Como en la canción de Rubén Blades, por estos días hay que tener “cuidado en el barrio, cuidado en la acera, cuidado en la calle, cuidado dondequiera…”.
Hay una batalla campal que se viene librando entre defensores del espacio público, mal parqueados y vendedores informales. Las voces de esa campaña son la directora de Espacio Público, Lucía Bastidas; Movilidad, Claudia Díaz, y el concejal Juan David Quintero. Cada uno, a su manera, se ha convertido en la pesadilla de quienes creen que andenes y calles están hipotecados a unos pocos y no a la inmensa mayoría de ciudadanos.
Esta decisión ha generado reacciones. Por un lado, se han presentado agresiones físicas y verbales contra gestores del espacio público, es decir, contra funcionarios. A palo y piedra los han recibido cuando intentan, por las buenas, convencer a los invasores de desocupar un lugar o ponerse al día con los requerimientos que se les hacen.
Por otro lado, están los seguimientos y las amenazas e insultos que recibió Quintero a manos de desconocidos que se movilizaban en un vehículo blindado cerca de su casa. Muy peligroso esto.
Los operativos han llevado, incluso, al cruce de mensajes entre la misma Lucía Bastidas y el secretario de Integración Social, Roberto Angulo, por la ubicación de los habitantes de la calle.
No es la primera vez que se presenta un rifirrafe entre un bando y otro. Andenes, plazoletas, ciclorrutas, parques, puentes peatonales, estaciones de transporte público se han convertido en lugares prohibidos para el peatón. El desorden ha sido aprovechado por mafias que deciden cuántos metros de andén, a qué precio y en qué momento se lo ‘arriendan’ a una persona.
El problema es que de la necesidad se pasó al abuso, y de ahí, a la agresión y a la violación de la ley.
La pandemia agravó las cosas, pues la gente encontró en la calle una alternativa para su sustento. El problema es que de la necesidad se pasó al abuso, y de ahí, a la agresión y a la violación de la ley. Porque el exceso de informalidad ha exacerbado la piratería, la venta de estupefacientes, de armas cortopunzantes (como lo denunció el secretario de Gobierno) y alimentos con bajos niveles de higiene.
Aunque se ejercen labores pedagógicas, como las 977 que se llevaron a cabo en 2024 y donde casi 37.000 ciudadanos fueron sensibilizados, la verdad es que se trata de un esfuerzo desigual. Máxime cuando la Corte protege a los invasores, pues, por más pactos que se firmen con ellos, no hay quien controle ni les haga seguimiento. Es lo que pasa hoy con los informales de la séptima.
Y por el lado de los mal parqueados ocurre lo mismo. La avenida Guayacanes, a la que se le invirtieron 400.000 millones de pesos, tiene un carril ocupado por transporte de carga. Y no obstante los múltiples operativos de la Secretaría de Movilidad, ahí siguen. Una epidemia. En lo que va del año ya son 931 operativos en la ciudad y 3.754 comparendos. Y ni por esas.
No es solo el mal parqueo. Es también la invasión de motos que transitan por los andenes de niños y viejos. Según un reciente informe, alrededor de 50 siniestros viales tuvieron que ver con una moto que se desplazaba por el espacio peatonal.
El tema de los habitantes de la calle es más complejo, pues hablamos de personas en condición de vulnerabilidad y expuestas a toda suerte de peligros. Pero antes que reclamarle a la Defensoría porque desaloja a estas personas de zonas que son para el goce de las mayorías, la Administración debería reenfocar sus esfuerzos a la hora de atenderlos, como en la época de los llamados ‘ángeles azules’. Hay lecciones que se pueden aprovechar.
La buena noticia de todo esto es que ni la señora Bastidas, ni el concejal Quintero ni la señora Díaz están solos. Los ciudadanos han comenzado a reaccionar con iniciativas propias. Vi en la red social X al activista Nicolás de Francisco, creador de Malpa, una campaña que busca sensibilizar a los mal parqueados para que respeten el espacio público. Consiste en cubrir un vehículo con tela blanca para que la gente deje mensajes que lleven a generar conciencia entre los infractores.
La inmensa mayoría de los ciudadanos quiere respeto por estos espacios que son de todos. No se trata de estigmatizar a nadie, pero sí de cumplir unas mínimas reglas de juego, llegar a acuerdos y procurar el orden en un espacio que sí tiene dueño y se llama peatón.
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor General
EL TIEMPO
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