El sicariato se tomó Bogotá I opinión – Bogotá


La violencia criminal se está apoderando de los entornos urbanos, a tal punto que los homicidios por sicariato, hoy por hoy, superan a los homicidios por riñas en Bogotá. Tan solo bastaron cinco años para que la tendencia cambiara. Una de las tantas cifras que revela el más reciente informe de Futuros Urbanos donde se realiza una radiografía del fenómeno.

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En la capital por ejemplo, para el 2017, por cada caso de sicariato se registraban 7 de riñas. Sin embargo, en el 2021, las cifras oficiales de la Policía dejan en evidencia que ese comportamiento diferencial se diluyó, pues se registraron 453 casos por sicariato y 406 por riñas. Es muy posible que en el 2022 continúe ampliándose la diferencia.

Los hombres jóvenes siguen siendo las principales víctimas y los fines de semana (viernes, sábado y domingo) los días que concentran alrededor de la mitad de los casos.

A pesar de que en el último lustro las estadísticas ya mostraban con preocupación el crecimiento del fenómeno, no se le prestó la atención debida por las autoridades y hoy somos testigos de hechos macabros de asesinatos por contrato.

Eso, al fin y al cabo, es el sicariato, una actividad delincuencial en la que se comete un homicidio por encargo a cambio de compensación económica; este fenómeno está muy asociado a organizaciones criminales vinculadas al narcotráfico, que fue muy evidente en el periodo de Pablo Escobar.

Detrás de esto existe toda una cadena donde hay un contratante, un intermediario, un ejecutor y una víctima. También hay múltiples causas. Desde venganza y ajuste de cuentas hasta el envío de un macabro mensaje entre bandas criminales.

Todas son hipótesis, porque en muchos casos es difícil comprobar las razones o motivos.

De allí que es necesario fortalecer el componente de investigación criminal e inteligencia policial. Es posible que los recientes casos de homicidios por encargo que se han registrado en la ciudad se expliquen por un conflicto entre bandas criminales locales y extranjeras (Tren de Aragua) con el fin de apoderarse de las rentas ilegales asociadas al tráfico de estupefacientes y de otras actividades del mercado negro con alta rentabilidad económica.

El problema es que, como toda organización, opera con esquemas descentralizados donde es difícil identificar las cabezas que la lidera. Tan solo se capturan a los delincuentes que están en el eslabón más bajo de la cadena criminal.

Acabar con el sicariato es una tarea difícil y compleja, donde las acciones de los gobiernos locales son limitadas y requieren del concurso de otros actores del orden nacional. La respuesta inicial empieza por combatir el narcotráfico en los entornos urbanos que, además de ser corredores para mover insumos y estupefacientes, también son escenarios que reportan un ascenso en el consumo de droga. Eso explica, en parte, el fenómeno del sicariato por control territorial en varias zonas de Bogotá.

Hay que actuar pronto, de lo contrario, esto se saldrá de las manos y será muy tarde para actuar.

ÓMAR ÓROSTEGUI 
ESPECIAL PARA EL TIEMPO


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