Así fue como cayó un violador en serie en el sur de Bogotá – Bogotá


Una racha de atracos y violaciones a mujeres sembró el pánico Ciudad Bolívar, pero todo se empeoró cuando se conoció el caso de una mujer de 33 años que llamó a la línea 123 a relatar lo que fue el peor día de su vida. Aquel 21 de octubre de 2021, aun sentía dolor en su cuerpo.

La Policía detectó que se trataba de un caso de abuso sexual por parte de una persona desconocida y de forma violenta, por lo que se llamó de inmediato a una patrulla del Grupo Élite de Delitos Sexuales (Gedes).

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Cuando abordaron a la víctima encontraron a una mujer de 33 años en estado de pánico. Había salido de su casa en el barrio Los Andes, en el sector de Arborizadora Alta, para llevar a su sobrino al colegio. Cuando iba de vuelta sintió que alguien la seguía, luego aceleró el paso mientras su corazón se agitaba.

Lo siguiente fue la peor sensación de su vida. Un hombre de 1, 70 de estatura la jala de la espalda y se abalanza sobre ella. Lo observa llena de miedo. Tenía guantes y tapabocas. Luego, con sus enormes manos, la asfixia en medio de una maraña de arbustos. Tiempo después los investigadores se dan cuenta de que ese era uno de sus fetiches: dejar sin respiración a sus víctimas mientras las ultrajaba. El violador iba dejando huellas.

Trató de huir varias veces, pero el atacante la superaba en fuerza y ya le había quitado su ropa mientras le apuntaba con un arma. “Escuché el sonido de una motocicleta y comencé a gritar. Ese tipo se asustó y yo traté de vestirme. Me dijo que él iba a salir corriendo y que lo tenía que seguir o me mataba. Así lo hice, pero para el lado contrario”. Un tiro al aire fue lo único que escuchó mientras corría para salvar su vida hasta el Centro de Atención Inmediata (CAI) más cercano.

Cuando los policías arriban a lugar de los hechos encontraron, entre los matorrales, un colchón azul. “Se ordenó que se tomaran muestras. El código blanco ya estaba activado. Había que hacer pruebas químicas mientras se atendía la salud de la joven”, dijo la fiscal que asumió el caso, una mujer implacable que se puso en frente de un equipo para atraparlo.

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Pese al choque emocional, la mujer colaboró todo el tiempo con las autoridades, quienes ejecutaron los actos urgentes, para labor de la policía judicial que tiene por objeto asegurar y recoger de manera inmediata toda la evidencia que esté en riesgo de alterarse o desaparecer. Mientras ese proceso surtía, la víctima era asistida en una clínica. Pese al shock ella identificó a su atacante. Era un hombre negro, alto, corpulento, de labios grandes. Recordó sus ojos. No podía olvidar ese rostro.

Tiempo después los investigadores, en labores de vecindario y verificación, y con el retrato hablado en sus manos, determinaron que muy cerca del lugar de los hechos había varios asentamientos afrodescendientes lo que dificultaba la búsqueda. Tampoco había muchas cámaras de seguridad que hubiesen captado el ataque.

Pronto encontraron una pista clave. En un CAI de la zona había tres registros por atraco a mujeres. Las víctimas describían a un hombre con características muy similares al que buscaban. “Nos dijeron que fuéramos al día siguiente porque había un policía que sabía de una joven atacada que había sido asesinada”, dijeron los investigadores del caso.

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‘Acabaron con la vida de mi hija’

El 25 de septiembre del año 2021 en horas de la mañana, Isabela Moreno, de solo 20 años y enfermera de profesión, salió a eso de las 6:40 de la mañana hacia su trabajo. Como iba un poco retrasada cogió un atajo alterno para tomar más rápido el transporte.

En ese camino fue abordada por un hombre. “El tipo la estuvo acechando todo el tiempo detrás de los arbustos hasta que se la llevó a la maraña. Le hizo todo lo que él quiso a mi hija. Nosotros nos enteramos en horas de la tarde que nunca había llegado a su trabajo”, contó Sandra Moreno, madre de la víctima.

Dice que cuando llegó la noche comenzaron los rumores de que algo grave había sucedido. “Fuimos a buscar a ese lugar donde decían que todo había ocurrido y encontramos algunas de sus pertenencias. Supimos que este tipo había matado a mi niña. Esto ha sido lo más difícil de mi vida”.

Los investigadores determinaron que la había asesinado con sevicia luego de ahorcarla con la lonchera en donde la joven llevaba su almuerzo.
“Luego apareció un video de ese ataque. El hombre tenía las mismas características físicas del que estábamos buscando: alto, atlético, joven, afrodescendiente”. Se notaba claramente cómo escogía a sus víctimas

Informantes

La presencia de investigadores, así como sus indagaciones atrajeron a informantes que comenzaron a dar datos importantes. “Nos dijeron que el hombre que estábamos buscando era un violador que pertenecía a las disidencias de las Ferc y que se había ido para el Chocó”, dijo un investigador.

Mientras se ataban cabos apareció una nueva víctima. Se trataba de una mujer que había sido abusada por un hombre con las mismas características. “Era casi calcado su forma de operar. Para ese momento era muy probable que se tratara del mismo agresor”, dijo la fiscal. Ya había un nombre: Brian Stiven Romaña Córdoba. En Bogotá las víctimas ya habían hecho reconocimiento topográfico.

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La captura

Fue una captura sin precedentes. Los investigadores tuvieron que desplazarse hasta Quibdó en el departamento del Chocó en donde Brian había sido capturado por porte ilegal de armas y puesto en prisión domiciliaria. “Nunca entendimos por qué un juez de garantías tomó esa decisión aun cuando estas eran privativas de las Fuerzas Armadas”.

Cuando llegaron al lugar donde residía se dieron cuenta de que no estaba allí. “Eso fue muy malo para él y muy bueno para nosotros. Como ya teníamos orden de captura en contra de él se pudo materializar”, dijo la fiscal. Violar su medida de aseguramiento les permitió a los agentes captúralo el 29 de noviembre y trasladarlo para Bogotá para que respondiera por todos sus ataques

Las pruebas

Lo primero que había que hacer era tomarle pruebas biológicas para saber si estas coincidían con las halladas en las víctimas y en el lugar de los hechos. “Poder hacer el cotejo de ADN era muy importante”, dijo la fiscal.

También se iba conociendo más de este hombre de solo 18 años, nacido el 31 de diciembre de 1998. Encontraron que, antes de cumplir la mayoría de edad, ya había cometido dos accesos carnales violentos y otro homicidio. Había cursado hasta sexto de bachillerato y cuando trabajaba para ganarse la vida realizaba oficios varios.

Todas las pruebas biológicas salieron positivas gracias al sistema informático creado por el FBI para el almacenamiento de perfiles genéticos o Banco de perfiles genéticos (Codis). Este permite realizar búsquedas entre archivos para apoyar investigaciones judiciales.

Era el hombre que estaban buscando. Además, el modus operandi, como había abordado a todas sus víctimas era exactamente igual. “Si con esa edad este señor ya había escalado sus ataques y violaciones a asesinatos estaba a poco de convertirse en un asesino serial”, dijo la fiscal.

Por el delito de acceso carnal violento, Brian Stiven Romaña Córdoba fue condenado a 124 meses de prisión, está en la cárcel Distrital, pero aún está pendiente que caiga sobre este todo el peso de la ley por feminicidio.

Fue un trabajo de investigación riguroso con muchos retos y escollos en el camino. “Las víctimas nos ayudaron mucho pero también se puso al alcance del caso toda la tecnología disponible”.

Ahora solo falta que este hombre pague por todos y cada uno de los crímenes que cometió pues se teme que puedan haber ocurrido más ataques. “Quiero hacer un llamado a las autoridades judiciales para que se haga justicia con el feminicidio de mi hija. Exijo que este hombre pague por su crimen. No quiero que este caso se convierta en uno más y que otras madres tengan que pasar por este dolor tan grande. Pido una condena ejemplar”, dijo Sandra Moreno.

CAROL MALAVER 
SUBEDITORA SECCIÓN BOGOTÁ 
carmal@eltiempo.com


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