A manejar la desaceleración y evitar caer en recesión – Sectores – Economía


Está cantado: en el 2023 viene una fuerte desaceleración de la producción económica en todo el mundo. De hecho, ya se ha venido sintiendo, con recesión en el Reino Unido, por ejemplo, y dos trimestres de contracción en Estados Unidos.

En medio de ese panorama, Colombia es de los países en los que se ha manifestado el temor de que no solo haya menor crecimiento, sino que se caiga en recesión. La razón: los 21 billones de pesos que, por la reforma tributaria, los hogares y empresas darán de más al Gobierno, y que no podrán utilizar en mayor consumo o mayor inversión.

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Cuando tramitaban la reforma, el presidente de la Asociación Nacional de Empresarios (Andi), Bruce Mac Master, comentaba que se creaban condiciones para que Colombia tuviera una crisis “más profunda que la de muchos otros países”.

El ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, ha dicho que esos billones que ya no utilizarán empresas y hogares, de todas formas, los gastará el Gobierno. Habría que ver si la brecha de tiempo en que se recaude y luego se gaste no generará un bache en la actividad económica, o si el gasto del Gobierno, por ejemplo en subsidios, tendría el mismo efecto multiplicador en la actividad económica que tiene la inversión productiva de las empresas.

La crisis múltiple mundial –que ha sido clara durante el 2022– es la suma de las secuelas de la pandemia, la inflación que padece todo el planeta y los impactos de la invasión de Rusia a Ucrania.

Desde comienzos del 2020, el covid-19 trajo duras medidas de bioseguridad; estas causaron trancones en los puertos y escasez de contenedores. Vino, entonces, la carencia de suministros como chips, insumos, materias primas… Y los precios de casi todo, en casi todas partes, comenzaron a subir.

Y cuando el mundo creía que recuperaba el terreno perdido –sin haber superado esas secuelas del covid-19–, Rusia invadió a Ucrania. A todo lo anterior, entonces, se le sumó una mayor escasez de productos en los que esos dos países son líderes: gas natural, granos como el trigo y fertilizantes para producir comida. Los precios de casi todo, en casi todas partes, aceleraron sus alzas.

El pánico por las peores inflaciones vistas en décadas llevó a los bancos que emiten las monedas en numerosos países a subir sus tasas de interés, incluyendo el Banco de la República, en Colombia. La lógica es que si los intereses son más altos, disminuyen las compras a crédito y las inversiones financiadas con préstamos, y la inflación debería ceder.

Pero también, si efectivamente se consume y se invierte menos, es de esperar que la actividad y la producción económica bajen, que es lo que llaman una ‘recesión’. Con menos producción, las consecuencias son menos trabajo y familias con menos ingresos para satisfacer sus necesidades.

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Se pierde ritmo

Durante el 2022, luego de la caída por la pandemia, Colombia fue, sobre todo en el primer semestre, de los países del mundo con mayor crecimiento y significativos alivios en los niveles de empleo, así como en recuperación del terreno perdido en pobreza.

Pero en los últimos meses ya se nota una pérdida en el ritmo de crecimiento. Luego de los niveles de crecimiento, que en el primer semestre del 2022 alcanzaron el 17 por ciento anual, ya para octubre se habían reducido a menos de 5 por ciento.

Y lo que prevén los analistas del Banco de la República es que en el 2023 el crecimiento del producto interno bruto en el país será apenas de un exiguo 0,5 por ciento.

Ese crecimiento significará, realmente, que la producción por habitante de los colombianos se reducirá, pues el aumento de la actividad económica sería inferior al aumento de la población.

En otras palabras, de acuerdo con la previsión del Banco de la República, para el 2023 el ingreso de los colombianos se reducirá. En Colombia, una caída de la producción por habitante solo ha ocurrido dos veces en los últimos 23 años: en 1999, en la crisis del Upac, y en 2020, con la crisis de la pandemia.

Todo este panorama va de la mano de las alzas de precios, que hasta noviembre seguían acelerando, y con el impulso que seguirán recibiendo por los incrementos de la gasolina que ordenará el Gobierno y los aumentos de precios en un grupo de alimentos ordenados en la reforma tributaria, junto al golpe a productos de cocina y hogar con los mayores impuestos a sus empaques plásticos, ordenado también en la reforma. Así mismo el impacto del dólar, que se mantiene en niveles récord, casi 20 por ciento más caro que un año atrás.

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Así, dos claves para el año que arranca son el rumbo de la inflación y cómo se comportará el dólar. El destino de los precios, en gran medida, seguirá dependiendo de los efectos de las alzas de las tasas del Banco de la República, las que ya aplicó y las que aún falten. La misma desaceleración traería menor consumo, lo que en últimas también frenaría la inflación.

El Banco de la República espera que la inflación baje del 12,54 por ciento actual a 7 por ciento al terminar el 2023, y regrese a su meta de 3 por ciento al final del 2024. Entre tanto, el dólar seguirá al ritmo del miedo a una crisis global y, quizás, de menor expectativa de alzas de tasas de la Reserva Federal (Fed, banco emisor estadounidense).

Estos factores externos y comunes a todos los países hicieron subir el dólar 4,6 por ciento, en promedio, frente a las monedas de las economías emergentes, entre las que está Colombia, según datos de la Fed.

Pero en Colombia el dólar se encareció 20 por ciento. Si los primeros 4,6 puntos son por factores mundiales, el resto –tres cuartas partes del alza– habrían obedecido a factores internos como los mensajes contradictorios del nuevo Gobierno.

Así, será clave la confianza dentro del sector privado para que empresarios y hogares mantengan decisiones de inversión y de consumo que contrarresten todos estos factores que podrían llevar a una recesión, así como la manera como el Gobierno evite sembrar incertidumbre.


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