El 6 de agosto de 1966, hace 56 años, sonaba por primera vez Taxman, canción de los Beatles que en Español equivale al ‘recaudador de impuestos’ y en colombiano, al ‘man de los impuestos’.
La obra de George Harrison fue incluida como primer corte en el álbum Revolver, del cuarteto de Liverpool, y trae ideas que podrían alimentar, en Colombia, la reforma tributaria edición 2022.
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Los cobros que menciona esta antioda a los gravámenes pueden sonar a chiste si no fuera porque uno de ellos ya se aplica en el mundo y se viene contemplando en Colombia, y porque en la vida real hay casos más exóticos.
Cuáles son las ideas de la parodia alcabalera
Déjame decir cómo será esto:
hay uno para ti y diecinueve para mí…
Este verso de la pieza de Harrison de dos minutos y 38 segundos responde al desencanto del grupo de cuatro muchachos de clase trabajadora que, luego de surgir con su esfuerzo, ven lo que pasa con sus ingresos.
Taxman agregó un novedoso ramillete de posibilidades alcabaleras a las herramientas más extrañas que se habían visto en la historia universal de los tributos.
Historia que arranca hace alrededor de seis milenios. “En todas las civilizaciones agrarias –dice David Christian en su libro La gran historia de todo– se usaron distintas estrategias de extorsión para arrancar trabajo y recursos a la generalidad de la población”.
Christian dice que los impuestos añadieron un último eslabón en la cadena alimenticia, el del Estado y los funcionarios. De esta forma, la energía llega, convertida en riqueza, al Estado, tras pasar por las escalas anteriores de la cadena trófica –herbívoros, carnívoros, trabajadores…– tras haber entrado a la biósfera por la fotosíntesis.
La canción Taxman puede ser el prólogo de una antología de impuestos de campeonato en el mundo y en el país. Por ejemplo, en el antiguo Egipto cobraban tributos indirectos, es decir, sobre productos, parecido a lo que ahora llaman IVA, y fueron particularmente duros los cobros sobre el aceite de cocina.
Manuel Benítez, socio de Impuestos y Servicios Legales de Crowe Colombia, explica que se cobraba tanto por el uso como por el reúso del aceite. Con alivio, se puede afirmar que hoy existe el IVA, pero hasta el momento no hay señales de un re-IVA.
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Por qué había tributos en las letrinas
Y tú estás trabajando para nadie más que para mí…
Esta sentencia de Harrison en la coda de la canción recuerda que quien hace la norma puede sacar provecho. En el caso del aceite, si se quería volver a usar, se pagaba una tarifa mucho mayor. Al fin y al cabo, ese negocio era monopolio del faraón.
En Roma, en el siglo I, Vespasiano cobró un impuesto a quienes recogían orina en sanitarios públicos. Era un negocio, pues el amoniaco era un insumo útil para actividades como la lavandería o el curtido de pieles, y el imperio identificó que podía caerles a quienes sacaban tajada, para tomar una parte del lucro de la micción.
Mil quinientos años después, en la temprana edad moderna, crean en la Holanda del siglo XVI un impuesto predial, como lo recuerda Francisco Azuero, exviceministro de Hacienda y profesor de la Universidad de los Andes. La base gravable fue el ancho de las casas. Pero de ahí también surge un ejemplo de la creatividad para la elusión: el impuesto dio origen a las casas angostas pero altas, uno de los signos de Ámsterdam.
Impuesto a los barbudos, ¿progresivo o regresivo?
Si el cinco por ciento parece demasiado pequeño,
agradece que no me lo lleve todo…
Este trozo de la letra de Taxman puede ser un llamado a la progresividad. Un impuesto progresivo es aquel en el que los más ricos pagan un porcentaje mayor de su ingreso, y la historia tiene un buen ejemplo, el impuesto a las barbas que se creó en Inglaterra en el siglo XVI.
Quien quisiera lucirlas debía pagar por ese derecho, y había cobros distintos según la condición del contribuyente, lo que hizo que ser barbado fuera un signo de estatus. Y no llevar barba indicaba ser pobre o indicaba ser rico pero lampiño.
“Este impuesto llama mucho la atención –dice Benítez– porque recae en las condiciones físicas de la persona”. Pero sorprende más, dice, que en Estados Unidos, hasta el 2002, Arkansas cobró un impuesto a los tatuajes, y los tatuadores eran los encargados de recaudarlo.
Cuatrocientos años después del impuesto a la barba, y al otro lado del charco, en Colombia se creó uno de esos impuestos que son ‘temporal-permanentes’. Azuero comenta que para atender la guerra con Perú en los años 30, se puso un impuesto para entrar a cualquier espectáculo público como los cines. “Se volvió –dice– como el 4 por mil: un recurso ordinario. Solo se desmontó en los años 70”.
Horacio Ayala, exdirector de la Dian, recuerda que como funcionario de impuestos, hace más de 60 años conoció el impuesto de soltería. Lo pagaban los hombres que tenían 35 años y permanecían solteros. Este tributo era un recargo de 15 por ciento sobre el impuesto de renta, y terminaba siendo una carga significativa si el solterón era de altos ingresos.
“Por supuesto, había excepciones”, dice Ayala, pues el texto de la norma establecía: “Quedan exentos de este sobreimpuesto los varones que permanecen en estado de soltería por razones atañederas a su estado religioso”.
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Así hacían trampa solteros y emigrantes
No me preguntes para qué lo quiero,
si no quieres pagar más…
En esta frase, el recaudador de la canción advierte que no le gusta que lo desafíen. Pero lo cierto es que, en impuestos, hay quienes desafían la autoridad por deporte.
Como la creatividad para el recaudo va a la par de la creatividad para la trampa, el impuesto de soltería era evadido con diferentes mecanismos. Por ejemplo, dice Ayala, con partidas de matrimonio “que conseguían no de manera muy fácil, si partimos de la base de que los matrimonios eran a través de la Iglesia católica”.
Pero ese impuesto a la soltería no fue autóctono de Colombia, dice, por su parte, Benítez. Lo tuvo la antigua Roma, y la razón oficial para instituirlo fue frenar la frivolidad y la promiscuidad y fortalecer la familia.
Ayala, a su turno, recuerda otro cobro que hoy suena extravagante: el impuesto al ausentismo. Lo pagaban quienes permanecían en el exterior “creo que más de un año o algo así”, y se cobraba como recargo al impuesto sobre la renta.
También tenía sus excepciones, por ejemplo cuando la ausencia era por estudio. Ayala recuerda a un hombre adinerado que siempre vivía en el exterior. “Como el impuesto al ausentismo le resultaba muy caro, se matriculaba en universidades del exterior solamente para evadirlo, en la medida en que la matrícula le resultaba menos cara que el impuesto en Colombia”.
Para ser válidos, los contratos en Colombia tenían que hacerse en papel sellado, recuerda Azuero. Fue todo un aporte de España a la cultura universal, inventado en el siglo XVII y copiado un siglo después por Inglaterra. El papel para los documentos tenía un sello en relieve y se le debía comprar al Gobierno, lo que le generaba ingresos. Y esa manera de obtener recursos sobrevivió en Colombia hasta 1981.
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El aporte colombiano a las ocurrencias tributarias
Si tratas de sentarte, gravaré tu silla…
porque soy el recaudador…
Harrison puso este verso en su canción. Pero en el Valle del Cauca, en enero del 2002, tuvieron una idea similar, pero no por sentarse, y comenzó a cobrarse el ‘impuesto al amor’, una contribución que grava el uso de moteles, residencias, amoblados o como se quiera llamar a estos hospedajes por ratos.
“Los moteles –explica Benítez– están entre las actividades que se pueden prestar más a la evasión, y buscaron tener un control más estricto, y se vio que dejaba muchos frutos”.
Algo propio también del realismo mágico del trópico, a los ojos de inversionistas internacionales, fue la figura de la renta presuntiva que se aplicó en Colombia hasta el año pasado.
“No era algo gracioso, más bien algo extraño”, dice Benítez. El contribuyente debía calcular un porcentaje de su patrimonio. Si daba más que el cálculo normal del impuesto de renta, tenía que pagar con el sistema de renta presuntiva.
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Esta es la fórmula del éxito para recaudar más
Si tienes mucho frío, gravaré el calor;
si das un paseo, gravaré tus pies…
porque soy el recaudador (¡Yeah!)
Esta líneas de Harrison ilustran con lucidez el secreto –a voces– del éxito para recaudar. Se trata de apostarse en el camino que con seguridad transitan quienes llevan algo de dinero.
Por eso, en Colombia, el principal blanco de los impuestos han sido los asalariados, que reciben su ingreso en transacciones visibles. Como quedó en el proyecto de reforma tributaria que acaba de presentar el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, los impuestos a personas seguirán apuntando a los que siempre han pagado, gente con ingresos desde unos 3,5 millones de pesos mensuales, es decir, en gran medida clase media y asalariada. Y para quienes tienen ingresos de 10 millones o más, los pagos aumentarán. Si son personas con este ingreso y sostienen hogares de tres o más miembros, también son de clase media.
Esa fórmula de aguardar en el camino a quien lleva plata también explica el IVA, los impuestos a la gasolina o el que tendrán las gaseosas y, por supuesto, el de los moteles. Tales impuestos sobre el consumo de algo tienen una característica común: son regresivos. Al contrario de los impuestos a la barba del siglo XVI, aquí el que paga un porcentaje superior de su ingreso es quien menos tiene.
Los tributos a través de la historia pueden ser inspiradores para momentos como el actual en el que Colombia está repitiendo el ritual de cada año de poner nuevos impuestos. Se barajaron posibilidades como el impuesto al consumo a planes baratos de celulares, y en el proyecto que se tramita ya están aumentos en el impuesto a ganancia ocasional o tributos nuevos a los patacones y las pensiones, y lo que antes se llamó impuesto de guerra, revive ya no como transitorio, sino como permanente.
Durante la campaña electoral se mencionaron los cargos por congestión en ciudades, que ya están en otras partes del mundo como Singapur. Toda una premonición de los Beatles –al estilo de Nostradamus (o de Los Simpson)– cuando cantaban “si manejas un carro, gravaré la calle”.
Algunas ideas ya parecen descartadas, otras se mantienen y, posiblemente, durante la discusión revivan algunas o surjan otras nuevas.
Ideas que han venido de funcionarios del nuevo gobierno, incluso de varios que no tienen responsabilidades directas sobre las finanzas. Un ejercicio de la imaginación en busca de quiénes pueden entregar más dinero al Gobierno y cómo cobrarles.
Y usted, ¿qué impuestos se inventaría? Mientras lo piensa, continúe disfrutando de la canción:Y ahora mi consejo para aquellos que se mueren:
declaren las monedas que ponen en sus ojos.
Porque soy el recaudador.
¡Yeah!…
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