Como un milagro ha calificado Juan Carlos La Verde, de 34 años, poder estar vivo para contar cómo afrontó un voraz ataque de un caimán en el lago Thonotossa de Florida, Estados Unidos.
“Sentí que los dientes se apretaban e instantáneamente me di cuenta de que era un caimán. Mi cabeza entera y la parte superior de mi pecho estaban dentro de su boca”, recordó mediante una extensa publicación en su cuenta de Facebook.
Los dientes del animal de más de tres metros “perforaron” su carne, por lo que sintió un “fuerte estallido” en medio de la angustia el pasado 3 de agosto de 2022.
¿Por qué estaba en el lago?
La Verde tenía programada una grabación aquel día con el fin de promocionar su compañía y una carrera de atletas que tendría lugar el próximo 26 de noviembre. Así que se puso cita con Matt, un camarógrafo, en el lago.
“Matt había traído consigo su dron, por lo que decidieron filmar primero el segmento del curso de natación. Mientras Juan Carlos se preparaba para nadar, se quedó consternado al descubrir que, en su prisa por llegar a tiempo, se había olvidado de las gafas de natación”, expresó Bill Berry, uno de sus amigos por medio de redes sociales.
En lugar de conseguir unas gafas de protección y los demás elementos de seguridad, el colombiano prefirió lanzarse al agua, pues confiaba en sus habilidades como triatleta y nadador experimentado.
“El nado comenzó sin problemas y Matt obedientemente voló el dron sobre su cabeza para capturarlo en video. Luego, aproximadamente después de unos 320 metros de haber nadado, apareció una forma grande en el agua”, comentaron.
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‘Fue como estrellarse contra un poste de teléfono’
Por la falta de gafas y gorro, el joven no logró ver qué había cerca. Supo que estaba compartiendo territorio con el animal cuando chocaron: “Ser golpeado por el caimán fue como estrellarse contra un poste de teléfono, pero ahora tenía dientes”.
En esos instantes de pánico reaccionó; tomó la mandíbula del caimán: “Normalmente no soy la persona más flexible, pero en este día, de alguna manera pude agarrar el tipo de su hocico y tirar de él. Masticó de nuevo y sentí que sus dientes perforaban mi cráneo. Luego, tal vez trató de hacer una tirada mortal, tal vez la volteé, pero hicimos un giro completo de 360 grados”.
Fue entonces cuando la adrenalina se disipó lo suficiente como para que el dolor golpeara.
Los dientes no eran afilados como los de un tiburón, aseguró. Por tanto, con sus manos dentro de la boca de la criatura hizo mucha fuerza. Solo tenía una cosa en mente: “Sacarme esto de encima”.
Lo logró. El caimán lo soltó y él nadó hasta el muelle sin perder tiempo mientras por el rabillo del ojo veía que este también se alejaba. Como pudo subió a la plataforma y se dio cuenta de la gravedad de lo que había ocurrido. La sangre afloraba de su cabeza.
“Fue entonces cuando la adrenalina se disipó lo suficiente como para que el dolor golpeara. Era insoportable, como una migraña que irradiaba desde la parte posterior de mis ojos y se extendía por la parte inferior de mi mandíbula”, dijo.
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El intento por sobrevivir
El siguiente paso fue buscar a Matt, el camarógrafo, para que lo socorriera. Eso sí, no quería generar algún trauma en aquellos que lo vieran, pues sabía muy bien lo complejo de las heridas debido a sus trabajos como médico de bomberos y especialista en paracaidismo, por lo que caminaba con cautela.
En el camino se encontró a una mujer con su familia, quienes le brindaron una toalla y llamaron de inmediato a la línea de emergencias 911. Decidieron regresar al lugar del ataque para esperar a las autoridades y dar aviso a Matt. Su cabeza, recordó, perdía alrededor de 100 centímetros cúbicos de sangre cada vez que respiraba.
Se ha dicho que hacemos planes y Dios se ríe. Pero creo que nunca entendí completamente esa cita hasta ahora.
“Al escuchar mi grito, Matt apareció y después de ver mi rostro inmediatamente corrió a su carro para buscar su botiquín de primeros auxilios”, señaló. Entre ambos intentaron limpiar las heridas para evitar una infección. Tras ello, manejaron hasta ver el camión de bomberos.
– ¿Dónde está el caimán? -le preguntaron las autoridades.
– ¿Dónde diablos estará? ¿Está en el agua? -contestó atónito.
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Fue trasladado a un hospital de Tampa, Florida. “Pasaron solo dos horas desde el momento del ataque hasta el momento en que recibí un medicamento para el dolor, pero se sintió como mil años”, expresó.
Ese solo era el inicio de los periplos para salvarle la vida. Vendría una cirugía de seis horas y otra serie de procedimientos para reconstruirle la cara y la mandíbula y retirar parte del hueso de su cráneo.
“Se ha dicho que hacemos planes y Dios se ríe. Pero creo que nunca entendí completamente esa cita hasta ahora. (Tampoco creo que Dios estaba siendo rencoroso, era una lección que necesitaba aprender)”, reflexionó tras haber superado las intervenciones quirúrgicas. Ahora agradece a cada una de las personas y médicos que lo salvaron.
De acuerdo con la Comisión de Pesca y Vida Silvestre de Florida, citada por el medio ‘Univisión’, este ataque no habría sido provocado; el caimán habría defendido un nido cercano. Sin embargo, el hecho sigue en indagaciones.
Juan Carlos está a la espera de otros tratamientos médicos. Además, sus amigos bomberos abrieron una recolecta de fondos en la plataforma GoFundMe para ayudarle con 80 mil dólares (más de 350 millones de pesos colombianos).
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