Voy y vuelvo | El golpe de la tributaria a Bogotá y a los bogotanos – Bogotá


El grueso de los bogotanos le cumplió a Bogotá: pagó a tiempo sus impuestos. Casi 4 billones de pesos hubo de recaudo por predial y cerca de 900.000 millones por impuesto de vehículos. No importa que la situación esté difícil o que el tráfico no fluya o que la inseguridad nos mantenga en alerta: ahí estamos, firmes, con nuestros tributos alimentando las arcas del Distrito para que haya colegios, vías, hospitales, transporte, y para la burocracia, por supuesto.

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Hay algunos rezagados que no tuvieron cómo pagar o que aún no consiguen reunir lo suficiente para cancelar sus tributos. La pandemia golpeó a la clase media, y la que se salvó se alista para el golpe de la reforma tributaria. La población más pobre pasó del 27,2 por ciento al 35,8 (783.000 personas); uno de cada tres bogotanos recibe menos de 477.000 pesos al mes. La ciudad se ha reactivado, es verdad, han vuelto los empleos, la economía crece por encima de dos dígitos y el aporte al PIB nacional se ubica en 27 por ciento, gracias a su actividad comercial, a las industrias recreativas y a las manufacturas. Es grande el esfuerzo que hacemos en Bogotá los contribuyentes para que la ciudad no pierda su dinamismo ni su fuerza emprendedora, pues si eso llega a ocurrir, todo el país se verá seriamente afectado. Año tras año también respondemos por la valorización, sin la cual simplemente sería imposible construir ciudad.

Ahora se nos piden más esfuerzos. Se dice que la reforma tributaria va por 25 billones de pesos (aunque la evasión esté entre 60 y 80 billones), pero no se aclara, por ninguna parte, en qué se van a gastar. No tenemos idea de si los recursos van a pagar la deuda del país (que como porcentaje del PIB era de 50,7 % en mayo, según el Banco de la República) o serán recursos para inundar de subsidios a la gente con tal de que el Gobierno cuente con un respaldo social a toda prueba o se invertirá en programas de desarrollo de hondo calado para que todos aprendamos a pescar y no nos regalen el pescado.

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Lo que sí va quedando claro es que la reforma tocará a Bogotá de manera particularmente fuerte, pues su economía es más formal que la del promedio del país, hay más asalariados y negocios formales que terminarán tributando más que el resto. Acá está el grueso de las personas que ganan por encima de diez millones de pesos, considerados ‘ricos’ y a quienes les esperaría un incremento porque ya no gozarán de los beneficios tributarios actuales, no importa si andan endeudados, pagando casa, carro y universidad de los hijos; acá están los grandes empresarios a quienes gravarán su patrimonio ahora de forma permanente, lo mismo que sus dividendos, y todos pagaremos por ganancia ocasional, es decir, todo lo que signifique ingreso pasará a una gran bolsa y deberá incluirse en la declaración de renta. No se salva nadie, ni siquiera el que desee vender su casa para irse a vivir a una más barata, por ejemplo.

Lo que preocupa de esta cascada que se nos viene encima es que desmotive aún más a la gente y su poder adquisitivo, hecho que se traduciría en un menor gasto de los hogares y un golpe a la productividad. O que impacte a la pequeña y la mediana empresa (la que más empleo genera), la misma que puede llegar a sumar 470.000 negocios entre Bogotá y la región. O que la reforma trunque decenas de negocios, golpee el empleo (la reforma laboral que quedó aplazada con seguridad lo hará) y que lleve a muchos a pauperizar su condición de vida.

Es claro: si en la declaración de renta voy a pagar mucho más, si crear empresa me va a costar mucho más, si como se lo ha sugerido la Administración al Gobierno Nacional es necesario estudiar nuevos tributos para los vehículos que contaminan y eliminar las exenciones para los cupos de deuda –lo que llevaría a endeudarnos muchísimo más y dejar ese entuerto a las futuras generaciones–, ¿qué nos espera?

Bogotá es costosa y es la gallina de los huevos de oro del Gobierno Nacional. Tanto que su aporte al PIB podría llegar al 35 por ciento con la reforma. Pero si a los esfuerzos que de por sí ya hacemos sus habitantes se suman los que tendremos que asumir por concepto de la tributaria, pueden pasar varias cosas: que la gente no aguante y se incrementen el pesimismo y la pobreza; que se resienta la actividad comercial e industrial y se desestimule la creación de más y mejores empleos o que simplemente la gente opte por buscar nuevos destinos, incluso, para ganar el sueldo que se merece. Pero eso sí, seguimos siendo buena paga…

REDACCIÓN BOGOTÁ


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