FA quiere prohibir cabezazos en el fútbol para prevenir enfermedades – Fútbol Internacional – Deportes

La pelota va cayendo, como un misil en su mortífero descenso, los cuerpos allí abajo esperan, se apretujan y luchan, no para huir del impacto, sino para ir hacia él, y lo hará el que mejor se eleve, valiéndose de codazos, empujones y altura, su cabeza por sobre las cabezas, y luego un sonido temerario que recorre el estadio, es el de la testa contra pelota, mientras el balón cambia su curso y toma una dirección, un sentido de gol o de rechazo al gol. Este es el añejo arte del cabeceo, esa expresión corporal que es patente del fútbol desde que es fútbol: cabezazos que pueden ser potentes, endebles o audaces; cabezazos como martillazos; cabezazos como bazucas o resortes. Y la pobre pelota sufriendo, y la pobre cabeza aguantando.

Alguna vez, alguien se iba a preguntar, ¿y la cabeza cuánto aguanta? ¿Qué tanto sufre esa bazuca peluda?, o peor aún, ¿qué tanto sufre esa coronilla deshabitada, o esa frente desnuda? Y sí, alguna vez se lo preguntaron. La ciencia puso desde hace unos años su mirada sigilosa en el juego, no para descifrar los goles imposibles, sino para determinar la afectación real en el deportista luego de someter su cabeza, llámese lóbulo frontal, a ese golpeteo indiscriminado que es tan recurrente y normal en cada partido, y desde siempre, desde que el niño vio caer la primera pelota venida del cielo. Los hallazgos representan una alarma: el riesgo que hay en los futbolistas de padecer enfermedades neurológicas en un futuro.

Yerry Mina

Mina volvió a la titular, pero el Everton perdió.

La FA, organización del fútbol inglés, que rige la Premier League, la liga más poderosa del mundo, lanzó un balonazo certero, uno que viene preparando desde hace años, pues ya en 2019 hizo la primera advertencia: planea prohibir –y parece que hora sí es en serio– los golpes deliberados de cabeza en las categorías menores de 12 años. Es una reacción a los resultados de los estudios que se vienen realizando y que han tenido eco mediático sobre todo desde 2017. La ciencia lanza el centro para que el fútbol organizado mire si le para bolas –o pelotas– o no.

Por ahora es una medida temporal, que cuenta con el aval de los monarcas del reglamento, la International Board, pero con la idea de implementarlo de manera oficial y estricta en la temporada 2023-2024. El objetivo es prevenir las enfermedades neorológicas que pueden aparecer en el futuro, tras el acumulado trajín de la cabeza, ya sea por los cabezazos al balón, los golpes cabeza a cabeza, o el estrellón contra el suelo. “Los resultados de estos estudios servirán de base para la elaboración de directrices sobre los golpeos con la cabeza en el entrenamiento en el fútbol profesional y para los amateurs adultos”, dijeron desde la FA tras sus primeros estudios. Ahora, afinarán su estrategia desde temprana edad. Ahora que el tema, paradoja del juego, parece un fuerte dolor de cabeza.

¿Y por qué poner el ojo en los niños? Básicamente porque en esas edades tempranas es cuando el cerebro necesita mayor cuidado. Así lo dijo un experto colombiano, Remberto Burgos de la Espriella, expresidente de la Sociedad Colombiana de Neurología y autor de un documento científico sobre la relación entre el cabeceo y las lesiones cerebrales. Remberto lleva años hablando de esto: “El proceso de maduración del cerebro llega hasta los 25 años, por eso es bueno tomar medidas seguras para que los niños crezcan sanamente”, le dijo EL TIEMPO en 2019.

Su postura es de prevención, y no esconde palabras para sugerir que la cabeza de los niños futbolista se debe proteger. “En las ligas infantiles, cuando el cerebro está en plena formación, los muchachos que practican fútbol deben hacerlo con protector encefálico, es decir, con casco. Eso no cambia la esencia del deporte y los niños van a tener cerebros sanos”, es lo que viene sugiriendo desde hace rato.

Protección y fundamentación, es decir, hay que saber cómo cabecear para minimizar los riesgos. “En las escuelas de fútbol se les debe enseñar a cabecear bien, que sea espontánea. Hay que tener en cuenta dos cosas: una, en lo posible, que el impacto se haga sobre la región frontal y que la región cervical, el cuello tenga músculos fuertes, para que el impulso de atrás hacia adelante tenga menor impacto. Y luego, que haya un adecuado alineamiento sagital, en forma tal de que el cuello mantenga una posición firme y el músculo esté preparado para el impacto frontal”, explicó en ese momento.

La ciencia entra a la cancha

Marouane Fellaini

Fellaini, en sus diez temporadas en la Premier League -seis en el Everton y cuatro en el United-, ha sido expulsado apenas en tres ocasiones.

Willie Stewart parece nombre de futbolista británico, pero no lo es, su uniforme blanco no lleva escudo deportivo. Stewart es hombre de ciencia: es neuropatólogo. En 2019, este profesor honorario de la Universidad de Glasgow, en Escocia, encabezó un ambicioso programa de investigación para determinar científicamente que los futbolistas tienen un alto riesgo de padecer enfermedad neurodegenerativas como consecuencia de los certeros y repetitivos cabezazos.

Sus hallazgos, con datos encontrados en alrededor de 8.000 exfutbolistas, comparados con más de 23.000 personas de edades y condiciones similares, demostraron que los futbolistas profesionales de ese país tenían 3,5 veces más riesgo de morir de esta enfermedad que la población general. Además, concluyeron que los futbolistas tenían cinco veces más posibilidades de sufrir alzhéimer (pérdida de memoria), dos veces más de párkinson (trastorno del sistema nervioso central que afecta el movimiento), y cuatro veces más de esclerosis lateral amiotrófica (enfermedad degenerativa de tipo neuromuscular).

Así mismo, la revista JAMA Neurology, que no es una revista de deportes sino de estricta ciencia, entró a la cancha y se metió en el tema del fútbol con el mismo propósito. Uno de sus artículos del 2021 titulado ‘Fútbol profesional y riesgo de demencia: el lado feo del juego hermoso’, devela que los riesgos aumentan de acuerdo a la posición del futbolista en la cancha y a la duración de su carrera. Dicen que en una cumbre de 2017 sobre lesiones en la cabeza en el fútbol se concluyó que la frecuencia de los cabezazos aumenta desde el nivel juvenil hasta el nivel profesional. Influye, dicen, la exposición general de los cabezazos como la fuerza de impacto.

“Los estudios han detectado de manera inconsistente las secuelas agudas y crónicas de los cabezazos de fútbol”. Los hallazgos han demostrado un peor rendimiento en pruebas cognitivas a los deportistas y compromiso de la integridad de la materia blanca. Y si en el fútbol preocupa, ni hablar en el boxeo, en el rugby, en el fútbol americano, donde la cabeza sufre.

Una realidad 

Keith Pontin no es nombre de científico. Este sí es de futbolista. Fue un defensor central galés que jugó para equipos como el Cardiff City y en la selección de su país, en las décadas del 70 y 80. Pontin viene a colación pues ha sido uno de los casos de estudio. Falleció como consecuencia de una demencia precoz causada por los traumatismos en su cabeza, sufridos a lo largo de su carrera en el futbol. Así lo determinó una investigación publicada el pasado mayo y certificada por un tribunal forense en Pontypridd. Murió en agosto de 2020 a los 64 años por “una encelopatía traumática crónica”, que no es otra cosa que una enfermedad degenerativa del cerebro.

Jack Charlton

Jack Charlton sí que es nombre futbolero. Se trata del hermano del mítico Bobby Charlton. Jack, campeón del mundo con la selección inglesa en 1966 y a quien apodaban La jirafa por su 1.91 de estatura, tenía cosas en común con Pontin: también defensor, también iba bien al cabezazo, y también padeció enfermedades degenerativas del cerebro, relacionadas con el golpeo del balón con la cabeza. Murió a los 85 años.

Los británicos tienen un amplio expediente. También está el caso de Nobby Stiles, campeón del mundo con Inglaterra en 1966, y quien falleció en 2020 a los 78 años. Stiles padecía demencia en estado avanzado y es otro de los casos asociados a esta situación. Su familia contó al Correo diario que donaron el cerebro al estudio FIELD del Dr. Stewart para que fuera estudiado. Las sospechas de Stewart se confirmaron. “¿Y qué encontraron, doctor?”, era la pregunta ansiosa de la familia Stiles. “Daño severo en el cerebro, un daño que solo puede explicarse si cabeceaba el balón durante el período sostenido de su carrera”, fue el súbito diagnóstico.

El cerebro sabe todo del futbolista, pero el futbolista poco sabe de su cerebro. Al menos ya hay quienes reflexionan el asunto, y hasta hay hombres de fútbol que hacen un llamado extremo para que se replantee el juego, incluso las reglas. Gary Lineker, exfutbolista inglés, hizo una propuesta osada: jugar al fútbol sin la cabeza. Lo dice quien llegara a dominar el arte del gol a punta de cabezazos.

El tema está sobre la mesa, o sobre la cancha: la ciencia tira el pase profundo para que el fútbol organizado decida si le mete o no cabeza al asunto.

PABLO ROMERO
Redactor de EL TIEMPO
@PabloRomeroET​

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