Daniel Gómez: abogado emprendedor que creó una firma en Medellín – Medellín – Colombia

A Daniel Gómez Molina, el entusiasmo por tener su propia firma de abogados le pudo a los obstáculos, y hoy es el CEO de la firma Gestión y Mandato Corporativo, en la que se manejan más de 1.600 procesos de las mejores compañías de Colombia.

Lo amenazaba un peligro, pero no se daba cuenta o no le importaba. Daniel Gómez Molina solo tenía en mente alcanzar el sueño más alto de su vida: montar su propia firma de abogados y dejar de ser empleado.

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Ese sueño arrancó en el 2014 con cinco millones de pesos que le prestó su mejor amigo, unas sillas de segunda mano que fueron restauradas y un joven entusiasta que se las ayudó a cargar y acomodar en la oficina que había arrendado en el centro de la ciudad de Medellín. Corría el 2014.

Cuando miraba el espacio, amplio y reluciente, Daniel proyectaba el lugar dividido en cuatro módulos, con sus respectivo escritorios y computadores, separados por unos grandes vidrios transparentes que planeaba comprar.

Sin embargo, los días transcurrían y Daniel permanecía solo. Llegaba temprano en la mañana, barría el piso, limpiaba los puestos vacantes y ordenaba sobre ellos expedientes y papeles imaginarios, hasta le ponía flores al escritorio de la secretaria de la oficina. Pero secretaria tampoco había.

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Daniel Gímez Molina

Daniel Gímez Molina, empresario y líder del bufete de abogados G&M con sede en Medellín

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Jaiver Nieto. EL TIEMPO

“La gente que en ocasiones iba y quienes me conocían en aquella época me preguntaba que dónde estaban los abogados. Yo les decía que estaban en audiencias. Sí, ponía en los escritorios computadores apagados, expedientes quietos… Era yo solo en todos los puestos, aunque tenía la convicción de que muy pronto tendría mis propios abogados”, recuerda.

Los días eran de mil pesos en sus bolsillos que lo ponían a dudar entre tanquear la moto o comprarse tres cigarrillos y fumar. Finalmente, se decidía por el combustible para su vehículo e irse los lunes donde una tía a almorzar, los martes donde otra y así hasta llegar el viernes, ese día compraba un menú de 3.500 pesos: papas y caldo en la calle Palacé.

La primera caída

El día que había acabado de comprar los vidrios, para completar el mobiliario de su moderna oficina, el riesgo remoto que no presagiaba irrumpió en su vida como un inesperado gran obstáculo o desafío para lograr su anhelado proyecto: sin razón alguna le pidieron el favor de desocupar la oficina.

“Todo el esfuerzo que deposité lo perdí. La inversión sumaba ya, al final de ese año, 12 millones de pesos. Me senté a llorar. ¿Qué estoy haciendo aquí?, me preguntaba angustiado. ¡No puedo más! Me voy a emplear. Me decía en mi casa, también llorando, solo”, rememora.

Un amigo le ofreció que se fuera a trabajar a Colpensiones, donde le pagarían dos millones de pesos, y que se olvidara de emprender ese camino de tener su propia firma.

Volver a empezar

Sin embargo, en el horizonte de su cielo de soñador se insinuó una alternativa. Otra abogada que apareció en su vida le propuso que arrendaran otro lugar, y juntos montaran una nueva oficina. Aceptó, y con los muebles se trasteó.

Después habló con un amigo con quien estudió el bachillerato en el colegio San José de La Salle y derecho en la Universidad de Medellín y lo invitó para que trabajaran juntos. Aunque su amigo laboraba en un juzgado y ganaba muy bien, se comprometió a seguirlo.

A los seis meses de comenzada esta otra aventura, había cuatro profesionales metidos de lleno en el proyecto. Así fue como empezaron a crecer y a tener oficina no solo en Medellín, sino también en el Urabá antioqueño y en Bogotá.

Parte de tener un proyecto exitoso, y no estoy diciendo que lo tenga, está en conocerse uno primero. Ser consciente de las cosas que se hacen

Pero un nuevo reto habría de enfrentar antes de conquistar su ambicioso proyecto. Presintió que el trastorno negativista desafiante de uno de los socios ponía en riesgo su plan. Recordó, entonces, a su personaje favorito, Goku, de Dragon Ball, experto en artes marciales que en su infancia inicia viajes y aventuras en las que pone a prueba y mejora sus habilidades de pelea, enfrentando oponentes.

Así que, inspirado en este manga, decidió partir y poner a prueba sus habilidades montando otra oficina. En el 2017 construyó dos pisos, el último es hoy su oficina, con una terraza que mira hacia el parque de El Poblado, y comenzó a perfilarse de otra manera.

Una nueva cara

G. y M. Bufete de Abogados fue el primer nombre de la firma. Lo pensó en un principio, porque investigó que las grandes firmas en el mundo correspondían a dos familias asociadas. Luego, Daniel se dio cuenta de que sus apellidos, Molina y Gómez, no generaban ninguna identificación entre quienes trabajaban con él.

Entonces lo cambió. Gestión y Mandato Corporativo S. A. S., una firma consolidada en el país con 40 abogados directos y 80 indirectos en todo el territorio nacional. Lleva no menos de 1.600 procesos, entre los que hay de artistas, políticos, (senadores, concejales), empresas y empresarios.

Hoy la organización tiene una operación mixta mucho más fortalecida, tanto física como virtual, con clientes, además de Medellín, Urabá y Bogotá, en Rionegro, Barranquilla y Miami.

Los servicios que presta son en defensa, litigios comerciales, administrativos, asesorías a empresas en construcción y fortalecimiento, modelo de negocios y asesoría a comerciantes.

Daniel Gímez Molina

Daniel Gímez Molina, empresario y líder del bufete de abogados G&M con sede en Medellín

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Jaiver Nieto. EL TIEMPO

“¿Por qué la llamamos Gestión y Mandato? Porque hacemos gestión y el ejercicio del derecho se da a través de un mandato. También, la idea de la empresa es la de poder apoyar sueños, no solo de los que estamos aquí en la oficina, sino también el de las personas que nos buscan, y a ellas las atendemos más desde el ser que del tener”, reflexiona Daniel, quien a sus 30 años parece no tanto un joven precoz como un hombre maduro y sapiente.

Así llegó el éxito

Un ejemplo de su filosofía está registrado en el libro Historias de negocios altamente inspiradoras, de Juan Carlos Yepes y Vianette Monsalve, que narra la experiencia de una mujer que llegó hasta el bufete envuelta en un manto de problemas y con una carga de tragedia que nadie más la quería atender. Daniel la miró, la escuchó y estudio el caso. Ella le dijo que no tenía plata.

Aun así, aceptó el trabajo sin ningún interés. En tres meses sacó adelante el proceso. “Con ese proceso gané 550 millones. Ese día me senté con ella y me di cuenta del poder de la sanación. Mi forma de ejercer es distinta. Cuando las personas se sientan conmigo, se les atiende desde el ser no desde el tener. Y otra cosa muy importante es que nunca me voy a sentar desde la necesidad”, explica Daniel la manera de trabajar en su empresa.

Además, siempre socializa a sus trabajadores y clientes su filosofía de vida, la cual consiste en tener un propósito, en hacer las cosas por convicción y no por obligación. “Eso me ha permitido concentrar 25 años de trabajo en diez años. Por eso vienen todos esos esfuerzos y esos sacrificios. Es sencillo con esta ecuación: una persona trabaja ocho horas diarias durante 25 años. Yo trabajo 16 horas durante 10 años y ya. Esto es consolidación de un equipo de trabajo, de una empresa sólida. Estoy aquí por gusto”, afirma.

La gente que en ocasiones iba y quienes me conocían en aquella época me preguntaba que dónde estaban los abogados. Yo les decía que estaban en audiencias.

Nació en Medellín, hijo de Diana y de Elkin. Desde que tenía 6 años, él y su hermana Sara, año y medio mayor, se fueron a vivir con el papá.

Cuando terminó el bachillerato en el San José de las Vegas estaba indeciso entre estudiar derecho, publicidad o sicología. Se inclinó por el derecho porque lo sintió más afín con su afán de liderazgo. Terminó la carrera en la Universidad de Medellín, con énfasis en el derecho público.

“Parte de tener un proyecto exitoso, y no estoy diciendo que lo tenga, está en conocerse uno primero. Ser consciente de las cosas que se hacen. En ese sentido, para mí, un emprendedor que se queda emprendiendo es un fracaso. El emprendedor tiene que terminar siendo empresario”, enfatiza.

JORGE IVÁN GARCÍA 
ESPECIAL PARA EL TIEMPO


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