEMPO después de el incendio 3

Esta fue la edición de EL TIEMPO que circuló después del incendio.

“De las instalaciones de EL TIEMPO los atacantes saquearon totalmente las oficinas de caja, de administración y de redacción, llevándose con ellos dinero, máquinas de toda especie, libros, documentos, condecoraciones y objetos valiosos e irremplazables”, reza una nota de este diario publicada en el 2015.

Enrique Santos Molano tenía 10 años cuando le prendieron fuego a El Tiempo, recuerda estar a eso de las cuatro de la tarde en una sala de cine con su papá, Enrique Santos Montejo, conocido como Calibán, cuando su padre fue repentinamente solicitado en recepción, cuando volvió apurado lo único que dio como explicación fue “Me tengo que ir porque están quemando El Tiempo”.

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Molano cuenta que cuando su padre llegó al edificio de la casa editorial esta ya no ardía, no por función de los policías, que, según dice Molano, no dejaban pasar a las personas, sino por vecinos que acudieron a ayudar.

“El Tiempo no se acaba” afirmó Calibán en ese momento y de entre los escombros carbonizados rescató su máquina de escribir y junto con los demás empezó a trabajar en la siguiente edición del periódico.Las cenizas y el fuego no pudieron parar a EL TIEMPO, que tan solo dos días después, el 8 de septiembre volvió a circular.

Durante 15 días EL TIEMPO se conoció como ‘El Tiempito’, dice Santos, porque el periódico Liberal, de formato más pequeño, prestó a este diario sus rotativas, porque las propias habían sido quemadas.

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Santos Molano supone que se perdió cerca del 60 % del archivo de EL TIEMPO, por eso “Tocó volver a reconstruir todo, recuerdo cómo los trabajadores tuvieron solidaridad total y no dejaron de trabajar. En 15 días el periódico ya estaba funcionando” recuerda el periodista.

Posterior al suceso, Enrique Santos Montejo escribía en su columna la ‘Danza de las horas’, “El futuro principia hoy. Y a él entramos con paso firme, sin miedo y sin rencor. Somos los mismos. Ni arrepentidos, ni vacilantes. Acaso mañana se intente sobre nosotros una segunda manifestación. No importa. Si junto con los elementos materiales de que nos servíamos, caemos los animadores de esta tribuna del pensamiento libre de Colombia, otros recogerán la bandera. Pero no se hagan ilusiones de que conseguirán tender sobre todo un pueblo el manto del silencio”.

María Paz Arbeláez Patiño
Redactora ELTIEMPO.COM

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