Bogotá: la paz se construye entre hilos y puntadas – Bogotá


Todo inicia con un lienzo que da la posibilidad de sanar: los hilos de colores, los retazos y las texturas se despliegan sobre la mesa para esa primera puntada que reconstruye historia. Tejer se convierte en un instrumento poderoso que hace las heridas visibles, que sensibiliza y comprende las debilidades y fortalezas juntas.

Ese ha sido el mejor alivio para el Costurero de la Memoria, un espacio de acompañamiento a las víctimas del conflicto armado en Los Mártires, que les ha permitido narrar su significado y el trasfondo que cargan por medio de la tela.

Sus obras muestran “kilómetros de vida y de memoria”, ese es su lema. Sin embargo, el diálogo en este proyecto social tiene otra concepción. Los relatos de desplazamiento forzado, desaparición, violencia sexual, ejecuciones extrajudiciales y otras vulneraciones de derechos humanos se interpretan en los tejidos para reestablecer la vida misma a partir del arte.

Una de las primeras en darse cuenta de ese poder fue Blanca Nieves Meneses, madre y víctima de la violencia nacional, que perdió a tres de sus cuatro hijas en medio de los asesinatos ejecutados por paramilitares en Putumayo.

La mujer, en su dolor profundo, decidió hacer un cubrelecho con sus ropas. Esa unión de retazos que tejió durante mucho tiempo fue su salvación. La mantuvo siempre a su lado.

Claudia Girón, cofundadora de esta iniciativa, cuenta que la inspiración también se vio influenciada por la comunidad de Mujeres tejiendo sueños y sabores de paz, del municipio de Mampuján en Montes de María. “En ese lugar se entendía el contexto desde la narrativa de la memoria. Allí se hilaban los factores que comunican en un conflicto armado que ha generado tanto desprendimiento”.

Es así como el Costurero de la Memoria se sumergió en la posibilidad de tejer relatos, creando un territorio donde todos los hechos confluyen. Sus ideas de reconciliación tuvieron lugar en una plataforma interinstitucional llamada Mesa de Chanchiros (mesa de retazos) en el año 2011, a partir de un convenio entre la Asociación Minga y otras fundaciones sociales.

En un primer momento las víctimas de los casos conocidos como falsos positivos de Soacha estuvieron en el grupo. Esa necesidad de ‘volver a lo ocurrido’ hizo que la organización de las 19 familias se fuera ampliando. Así llegó su articulación oficial en el año 2013, siendo parte del proyecto ‘Los Oficios de la Memoria’, del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación Distrital de Bogotá.

El espacio que actualmente reúne a 20 personas, entre hombres y mujeres, da la oportunidad de coincidir en un mismo sentir. “Cada integrante en la mesa de cosido se involucra en su propia decisión de recuerdos dolorosos y memorias perdidas. Eso es más que especial”, enfatiza Clara Hernández, miembro del colectivo.

Las personas que integran el Costurero han logrado que sus heridas se conviertan en bordados que les permiten tener libertad. “En el lienzo hay distintas formas y colores que se encuentran con nuestras voces internas. Esas mismas que hemos ocultado por tanto tiempo y piden justicia, reparación y no repetición”, explica Hernández.
Una vida

Blanca Díaz hace parte de la organización desde sus inicios. Conoció el espacio gracias a la cofundadora, quien había escuchado su historia: “Hay una mujer que llegó a Bogotá a raíz de las amenazas. Su hija de 15 años fue asesinada por grupos paramilitares en La Guajira“.

Cuando lograron contactarla, Blanca se impresionó del proyecto. Por primera vez su vida “volvía a tejerse, puntada a puntada”. La mujer de 74 años nunca imaginó que el oficio que le enseñaron las monjas en el colegio, iba a ser la mejor forma de sanarse.
“Creo en la influencia de estas obras artísticas. Construir estos retazos significan fuerza y alegría porque cada bordado posee color e intención: siempre reflejan a mi pequeña”.

Una de las composiciones más importantes de Blanca es el trenzado de un árbol que hila algunas mariposas e iguarayas (fruto del cardón guajiro). En los alrededores del lienzo también se ve la estampa de un jagüey, como se le conoce a los pozos de agua en La Guajira.

Ese tejido expone un paisaje que, a su vez, hace un recorrido por aquellas cosas que tanto le gustaban a su hija. Hoy es capaz de recordarla y de hablar de ella: “era una niña que amaba ayudar a las personas. Tenía su ser precioso y sus cualidades eran únicas. La resaltaba mucho su pasión por la danza”.

Este espacio cuenta una historia compartida. La reconstrucción de memorias individuales y colectivas amplían la comprensión acerca de lo que nos ha pasado como sociedad

‘Un espacio que cuenta una historia compartida’: Costurero de la Memoria
Claudia Girón, pilar fundamental del Costurero de la Memoria, destaca la importancia del arte textil desde lo narrativo. “Este espacio cuenta una historia compartida. La reconstrucción de memorias individuales y colectivas amplían la comprensión acerca de lo que nos ha pasado como sociedad”, enfatiza la lideresa.

Ese ideal de reconstituir humanidad ha hecho que su proyecto esté integrado por distintos sectores sociales que, aunque no han sido afectados directamente por el conflicto, reconocen el valor de aportar al proceso de cambio.

Este empoderamiento también se ha desplegado a otras localidades de Bogotá como Suba, Bosa y Ciudad Bolívar.

En estos espacios se han creado colectivos propios que tejen historia para no olvidar. “Los miembros se ayudan en sus luchas mientras recorren el largo camino de memorias con miras a un mejor futuro”, expone Girón.

En ese sentido, el Costurero Kilómetros de Vida y de Memoria funge como uno de los principales precursores de las historias de reconciliación. Cuentan con más de 10 años de labor que narra historia a través de la tela. Los talleres y exposiciones a su cargo están presentes en redes sociales como Facebook, donde despliegan la información de su ruta: tejer pasos hacia la paz.

Algunos de sus bordados son vendidos porque muestran paisajes narrativos de la vida cotidiana y son piezas célebres del Costurero. No obstante, los tejidos que se centran en el pedido de amor y ganas de libertad no son ofertados. Su único fin es que los afectados por la guerra en Colombia sean impulsados por la esperanza de paz, encontrando alivio entre hilos y puntadas.


Fuente