Ninis: jóvenes sin esperanza o jóvenes con potencial en Bogotá | Opinión – Bogotá


Uno de cada 4 bogotanos son jóvenes, es decir, tienen entre 15 y 29 años de edad. Sin embargo, en lo que queda de esta década, el porcentaje irá disminuyendo hasta llegar al 19% para el 2030, como consecuencia de la transición demográfica de los últimos años donde se evidencia una disminución, año tras año, en tasa de natalidad y un aumento en la esperanza de vida en la ciudad.

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Ser joven en Bogotá no es fácil; el más reciente estudio de Global Opportunity Youth Network, operado en Colombia por la Fundación Corona, señalaba que 671.244 jóvenes capitalinos no estaban ni estudiando ni trabajando o se encontraban trabajando en empleos informales. A primera vista puede ser una cifra más, pero en la práctica estamos hablando del equivalente a más de toda la población de Bucaramanga o casi el doble de la población de Neiva. De allí que es muy relevante la situación de los ‘ninis’ en la capital y el potencial que representan.

Además de las cifras previamente expuestas, estos jóvenes son las principales víctimas de homicidios: en lo corrido de 2022 concentran el 43% de los casos. En accidentalidad vial concentran el 34%, principalmente en siniestros viales de motociclistas.
Pero volviendo al estudio, las cifras muestran que los jóvenes ‘ninis’ aumentaron después de la pandemia, con una variación del 34% al 37% en 2021. En la misma línea se evidencia que aumentaron los jóvenes que estaban buscando empleo, pasando del 15% al 23%.

Lo interesante del estudio es que deja en evidencia las barreras estructurales que, por su condición, lugar de residencia y oportunidades de formación y empleo formal, limitan la posibilidad de aprovechar todo su potencial. Localidades como Los Mártires, Ciudad Bolívar, Sumapaz, Usme, Santa Fe y Tunjuelito registran las mayores tasas de jóvenes en condiciones de desventaja, las tres primeras con valores cercanos al 50% del total de su población joven.

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A lo anterior se suman las barreras de género, donde las desventajas afectan más a mujeres que a hombres jóvenes, a tal punto que el 58% de ellas son ninis. Además, según el estudio, hay más hombres jóvenes en empleos informales que mujeres jóvenes, pero las desventajas aún son mayores para población joven en condición de discapacidad, migrante venezolano, población étnica o LGBT.

Romper estas tendencias pasa por mejorar la trayectoria educativa y los procesos de formación, de tal manera que mejoren sus competencias y habilidades para vincularse al mercado laboral. Las últimas cifras señalan un aumento cercano al 30% de los niños y niñas entre los 5 y 16 años que se quedaron por fuera del sistema educativo para el periodo 2020-2021. Una tendencia similar se evidencia para la formación en la educación media y la educación posmedia, donde el 54% eran jóvenes con potencial.
Esta desconexión con su etapa de formación incide, a su vez, con sus limitaciones para acceder al mercado laboral formal.

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Aunque el panorama no pinta bien, Bogotá viene haciendo la tarea. El programa ‘Jóvenes a la U’ ha sido una buena estrategia donde el Distrito apoya con el total de la matrícula a los jóvenes bogotanos que quieran estudiar un programa técnico profesional, tecnólogo o profesional universitario en universidades públicas y privadas. Para ser beneficiario deben cumplir con varios requisitos, entre los cuales se evalúa su situación socio-económica y desempeño académico. Pero no todos cumplen con lo necesario, porque no tienen las competencias escolares básicas o su conocimiento acumulado en la etapa escolar no fue suficiente.

A lo anterior se suman las dificultades del entorno: jóvenes que no logran acceder a un computador o tener internet en casa; la presión económica del hogar que, en algunas ocasiones, los obliga a contribuir de alguna manera y la presencia de pandillas que ejercen presión sobre los mismos jóvenes, en particular en zonas de alta vulnerabilidad social de la ciudad.

De cualquier manera, es hora de cambiar la narrativa para dejar de ver a los jóvenes como un grupo sin esperanza y comenzar a llamarlos jóvenes con potencial, pues significa cambar la mirada negativa que tiende a tenerse sobre ellos e invita a pensar en formas para atender esta población joven capitalina que tiene mucho que aportarle a la ciudad y que antes que futuro, son el presente y reclaman más oportunidades.

ÓMAR ORÓSTEGUI
FUTUROS URBANOS


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