La velocidad con la que las personas se están endeudando con los bancos, principalmente para adquirir bienes suntuarios (electrodomésticos, vehículos, viajes), así como la facilidad con la que estos les están soltando recursos a sus clientes, encendió las alarmas de la Superintendencia Financiera, que ve con preocupación cómo la cartera de consumo crece a una tasa real anual del 11,6 por ciento, en momentos en que el país no solo mantiene niveles de desempleo de doble dígito (11,3 por ciento en junio), sino también cuando los vientos de desaceleración económica comienzan a soplar con más intensidad.
Los días sin IVA y una movilidad sin restricciones, luego de dos años de intensa pandemia, tiene a los colombianos en un ritmo de gasto desenfrenado, mucho de este ‘al debe’, y las cifras lo corroboran. Los bancos les han entregado 48 billones de pesos a sus clientes en préstamos de consumo y aprobado 41 billones adicionales a través de las tarjetas de crédito en los primeros cinco meses del 2022.
A la autoridad no le preocupa tanto ese flujo de crédito, pero sí le llama la atención que cada vez las personas toman deudas a mayores plazos, sobre todo para libre inversión, donde se observan obligaciones a 8 y más años.
También ha notado cómo en dos años los cupos aprobados en tarjetas de crédito han aumentado de manera preocupante, al punto de que hoy superan los 96 billones de pesos, cuando dos años atrás eran de 62 billones.
No es que los cupos de las tarjetas sean un problema en sí, explica Jorge Castaño, superintendente Financiero, “el punto es el sobreendeudamiento que las familias y las personas puedan tener si utilizan en su totalidad dichos cupos”, pues estas no solo tienen obligaciones con la banca, sino con empresas que financian la compra de todo tipo de bienes, como celulares, electrodomésticos, muebles, entre otros.
Hoy la carga financiera de los hogares, esto es, la porción de sus ingresos que destinan al pago de obligaciones (capital e intereses) es del 33 por ciento, luego de rondar el 27 por ciento algunos meses atrás.
Un nivel manejable, pues está por debajo del 40 por ciento, que nos dispararía las alarmas, dice Hernando José Gómez, presidente de la Asobancaria.
Pero esa carga, combinada con una inflación de más del 10 por ciento, terminará presionando la capacidad de pago de los deudores, quienes además están asumiendo un mayor costo por los créditos que toman, debido a las alza recientes de tasas.
Solo en los bancos ese costo ha subido 6,36 puntos porcentuales en el último año. En promedio, las entidades están prestando al 19,9 por ciento, mientras la financiación con tarjetas de crédito se ha encarecido 4,6 puntos hasta el 28,5 por ciento.
Por eso, el llamado de Castaño no es solo para que los bancos hagan un análisis más detallado a la hora de otorgar nuevos préstamos, sino también para que las personas tomen obligaciones que puedan pagar y en plazos razonables.
Crecen los tarjetazos
Lo cierto es que los colombianos están desempolvando sus tarjetas de crédito, mientras que los bancos buscan recuperar el terreno perdido por la pandemia. Los 1,3 millones de plásticos que salieron del mercado en ese periodo están de vuelta, con lo que el segmento volvió a más de 16 millones de tarjetas activas.
Esto, sin duda, contribuyó a que el consumo con el llamado dinero plástico se disparara: creció 51,2 por ciento entre mayo del 2022 e igual mes del 2021.
En los primeros cinco meses del presente año, los colombianos gastaron 44,2 billones de pesos (compras y avances en efectivo) con sus plásticos, cifra que superó todo el consumo con tarjetas registrado en el 2013.
Mayo, además, registró la cifra récord en consumos para un solo mes con este medio de pago con cerca de 9,4 billones de pesos. Y mientras las compras y pagos con tarjetas superaron en 10,6 billones las de igual periodo del 2021, los avances lo hicieron en 2,7 billones.
Aunque un crecimiento tan acelerado eleva el riesgo de deterioro de la cartera en este segmento, debido al mayor endeudamiento de las personas, la cartera en mora se mantiene controlada en niveles de 5,38 por ciento, incluso por debajo de los observados en prepandemia.
Los banqueros coinciden en que habrá que desacelerar el flujo de crédito dadas las nuevas condiciones de la economía. Pero niegan que hayan aflojado sus políticas para el otorgamiento de nuevos préstamos, no obstante, acatarán las recomendaciones del supervisor.
“Entramos en un nuevo ciclo económico y con ello se espera que venga un deterioro de la cartera y está bien que el superintendente advierta que debamos prepararnos para ello y estar listos para afrontar esos cambios”, dijo Mario Pardo Bayona, presidente del BBVA Colombia.
Recalcó que el sector financiero colombiano, con su regulación prudencial, está listo para afrontar una eventual crisis, pero que ello “no significa que nos tengamos que relajar. Necesitamos reducir el impacto de esa crisis que llegaría en el 2023”.
Algo en lo que coincide Luis Carlos Sarmiento Gutiérrez, presidente de Grupo Aval, quien agregó que “toca tener cuidado si se llega a desbordar el crédito de consumo ahora o en estos meses que se ha estado prestando con demasiado ahínco a nuevas tasas, porque eso puede llevar al consumidor en algún momento a no poder pagar sus créditos”.
El banquero no ve problemas con las otras carteras, como la comercial, dado que la dinámica de la economía puede ayudar a las empresas a compensar el incremento en las tasas. Pero “si se llega a frenar la economía, vamos a quedar en empresas con tasas de crédito muy altas y menos productividad y ahí puede haber problemas”, preciso.
Y si bien los banqueros se comprometieron a moderar la llave del crédito, esto no significa que vayan a dejar de prestar. El presidente de la Asobancaria explicó que sí habrá más crédito, pero muy moderado.
Dijo que las señales del Banco de la República son claras, en el sentido de que “moderemos el crecimiento del crédito y eso es lo que estamos haciendo de manera particular en consumo. Entonces, el próximo año podemos esperar tasas de crecimiento de la cartera de 8 y 10 por ciento”.
Y si no moderan ese flujo de crédito, saben que tendrán que asumir, entonces, un mayor costo al prestar, pues el superfinanciero les dijo que tendrán que hacer mayores provisiones sobre esos nuevos créditos y los banqueros entienden que esto tiene un costo importante sobre sus resultados y sobre la liquidez de las entidades, unos riesgos que quizás no estén dispuestos a correr en la coyuntura que se avecina.
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