En la actualidad es normal escuchar de crímenes que se solucionen utilizando huellas dactilares. Las investigaciones en el pasado no gozaban de este sistema hasta hace relativamente poco.
La primera vez que se usó la comparación de huellas en criminalística fue en 1892, en Argentina. En esa ocasión, el novedoso procedimiento sirvió para condenar a una mujer que había asesinado a sus dos hijos.
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El caso empezó luego de que el 29 de junio de ese año, Francisca Rojas fuera encontrada inconsciente en su casa. Al lado de ella yacían los cuerpos de sus dos pequeños de 4 y 6 años.
La familia vivía en un campo de Necochea, al sur de la provincia de Buenos Aires. Al llegar la policía, la mujer recuperó el conocimiento y aseguró que un vecino habría degollado a los menores.
Según el relato de Rojas, el hombre habría intentado violarla y al intentar defenderse la atacó con una pala. Ramón Velázquez, el señalado, fue inmediatamente puesto bajo custodia por las autoridades.
Velázquez se mantuvo firme en su posición de inocencia aunque los vecinos del lugar estuvieran listos para lincharlo. Según algunos reportes, el hombre incluso fue torturado para que confesara el supuesto crimen.
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Las contradicciones del relato
El investigador a cargo del hecho era Eduardo Álvarez, quien al poco tiempo halló algunas incoherencias en la historia de Francisca Rojas. En primer lugar, no encontraba un motivo por el que Ramón Velázquez querría asesinar a los menores Ponciano y Felicia.
Lo segundo que no cuadraba para el inspector, fue el supuesto uso de la pala. Rojas se aseguró de mostrarles que la herramienta había quedado doblada debido a la manera en la que Velázquez la habría atacado.
Para Eduardo Álvarez, si realmente se hubiera usado ese objeto contra Francisca, la mujer habría muerto enseguida. El manejo del cuchillo con el que degollaron a los niños, tampoco sugiere que el asesino fuera Ramón Velázquez.
La prueba reina fue una mano llena de sangre que quedó grabada en el marco de una puerta. El tamaño de la huella era demasiado pequeño para pertenecer a un hombre por lo que las autoridades empezaron a desconfiar de Francisca Rojas.
La huella dactilar
Desde hace unos años, científicos de todo el mundo venían investigando la diferencia entre las huellas de todas las personas. Gracias a esto, un policía croata llamado Juan Vucetich, que trabajaba en Argentina, se interesó en el tema y empezó su propio estudio sobre criminalística.
Cuando llegó el caso de Francisca Rojas, Vucetich propuso que se compararan las marcas de la puerta con las huellas dactilares de la mujer y del hombre incriminado.
Los resultados fueron contundentes: Rojas había asesinado a sus hijos y la Policía pudo demostrar que Ramón Velázquez ni siquiera estuvo en la escena del crimen. La mujer fue condenada a pasar un tiempo desconocido en un centro penitenciario y así cerró el primer caso solucionado con huellas en el mundo.
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