Kiara tiene todas sus patas blancas, un corazón del mismo color en su frente, casi no ladra, es tranquila, obediente, está esterilizada, en su cuerpo hay un microchip de identificación y, lo más importante de todo, tiene a su dueño, Camilo Jaramillo, en una búsqueda incansable desde hace cinco meses y medio. Aún siente que cuando llega a su apartamento en Chapinero ella va a estar ahí, esperándolo, moviendo su cola, con ese calor que solo los perros saben dar y que solo sus dueños entienden.
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Él es ingeniero mecánico, tiene 31 años, y dice que cuando esta perrita llegó hace algo más de ocho años a su vida, la cambió. Era solo un universitario. “Yo tenía 22, casi 23 años. A esa edad ella fue la que me enseñó la responsabilidad de tener a alguien y cuidarlo. Ha sido mi compañía, mi amiga, mi familia. Siempre tenía la misma cara de felicidad”.
Kiara lo acompañó en las buenas, en las malas, en los momentos más tristes y felices de su vida. Era su bastón. “Un perro nunca pelea contigo, un humano sí, porque para eso se necesitan dos. Yo tuve muchos problemas, económicos, sociales y ella siempre me acompañó”.

Este es el cartel que Camilo ha pegado en todos los postes de la ciudad.
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“Yo tenía 22, casi 23 años. A esa edad ella fue la que me enseñó la responsabilidad de tener a alguien y cuidarlo. Ha sido mi compañía, mi amiga, mi familia. Siempre tenía la misma cara de felicidad”.
En cada momento de su vida estuvo a su lado, en el pregrado, en la maestría, en la especialización, en su primer trabajo. “Claramente, ella no es solo una mascota para mí. Es mi familia. Vivió conmigo desde que tenía cuatro meses y medio. Nunca le pagué adiestrador canino. Yo la eduqué para que fuera muy sociable con la gente”.
Cuando Camilo comenzó a trabajar supo que tendría que buscarle un colegio porque era simplemente impensable dejarla encerrada todo el día. “Por eso fue que desde los ocho o nueve meses yo la tenía en guarderías. Nunca tuve ningún problema con esto y ella nunca se intentó escapar. De hecho, esta raza es muy poco probable que haga esto. Nunca mordió a un perro, solo se sentaba a ver a otros jugar. Eran felices con ella”.
Su entrega por Kiara era tal que la perrita nunca se le enfermó. Tenía las vacunas al día, su profilaxis, su desparasitación. “Nunca la cambié de colegios porque fueran malos, sino porque yo me mudaba. A veces estuvo en Tenjo, otras veces en Cota y luego en La Calera”.

En una primera etapa, Kiara fue buscada en los bosques aledaños a La Calera.
La desaparición
El último colegio en donde Kiara fue inscrita se llama Mashi y se ubica en La Calera, muy cerca del peaje de Patios. Ya llevaba dos años asistiendo todos los días allí. “El mayor problema que había tenido con ellos era que la ruta se retrasara un poco. Nada más”.
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Pero el 25 de octubre de 2022 algo fuera de lo común ocurrió, supuestamente porque su colegio canino estaba abriendo otra sede en El Codito, en Usaquén. “La dueña me llamó y me dijo que tenían que hacerle un cambio de pastillas a la buseta, entonces que si podían llevar a mi perrita a esa zona porque en ese sector quedaba el taller”.

Camilo ha entregado volantes en todos los rincones de Bogotá.
Camilo accedió porque no tenía otra opción y esa noche la perrita fue llevada a su apartamento sin ningún problema. “Al otro día yo viajaba a Valledupar a las 4 de la mañana, entonces le pedí el favor a una amiga que si me la cuidaba. En todos los videos aparece ella yéndose a su colegio como siempre. Pero ese mismo día me llamó mi amiga a decirme que a eso de las cinco de la tarde Kiara no había llegado. Yo iba desde San Juan del César hasta Valledupar en carretera y no me entraba bien la señal”.
A las 6: 30 de la tarde recibió otra llamada, esta vez de la dueña del colegio. Fue como un baldado de agua fría. Le dijo que no encontraban a Kiara. “Por todo lo que yo sé de mi perrita, eso era imposible. Era la más grande del grupo, pesa 39 kilos. Todo me parecía muy raro”.
“Ella no es solo una mascota para mí. Es mi familia. Vivió conmigo desde que tenía cuatro meses y medio. Nunca le pagué adiestrador canino. Yo la eduqué para que fuera muy sociable con la gente”.
La excusa fue que habían sacado de caminata a los perros al bosque, recorrido que siempre habían hecho y que cuando iban de regreso, a eso de las 10 de la mañana, ya no la volvieron a ver. “En ese momento me desbaraté. Ella me dijo que habían contratado a gente de las veredas y que la estaban buscando. Que no viajara, que seguro aparecía al día siguiente”.
Lo que no sabían los dueños del colegio canino era que los hermanos de Camilo vivían muy cerca y que él ya les había pedido el favor de ir a rastrearla. “Cuando llegaron a la sede no había nadie buscándola. Entonces yo llamé a la dueña y me dijo que estaba en el apartamento, en teletrabajo y que el esposo estaba abriendo la otra sede. Entonces, ¿a quién les habían dejado a los 14 perros? ¿A dos desconocidos? ¿Por qué si se perdió a las 10 de la mañana me avisaron hasta la noche?”.
“En ese momento me desbaraté. Ella me dijo que habían contratado a gente de las veredas y que la estaban buscando. Que no viajara, que seguro aparecía al día siguiente”.
Camilo comenzó a imaginarse mil posibilidades mientras apresuraba todo para regresar a Bogotá. “Ese mismo día yo ya había sacado un cartel ofreciendo una recompensa de cinco millones de pesos por ella. Me la imaginaba sentida conmigo por haberme ido de la ciudad”.
Cuando por fin llegó, no dudó ni un segundo en internarse en el bosque. Lo acompañaron familiares y amigos de la oficina. También residentes de varias veredas salieron a buscarla. Para el segundo día ya había unas 50 personas en la actividad. Pero no encontraron nada, ni una sola huella.
Las ayudas

Han hecho hasta velatones para orar por la aparición de Kiara.
La angustia de Camilo hizo que el cartel de Kiara se multiplicara en las redes mientras él descartaba que, en efecto, la perrita hubiera desaparecido en el bosque. Invitaba a más gente a que se uniera a su búsqueda. “Para el domingo siguiente yo pensaba que iba a llegar solo mi familia, pero había unas 40 personas en el peaje”.
Día tras día se iban sumando ayudas. Los miembros del grupo de esta raza de perro, expertos en montañismo, moteros de enduro, ciclomontañistas, caballistas, guardabosques. “Unas cien personas la buscaban. Me pareció raro que luego de que la misma dueña me asegurara que Kiara se había perdido en el bosque, me dijera que la dejara de buscar y que ella me daba tres millones más para la recompensa. Obvio no acepté”, contó Camilo.
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Día a día los grupos de búsqueda se iban preparando más. Muchos llegaron con perros de olfateo y otros con drones. A la brigada de búsqueda se le unieron los bomberos y entre ellos y los montañistas hicieron un mapa y se dividieron los cerros. No importaba el calor, el frío, la lluvia o el polvo. “Preguntamos casa por casa, entregamos volantes en todas las veredas, pero no encontramos ni un solo rastro”.

En postes de casi toda la ciudad se ven avisos de búsqueda con el rostro de Kiara.
También se reunieron recursos para hacer perifoneo en camioncitos en barrios como el San Luis. Cada poste del municipio de La Calera y de las localidades de Chapinero y de Usaquén tenía la carita de Kiara. “Yo hago triatlón, tengo buen físico, pero durante esos días caminé más que el resto de mi vida. No me importaba ni siquiera encalambrarme. Tenía que asegurarme de que no estuviera en el bosque”.
¿Se la robaron?

Kiara tiene un corazón en su frente que la hace una perrita particular.
La otra opción que había que descartar era un posible robo, entonces el movimiento en redes se hizo más intenso y también la búsqueda de ayuda en medios de comunicación. “La mayoría nos ayudaron. Luego se unieron muchos famosos y al final un buen número de animalistas”.
Pronto los volantes llegaron a todos los rincones de la capital. “Saqué muchas copias, paquetes de 200 volantes y los mensajeros de Rappi me ayudaron a repartirlos. También fuimos a Expo Pet en Corferias y no quedó un humano sin recibir el volante”.
En la incansable búsqueda de Camilo aparecieron otros perritos que se reunieron con sus familias, pero de Kiara solo pistas confusas. “Una vez dijeron que la habían visto en la 80 con calle 100. Ahí estaba un Border Collie que estaban buscando hace dos meses”. Otros dijeron haberla visto en Teusaquillo, pero nunca hubo una foto o un video de prueba. Las esperanzas siempre terminaban por esfumarse.
Los recicladores
Camilo extraña tanto a Kiara que sabía que tenía que buscar entre los recicladores y habitantes de la calle, quién más que ellos conocen cada esquina de la ciudad. “Yo empecé a pedirles ayuda uno a uno, pero luego me di cuenta de que eran muchos, entonces había que reunirlos”.
Ahí pidieron ayuda de la influencer ‘Marce, la recicladora’, para hacer una actividad con ellos. Reunieron a unos 300 recicladores y con la ayuda de Alejandro Riaño convocaron a habitantes de la calle. A todos les llevaron ayudas como ropa y comida, pero también alimento para sus mascotas, ellos sí que saben qué significa el amor de un perro pues en muchas ocasiones estos animales son quienes les han salvado la vida del hampa. Todos empezaron a buscar a la Bernés mientras recorrían las calles.
Cuando se pensaba que las jornadas de búsqueda en el bosque iban disminuyendo, sorprendentemente, se seguía uniendo gente, muchos, incluso, nunca habían tenido un perro e iban cautivados por tanto amor de Camilo. “Siempre les contaba de mi entrega por Kiara y ese deseo de encontrarla los motivaba”.
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Una alerta sonó por la localidad de Engativá. Dijeron que la habían visto en un sector muy peligrosos del barrio Unir. “Esa fue una de las búsquedas más peligrosa. Yo le había dado mi ubicación al comandante de la zona y ante una amenaza de un hombre agresivo, cuando volteé a mirar, solo estaba acompañado de mujeres. Es increíble la conexión de ellas con los animales”.
A Camilo lo comenzaron a llamar de otros países, gente con deseo de ayudar o de donar. “Pero con plata nunca me ha gustado meterme. Yo solo quiero hallar a mi perrita”.

Por todas las montañas de La Calera Kiara ha sido buscada.
La animalista Andrea Padilla también se vinculó con la tragedia y así, con toda esa unión que surgió tras la pérdida de Kiara, la causa ya no era solo encontrarla, sino ayudar a muchos más perros perdidos a encontrar a sus familias y a regularizar a los colegios de perros y en general a todos los que ofrecen sus servicios como cuidadores. Habiendo descartado la perdida y el robo, la otra probabilidad es que el colegio sea el responsable de algo malo que le pasó.
“Ahora recogeremos firmas para que esto no le pase a otra familia. Ya tenemos 25.000 para este proyecto de ley. De todos los casos que suceden, el 80% no hubiera ocurrido si los colegios, hoteles o los paseadores hubieran cumplido con requisitos mínimos”.
El último intento que hizo Camilo por saber la verdad fue una citación de los trabajadores del colegio a una entrevista con polígrafo, pero estos nunca asistieron. “El que nada debe, nada teme. Ellos no quisieron ir”. No es fácil dormir porque Kiara aparece en los sueños de Camilo. De ese colegio supieron que habían despedido a un empleado por llevarse una de las busetas sin permiso.
Pese a esto, Camilo dice que nunca ha pensado en tomar represalias contra nadie, ni demandas, ni en nada por el estilo. “No soy de plantones, ni venganzas. Solo quiero volver a ver a mi perrita porque la incertidumbre de no saber qué le pasó me duele mucho. Lo único que me separa de Kiara es una llamada. Por favor, ayúdenme”.
CAROL MALAVER
@CarolMalaver
SUBEDITORA BOGOTÁ
Escríbanos a carmal@eltiempo.com
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