El consumo de los hogares colombianos desciende. Análisis de Ricardo Ávila – Sectores – Economía

María Arandia se precia de saber para dónde va la economía, gracias a que trabaja con las manos. Pero no solo lo hace con las propias, sino también con las ajenas, pues esta bogotana que lleva años recorriendo las calles de la capital es una manicurista a domicilio que, mientras aplica un esmalte aquí o remueve una cutícula allá, escucha lo que le cuenta su clientela.

Y eso de oír tantas opiniones al día la lleva a concluir que quienes contratan sus servicios no solo expresan con gran vehemencia su preocupación por la realidad del país, sino que comenzaron a apretarse el cinturón hace un tiempo. “Nunca había escuchado a tantas personas quejarse del precio de la comida o de los servicios, ante lo cual no les quedó más remedio que recortar gastos”, cuenta. “Y estoy hablando de gente acomodada”, agrega.

El relato podría sonar como algo anecdótico o aislado de la norma. Pero los datos agregados disponibles hasta la fecha apuntan en la misma dirección: el ritmo del consumo interno empezó a perder vigor con el arranque del segundo semestre, lo cual confirmaría los pronósticos de desaceleración en la actividad económica, tanto en lo que queda del año como en el que viene.

Dicha ralentización no necesariamente es mala para un país en donde la inflación –superior al 10 por ciento anual al cierre de julio– se convirtió desde finales de 2021 en un verdadero dolor de cabeza para las autoridades y es causa de múltiples quejas por parte de la ciudadanía. Tal como lo saben los especialistas, con una demanda de los hogares que evolucione de forma más lenta los precios eventualmente volverán al redil de largo plazo establecido por el Banco de la República, que está entre el 2 y el 4 por ciento anual.

Para impulsar la corrección, el Emisor ha aumentado las tasas de interés con el propósito de encarecer el costo de los créditos y atenuar el apetito de los compradores. “Si la moderación se da de manera ordenada y cuidadosa, sería sano al evitar problemas de mayor envergadura más adelante”, sostiene el gerente de la entidad, Leonardo Villar.

Semejantes cálculos no entran en las cuentas de María Arandia, quien asegura haber sentido ya una disminución de su volumen de trabajo. “Algunas dejaron de llamar y otras piden rebaja, sin considerar que los implementos que uso han subido mucho”, concluye con tono preocupado.

Movimiento en Día sin IVA en Cali

Las “compras de venganza”, tras la austeridad forzada por las cuarentenas impulsaron el consumo.

Foto:

Santiago Saldarriaga / EL TIEMPO

Por qué la fiesta

Todavía es demasiado temprano para saber si la economía colombiana se encamina al anhelado “aterrizaje suave” o al temido “barrigazo”. De cualquier manera, los expertos afirman que lo visto durante la primera mitad de 2022 era sencillamente insostenible.
Según el Dane, el gasto de consumo de los hogares mostró una expansión en términos reales de 13,4 por ciento entre enero y junio, unos tres puntos por encima del crecimiento del país. Como consecuencia, este renglón llegó a ser responsable de casi el 75 por ciento del producto interno bruto desde el lado de la demanda, una cifra que en 2019 estaba por debajo del 70 por ciento.

Por qué se dio semejante salto es algo que está relacionado con la ocurrencia de la pandemia. Tal como pasó en otras latitudes, los largos meses de confinamiento y restricciones derivaron en una euforia de adquisiciones tan pronto disminuyeron los impedimentos para viajar o entrar libremente a un centro comercial.

De acuerdo con el experto Camilo Herrera, director de la firma Raddar, el rebote en el territorio nacional acabó siendo más notorio que en buena parte del mundo por varios motivos. Para comenzar, está lo que el especialista llama las “compras de venganza”, tras la austeridad forzada por las cuarentenas.

Es por ello por lo cual renglones como confecciones y calzado han tenido un gran auge, pues cuando la gente con recursos volvió a estar en la calle y regresó a las oficinas buscó estrenar “pinta”, aparte de ir a restaurantes o adquirir vehículos y electrodomésticos. No hay duda de que los días sin IVA contribuyeron algo a la dinámica observada, pero el despegue tuvo bases más fuertes.

Lo que hemos mapeado, con base en las utilizaciones de tarjeta de crédito de clientes de Bancolombia, es que categorías dinámicas como entretenimiento dejan entrever un cambio en el comportamiento.

“Lo que nosotros hemos mapeado, con base en las utilizaciones de tarjeta de crédito por parte de los clientes de Bancolombia, es que categorías muy dinámicas como entretenimiento dejan entrever un cambio en el comportamiento de los individuos, orientado a estar afuera y volverse a conectar con otros”, explica Juan Pablo Espinosa, director de investigaciones de la entidad. Queda la duda sobre si ese afán de salir será temporal o permanente, dando lugar a un rebalanceo de las prioridades personales.

Mientras aparecen más evidencias que confirmen o no la tesis, Herrera también habla de otros “motores emocionales” en el apetito consumista, como el temor a nuevos aislamientos o la expectativa de aumentos adicionales tanto en los precios y las tasas de interés. Bajo esa lógica, muchos habrían aplicado la máxima de “no dejes para mañana lo que puedes comprar hoy”.

A lo anterior se suma la dinámica del empleo, gracias a la cual la población ocupada llegó a superar en mayo pasado los registros de 2019. Más individuos trabajando se traducen en una capacidad adquisitiva conjunta mayor a la hora de demandar más bienes y servicios.

En lo sucedido tuvo mucho que ver que aquellos que mantuvieron sus trabajos y lograron hacer economías al no tener que gastar en desplazamientos o comidas fuera de la casa, contaban con capacidad de compra acumulada. Cuando a lo mencionado se agrega el arribo de remesas del exterior o las ayudas oficiales en favor de quienes están en la parte baja de la pirámide de ingresos, resultó evidente que había más dinero en los bolsillos del que se creía.

No obstante, aquí también pasó que no solo se cayó el ahorro, sino que una buena proporción de los colombianos decidieron endeudarse. Ello se observa en las estadísticas relativas al crédito de consumo que en su registro más reciente mostraba un incremento del 23 por ciento frente al volumen de la cartera un año atrás.

Ante la dinámica, las autoridades ya comenzaron a encender las luces de alerta, pues la deuda como proporción de los ingresos de los hogares se acerca al 40 por ciento, un nivel récord. En la pasada Convención Bancaria, el Superintendente Financiero advirtió que, en un escenario de intereses al alza, es factible que se esté incubando un problema serio.

De tal manera, en caso de que el costo del dinero suba más allá de los cinco puntos porcentuales observados hasta ahora, las cuotas serán cada vez más onerosas para aquellos que están bajo el esquema de tasa variable o deseen renovar un pagaré. No faltan quienes pronostican que la realidad será aún más desafiante a comienzos de 2023 cuando las personas empiecen a “colgarse” en el pago de sus obligaciones.

El día después

Sin embargo, el escenario no tiene por qué ser catastrófico, sobre todo si los colombianos adoptan la línea de la prudencia. Al respecto, Camilo Herrera dice que los datos obtenidos por Raddar muestran que las compras de los hogares, cuyo aumento era del 6 por ciento en términos reales durante junio, treinta días después mostraban un avance del 2 por ciento.

Por su parte, la Encuesta de Opinión del Consumidor que realiza Fedesarrollo, y que mide percepciones sobre presente y futuro cercano, muestra un cambio de actitud profundo en los mismos meses. De tal manera, en el sondeo de julio las expectativas a un año sobre la economía familiar y la nacional se deterioraron notoriamente.

Igualmente, la calificación respecto a las condiciones económicas actuales se volvió mucho más pesimista, mientras que cayó el ánimo de comprar muebles o electrodomésticos. La mezcla de ambos factores hizo que el índice de confianza del consumidor pasara de positivo a negativo.

Dentro de las razones para entender ese giro está la incertidumbre asociada al cambio de gobierno y el impacto que tendrán algunas de las políticas propuestas sobre sectores específicos de la ciudadanía. El mayor valor del dólar o riesgos como el de perder la autosuficiencia en gas y petróleo enrarecen el ambiente y llevan a que se pospongan decisiones de compra.

Aparte de los factores subjetivos, están los objetivos. Si a comienzos de 2022 un certificado de depósito a término rentaba menos que la inflación, ahora se encuentra por encima. “Hoy por hoy ya nos el momento de los consumidores, sino de los ahorradores”, apunta Juan Pablo Espinosa.

Y cada cual hace sus cuentas. Por ejemplo, el anuncio de que la reforma tributaria hará que los asalariados de más de 10 millones de pesos mensuales deban pagarle a la Dian hasta 65 por ciento más por impuesto de renta, es un baldado de agua fría para quien se encuentre en dicho grupo y vea que se le va a reducir su ingreso disponible.

Como si lo anterior no fuera suficiente, la verdad es que la plata alcanza para menos. Grupos de la canasta familiar como los alimentos o las tarifas de energía aumentan a ritmos del 25 por ciento anual, con lo cual el ingreso real empieza a bajar.
Las cifras de Bancolombia son elocuentes. Comparados con el nivel de 2019 los gastos de los tarjetahabientes de la institución subieron, entre enero y abril de este año, alrededor del 27 por ciento en términos reales.

A partir de ahí, el pico arrancó a descender. Para junio, la dinámica iba en 15 por ciento, pero en julio y agosto la tasa de crecimiento fue de 9 y 4 por ciento, respectivamente. “Con base en estas señales adelantadas se puede decir que se ha generado ya un cambio de tendencia, superior al que se habría podido predecir”, destaca Espinosa.

Quedan, claro, algunas cartas bajo la manga. Los que saben del asunto mencionan que en las zonas de frontera las ventas del comercio están disparadas, pues con la devaluación del peso quien llegue de Venezuela o Ecuador a hacer mercado de este lado de la línea limítrofe se ve favorecido.

Tampoco se quedan atrás las exportaciones de productos industriales y agrícolas, que van muy bien. Aunque las mayores cotizaciones de petróleo y minerales se notan más en las cifras totales, han aparecido más oportunidades, mientras que sigue pendiente la plena reapertura del mercado venezolano que en 2023 podría representar unos 2.000 millones de dólares.

Lo anterior implica que así el consumo privado entre en la dinámica de moderación que busca el Banco de la República, el crecimiento económico puede seguir siendo aceptable, si hay sectores que toman la posta. No se trata de igualar el 10 por ciento del primer semestre, sino de estar cerca del 4 por ciento en 2023, que no es un mal guarismo en la compleja coyuntura global.

Para que ello suceda, se requiere de todas maneras el concurso de los hogares, cuyo gasto es y seguirá siendo clave para que la economía marche bien. Por eso hay que cuidar que el ajuste no sea excesivo y que el enigma de bajar la inflación se pueda resolver con el menor dolor posible.

De lo contrario, el riesgo es crear círculos viciosos que lleven a una contracción de la demanda y a la destrucción de empleo, con lo que ello significa en un país con tantas dificultades sociales. Es verdad que los colombianos acaban de salir de una fiesta consumista. Lo que importa ahora es que a esa celebración no le siga aquello que se conoce como un guayabo terciario.

RICARDO ÁVILA
Especial para EL TIEMPO
@ravilapinto

Más noticias


Fuente