El cubano que sobrevivió en el tren de aterrizaje de un vuelo a España – Latinoamérica – Internacional

En un país gobernado por la represión, la intimidación y la persecución, quizás, solo quedaba posar la mirada en el cielo y depositar toda la esperanza en un pequeño tren de aterrizaje. ¿Quién iba a pensar en los riesgos cuando lo que estaba en juego era la libertad de dos adolescentes inconformes y revolucionarios?

Cuando Armando Socarrás Ramírez, de para ese entonces 17 años, decidió subirse en secreto al tren de aterrizaje de un avión junto con su amigo Jorge Pérez, de 16 años, lo hizo con un solo propósito en mente: librarse de las ataduras que, para ese entonces, le imponía la dictadura de Fidel Castro y sus allegados.

Era solo un adolescente que quería cumplir con los estereotipos típicos de su edad: llegar a casa después de las 12, vestir pantalones bota campana y llevar el pelo largo como marcaba la moda de los años 60. En su lugar, tuvo que pasar los días ideando un arriesgado plan de escape junto con su amigo y, posteriormente, pagar el precio de la libertad.

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Su rostro se convirtió en la viva imagen de la esperanza para aquellos que, a diferencia de él, decidieron quedarse en la isla; pero también se transformó en la prueba latente de una crisis internacional que azotó a la nación cubana durante décadas. Si la vida era el precio que había que pagar para ser libre, Armando y Jorge estaban más que dispuestos a saldar su deuda.

Un vuelo, su vía de escape a la libertad

Mientras el mundo tenía los ojos puestos en la Luna en el año 1969 -con la llegada de Neil Armstrong a la superficie lunar-, Armando Socarrás y Jorge Pérez los tenían fijos en el cielo. Escapar de Cuba era su objetivo, su sueño, su necesidad.

Habían pasado 10 años desde que, el 1 de enero de 1959, Cuba se convirtió en el epicentro de un movimiento revolucionario que sacudió violentamente a Latinoamérica y al mundo. Para ese entonces, el país soberano insular llevaba más de una década navegando en un ambiente convulso, dinámico y, para muchos, opresor.

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Esta revolución, liderada por el político y revolucionario Fidel Castro, desató grandes cambios a nivel nacional e internacional. Lo que comenzó como una lucha armada de las guerrillas cubanas, terminó con la instauración del gobierno revolucionario y la inspiración de otros movimientos en distintos continentes. Al menos 30 organizaciones guerrilleras surgieron en Latinoamérica hasta finales de los años 80, de acuerdo con ‘The New York Times’.

El primero de enero de 1959 triunfó la revolución cubana. Los guerrilleros liderados por Fidel Castro derrocaron a Fulgencio Batista.

Con tan solo 17 años, muchas cosas estaban pasando alrededor de Socarrás. Recibió una beca -que no había solicitado- para ser soldador, pese a que su sueño era convertirse en ingeniero electrónico o en piloto de la fuerza aérea. Pero, ¿para qué ingenieros cuando la revolución necesitaba soldadores?

Estuvo aproximadamente ocho meses estudiando soldaduría cuando, de repente, un intrépido y arriesgado plan de fuga llegó de la mano de su amigo Jorge Pérez. El descontento con el sistema cubano, mezclado con sus deseos desbordados de libertad, lo llevaron a dar el ‘sí’ a la descabellada idea. “Aquí hay que irse, no hay futuro”, dijo al medio ‘CiberCuba’.

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Había muchos agentes vigilando las costas de Cuba y sabíamos que algunos balseros fallecían por los ataques de tiburones en las aguas del Caribe, por lo que nos planteamos irnos en avión, pues en el aeropuerto la presencia policial era mucho menor”, señaló Socarrás, en diálogo con el diario español ‘La Razón’.

Con nada más que algodón para los oídos, una linterna y una soga, Socarrás y Pérez emprendieron el camino hacia el que, para ellos, sería el inicio de una nueva vida. No obstante, algunos imprevistos entorpecieron su travesía.

Una hazaña tan osada como valiente

El 3 de junio de 1969, la valentía se antepuso al miedo. Los amigos se dirigieron al aeropuerto de La Habana, Cuba, para materializar la hazaña que, por días, habían estado planeando y perfeccionando. El Iberia DC-8 con destino a Madrid, España, fue el avión elegido por ellos para salir del territorio cubano.

Diez minutos antes de que el avión alzara el vuelo, los amigos saltaron la valla y corrieron hacia el tren de aterrizaje. Mientras que Socarrás se metió en el pequeño espacio de la izquierda; Pérez hizo lo mismo en el lado derecho, pero al despegar no obtuvo tanta suerte: cayó de la aeronave que empezaba a tomar vuelo y fue capturado con algunas costillas y la clavícula rota por la Policía cubana.

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Socarrás, por su parte, se aferró con todas sus fuerzas al soporte del aeroplano. “Encogido, con un ruido insoportable, la compuerta no se cerraba del todo. Con mis dedos sujetándome en el filo para no caerme a cientos de metros, pedí a Dios un milagro”, detalló al diario ‘La Razón’.

La altura de Socarrás le ayudó a acoplarse al tren de aterrizaje; mientras que su compañero de fuga terminó arrestado y con varias costillas rotas.

Entre un laberinto de conductos y maquinaria aérea, y tendido en medio de la gélida oscuridad, Socarrás duró más de ocho horas -el tiempo que lleva cruzar de un continente a otro- intentando llegar a su destino. A nueve mil metros de altura, pasó frío y comenzó a faltarle el oxígeno. No dejaba de pensar en el destino de Jorge cuando, de repente, cayó en un estado de inconsciencia a las dos horas de iniciar el viaje.

Una vez el avión aterrizó sin sacudidas, su cuerpo congelado cayó en la pista aérea de asfalto. Nadie podía creerlo, el joven de 17 años yacía cubierto de hielo, con los labios azulados y una mueca de dolor impresa en el rostro. Era la viva imagen de la supervivencia, la valentía y, paradójicamente, la libertad.

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Cuando toqué sus ropas, estaban congeladas y tan endurecidas como si fueran de madera. Todo lo que hizo fue emitir un extraño sonido, como un gemido”, dijo José Rocha Lorenzana, un guardia de seguridad presente en el momento, según Air Crew Canarias.

Con un pie en la muerte -pues sus signos vitales eran débiles-, Socorrás fue internado en el Hospital de la Beneficencia, ubicado en la capital española. Ni siquiera su diagnóstico de anoxia renal, cardíaca, cerebral e incluso hepática fue capaz de anteponerse a sus deseos de vivir. Se convirtió en un milagro médico.

“Cuando vi todas esas paredes verdes, como en los hospitales militares cubanos, pensé que estaba en La Habana. Preguntaba y chillaba, pero como había quedado sordo, pensé que me estaban tomando el pelo, no me calmé hasta que me escribieron en una pizarra: ‘Estás en Madrid’”, contó al diario español citado anteriormente.

Un nuevo futuro lejos del régimen

Agentes del servicio secreto español me dijeron que debía salir de España o corría peligro de ser enviado a Cuba

De acuerdo con los doctores que estudiaron el caso de Socarrás, el joven sufrió de una parada cardiaca por congelación y, posteriormente, tuvo una recuperación espontánea. En otras palabras, el letargo por frío le permitió sobrevivir a la carencia de oxígeno.

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El estruendoso sonido del avión también lo dejó sordo. Sin embargo, al cabo de un mes logró recuperar la audición. Todo fueron ejercicios, deportes, cuidado y comprensión por parte del personal médico, hasta que le llegó la hora de marcharse de Madrid y no precisamente por voluntad propia: Fidel Castro reclamaba su repatriación.

“Una mañana, agentes del servicio secreto español me dijeron que debía salir de España o corría peligro de ser enviado a Cuba”, contó a ‘CiberCuba’. Dos meses después de su aterrizaje en Madrid, Socarrás levantó vuelo hacia Estados Unidos, donde fue acogido por un familiar cercano.

Después del escándalo internacional que supuso su hazaña, Socarrás, quien ahora es todo un hombre, montó un negocio de cristalería en Miami que manejó por 22 años. Dos décadas después de recorrer Estados Unidos, se mudó a un estado de Virginia.

Armando permaneció dos meses internado en el hospital, donde recibió mensajes de apoyo de la comunidad.

Su compañero de viaje, quien nunca tocó suelo madrileño, pagó cuatro años de cárcel por su plan de escape fallido. En 1980, llegó a Estados Unidos. “Nos hemos encontrado varias veces en Miami, pero él nunca ha querido hablar de ese asunto. Es algo que ha bloqueado en su mente y yo respeto su opción”, dijo Socarrás para ‘La Razón’.

Han pasado más de cinco décadas desde que Socarrás decidió dejar atrás su vida en Cuba para emprender una riesgosa e intrépida huida. Y, sin embargo, no se arrepiente de nada. Para él, la libertad es algo que no se negocia. “Cuando no se tiene libertad, el ser humano está de cierta manera muerto”, concluyó para ‘CiberCuba’.

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VALERIA CASTRO VALENCIA
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