Ucrania: Los objetivos que Occidente no puede perder de vista en la guerra – Europa – Internacional


La guerra de Ucrania y la respuesta internacional serán un factor decisivo del orden político y económico mundial durante la próxima década. En particular, las acciones de la alianza occidental, sus narrativas y sus planes en relación con Rusia y con el papel del Sur Global en la reconstrucción de Ucrania en la posguerra actuarán como indicadores de esos objetivos estratégicos a largo plazo.

¿Occidente solo busca ver a Rusia derrotada y a la Otán ampliada y fortalecida, o es capaz de imaginar una “victoria” en Ucrania que siente las bases de un mundo donde la democracia esté más protegida y la gobernanza global sea más inclusiva y eficaz?

Aunque el resultado de los combates todavía es incierto, los objetivos estratégicos de Occidente (en particular el trato que dará a Rusia, si Ucrania resulta vencedora) tendrán inmensas consecuencias. La gran pregunta es si los aliados buscarán castigar a Rusia imponiéndole graves medidas reparatorias, o, en cambio, apuntarán solamente al régimen autocrático del presidente Vladimir Putin en formas que limiten los costos para el pueblo ruso.

(Le podría interesar: Desconexión de central de Zaporiyia podría provocar un accidente atómico).

Al principio de la guerra, la alianza occidental recalcó que sus objetivos principales eran defender la Carta de las Naciones Unidas y la democracia. Unos meses después, algunos estrategas y funcionarios estadounidenses propugnaron por el debilitamiento permanente de Rusia, aunque no está clara la continuidad de dicho objetivo, si en Moscú se diera un cambio de régimen.

Cualquier solución integral del conflicto en Ucrania demanda que Rusia se haga cargo de una parte del costo de la reconstrucción, ocasionado por una guerra que inició. La gravedad de los términos que se impongan al pueblo ruso tendrá ramificaciones políticas. Cuanto más duros sean, mayor la probabilidad de que Rusia se acerque todavía más a China y el orden geopolítico de la posguerra incluya la presencia de un sólido bloque sinorruso.

No hay que subestimar la importancia de esa alianza. Aunque su centro de gravedad sería China, la relativa pequeñez del PIB ruso (menor al de Italia) no debe hacernos olvidar de las capacidades científicas de Rusia, el tamaño de su arsenal nuclear, su riqueza en recursos y la importancia estratégica de su vasto territorio.

Dividir al mundo
en democracias y autocracias es un error. un elemento clave para cualquier estrategia diplomática exitosa es distinguir entre la dirigencia política
y la ciudadanía ordinaria

Si las democracias se esfuerzan en diferenciar el trato dado al pueblo ruso del que reciban Putin y su autocracia, tal vez consigan evitar un resultado a largo plazo en el que Rusia esté “perdida” para ellas. Prohibir la entrada a la Unión Europea a todos los rusos, como algunos proponen, es la clase de medida que empujará al país en dirección a China.

Dividir al mundo en democracias y autocracias es un error perteneciente al mismo manual ineficaz y polarizador. En la relación con dictaduras como la de Putin, un elemento clave de cualquier estrategia diplomática exitosa es distinguir entre la dirigencia política y la ciudadanía ordinaria.

Es verdad que el poder de veto que posee Rusia en el Consejo de Seguridad impidió a las Naciones Unidas coordinar medidas contra la agresión rusa en Ucrania. Pero al asumir esa tarea, la alianza occidental no se preocupó de consultar al Sur Global para la toma de decisiones y no lo involucró en el proceso de planificación para la posguerra.

Por supuesto, también es verdad que buena parte del Sur Global se abstuvo de votar dos resoluciones importantes de la Asamblea General de la ONU contra Rusia en marzo. Sin embargo, Occidente debería de entender que la respuesta de los países en desarrollo a la guerra obedeció a viejos reflejos arraigados. En concreto, la amarga memoria colectiva del colonialismo europeo y los recuerdos del apoyo que dio la Unión Soviética a muchos de esos países durante las luchas por la independencia.

(No deje de leer: Javelin, la poderosa arma usada por ucranianos contra tanques rusos).

Así mismo, la conferencia de Lugano, organizada por la alianza occidental a principios de julio para el lanzamiento de una plataforma para la reconstrucción de Ucrania, no incluyó a ningún país del Sur Global. Habrá quien diga que se trató más que nada de un encuentro de donantes, aunque excluyó a los estados ricos del Golfo, e incluyó a países como Albania y Macedonia del Norte que difícilmente podrán hacer algún aporte.

La reconstrucción de Ucrania puede costar hasta un billón de dólares. Semejante esfuerzo amenaza con desviar importantes montos de ayuda para el Sur Global, que todavía no consigue que los países ricos cumplan la vieja promesa de proveer cien mil millones de dólares al año para colaborar con las medidas de mitigación y adaptación frente al cambio climático en las naciones pobres. 

También hay que ver hasta qué punto la normativa de licitación para los proyectos de reconstrucción en Ucrania permitirá una participación efectiva de los países en desarrollo no donantes.

Pero tal vez Occidente todavía esté a tiempo de implicar en la reconstrucción de Ucrania al Sur Global, en particular a estados como Sudáfrica e India, que poseen capacidades técnicas en algunos sectores. Además, hay que incluir a los países en desarrollo en la fijación de reglas sobre posibles sanciones remanentes contra Rusia tras la primera fase de una solución del conflicto y en las regulaciones referidas a los activos rusos congelados.

Si Ucrania resulta vencedora, del trato que dé Occidente a Rusia y de su actitud hacia el Sur Global durante la reconstrucción ucraniana dependerá que el resultado de la guerra impulse el progreso mundial hacia un multilateralismo más inclusivo y equitativo. Lo peor que puede ocurrir es que Occidente obtenga una victoria pírrica que termine reforzando la autocracia y profundizando aún más las divisiones globales.

(Le recomendamos: Potencias occidentales estrechan el cerco financiero a Rusia).

Análisis de KEMAL DERVIS, exministro de Asuntos Económicos de Turquía, administrador del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y miembro del Instituto Brookings.
© Project Syndicate.

Más noticias A fondo

-El precio de la energía se dispara en Reino Unido y agrava la carestía de vida

-Desconexión de central de Zaporiyia podría provocar un accidente atómico

-¿Cuántos muertos ha dejado el conflicto armado entre Rusia y Ucrania?


Fuente