Es una preocupación mundial, no es tan solo un problema de países en vías de desarrollo. El problema es de tal magnitud que, en un intento de acercarse al tema, el Ph. D. Philipp Lorenz-Spreen, del Max Planck Institute for Human Development (Instituto Max Planck para el Desarrollo Humano, MPIHD, por su sigla en inglés), lideró con el apoyo de Lisa Oswald, Stephan Lewandowsky y Ralph Hertwig una investigación que produjo el análisis de 496 papers acerca del tema, ‘Una revisión sistemática de la evidencia causal y correlacional mundial sobre los medios digitales y la democracia’, y al comienzo de las conclusiones dice:
“Nuestros resultados son motivo de preocupación. Junto a los efectos positivos de los medios digitales para la democracia, hay pruebas claras de graves amenazas a la democracia. Teniendo en cuenta la importancia de estos efectos corrosivos y potencialmente difíciles de revertir para la democracia, se necesita urgentemente una mejor comprensión de los efectos divergentes de los medios digitales en diferentes contextos políticos (por ejemplo, autoritarios frente a democráticos).
Y en el abstract del artículo dice: “La evidencia exige esfuerzos de investigación y vigilancia por parte de los gobiernos y las sociedades civiles para comprender, diseñar y regular mejor la interacción de los medios digitales y la democracia”.
¿Hacia dónde vamos?
Hoy estoy absolutamente convencido de que estamos camino al cadalso informativo y que estamos muy lejos de llegar a una sociedad del conocimiento. Son innegables e incuestionables todos los beneficios que ha traído consigo la digitalización y la era de internet, pero, en el camino, algún poderoso se dio cuenta de los alcances de la web y decidió, y fue apoyado por muchos pares en el mundo, que era mejor una Babel que una sociedad del conocimiento y, así, internet fue convertido en la cloaca que es hoy en día. Como decía hace ya 17 años: “Todos los datos anteriores nos permiten inferir que en la medida que el hombre ha gozado de instrumentos que le han permitido compartir la información y el conocimiento, este se ha incrementado.
(Puede leer: Un ingeniero evitó un ciberataque global al notar que un programa demoraba medio segundo más en cargar).
El conocimiento se ha demorado en expandirse porque el mismo hombre lo ha escondido, entendiendo que quien tiene el conocimiento y la información tiene el poder. ¿Quién manejaba las señales de humo? No era cualquier nativo y tampoco era cualquiera el que adiestraba a las palomas mensajeras… Quién maneja la información y cómo se debe manejar fueron y han sido problemas permanentes de la discusión filosófica del devenir del hombre”. Ni Zuckerberg, ni Serguéi Brin, ni Larry Page ni Jack Dorsey pensaron que Facebook, Google o Twitter terminarían convertidas en lo que son hoy y tampoco imaginaron que, aupado por la era del reality, ayudaran a elegir a un sátrapa como Donald Trump en la que era la democracia más robusta del planeta pese a su cuestionable método para elegir presidentes. Como dicen los autores del paper que da origen a este artículo: “A lo largo de la historia, la evolución de las tecnologías de la comunicación ha provocado preocupaciones y debates. Una fuente probable de preocupación es el dilema del doble uso, es decir, el hecho ineludible de que las tecnologías pueden utilizarse tanto para fines nobles como maliciosos. Por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial, la radio fue utilizada como herramienta de propaganda por la Alemania nazi, mientras que las radios aliadas, como la BBC, apoyaron la resistencia contra el régimen nazi, por ejemplo, proporcionando información táctica sobre las actividades militares aliadas.
Los algoritmos de estas grandes empresas de tecnología terminaron convertidas en un arma que les permite a ellas y a los Estados conocer nuestras más secretas intimidades y les permiten manipular nuestras emociones, como dice la sinopsis del editor de La era del capitalismo de la vigilancia, la enjundiosa obra de la destacada académica Shoshana Zuboff: “Está en juego algo de la máxima importancia: toda una arquitectura global de modificación de la conducta amenaza con transfigurar la naturaleza humana misma en el siglo XXI de igual modo a como el capitalismo industrial desfiguró el mundo natural en el siglo XX. La amenaza que se cierne sobre nosotros no es ya la de un Estado ‘Gran Hermano’ totalitario, sino la de una arquitectura digital omnipresente: un ‘Gran Otro’ que opera en función de los intereses del capital de la vigilancia”.
(Además: Microsoft logra avatares realistas y expresivos hechos con inteligencia artificial).
¿La culpa la tiene internet? Obviamente, no. Pero la forma en que nació la web ha hecho que no tenga muchos controles y muy poca regulación. ¿Quién diría o pensaría que la misma red que sirve para educar, informar y que contribuyó a agilizar el desarrollo de la vacuna para el covid-19 es la misma por la que ofrecen niñas como objetos sexuales, drogas o armas?
Pero si bien es cierto que internet no tiene la culpa del desmoronamiento de nuestra sociedad, tampoco es menos cierto –lo afirmo desde hace 17 años– que la brecha digital ha dado paso a la brecha cognitiva, un tema recurrente en mis artículos y conferencias, por lo que he insistido en que la Unesco debe hacer una nueva valoración y graduación del concepto de analfabetismo digital, entendido como el individuo que no tiene habilidades y competencias para interactuar con un computador y en la web. ¿Una persona con un pregrado que no sabe sacarle el jugo a un smartphone de gran poder, qué es? Un analfabeto digital, ni más ni menos. Un Homero Simpson, un personajillo de clase media, con un título técnico, que nunca lee, con un buen sueldo y que cree en todas las mentiras que circulan en las redes sociales; por eso, Estados Unidos está tan dividido y polarizado. La gran nación del norte está llena de analfabetos digitales, racistas y misóginos, blancos en su gran mayoría.
“El problema no es el cotilleo en Facebook. El problema fue que comenzamos a permitirle a la red social más usada en el mundo –aún lo es– utilizar nuestros datos personales (estamos permitiéndoselo a muchas redes y aplicaciones) y ahí fue Troya. Descubrieron una mina de oro y diamantes para el marketing. Hoy nos llegan mensajes personalizados en las redes sociales y nos maravillamos por eso, pero, cada vez más, estamos perdiendo privacidad e intimidad. De ahí a que los políticos descubrieran lo que podían hacer con eso solo hubo un paso, y aparecieron las famosas falsas noticias, el triunfo de Trump, del brexit, del ‘No’ a la paz en Colombia…”.
El problema mayor no es ese, sino que hoy la gente no lee, traga entero y se informan en Facebook. Si eso sucede en sociedades más desarrolladas, con menores índices de analfabetismo total, funcional y digital, que podrá suceder en sociedades en donde todavía hay índices alarmantes de analfabetismo.
Hace rato dije que la desigualdad social y económica que hay en el mundo se está trasladando al universo digital, y que hoy hay una nueva clase de desadaptados o desarraigados, los marginados digitales. Estamos lejos del ideal de Manuel Castells y de tantos otros teóricos de los cambios sociales y culturales que ha permitido la aparición de internet. Estamos muy lejos de crear una verdadera sociedad de la información, y mucho más lejos de acercarnos a una sociedad del conocimiento.
(También: Brave introduce ‘Answer with AI’: Respuestas instantáneas potenciadas por Inteligencia Artificial).
¿Cómo afecta?
“Estas propiedades no solo han puesto en el punto de mira el comportamiento político autoorganizado de los ciudadanos, pero también han trasladado el poder a las grandes plataformas de medios digitales. A diferencia de las emisoras, las plataformas de medios digitales no suelen crear contenido; en cambio, su poder radica en proporcionar y gobernar una infraestructura digital. Aunque esa infraestructura podría servir como una esfera pública en línea, son las plataformas las que ejercen mucho control sobre la dinámica del flujo de información”.
Los marginados digitales
Y llegó la inteligencia artificial, que va a escalar, exponencialmente, los atributos de la web y de quienes producen contenidos perniciosos. Necesitamos mucha más alfabetización mediática e informacional (AMI). No hay otra.
Nicola Stornelli García – Analista e Investigador de Tendencias Digitales – para el tiempo